
El trípode del viernes
Una UE obligada a defenderse por sí misma
El resumen es que podemos estar ante el final de la Alianza Atlántica tal y como nació en 194
Donald Trump está acaparando la atención mundial desde su regreso a la Casa Blanca. Ahora es sobre la guerra en Ucrania, -que dentro de 10 días cumplirá tres años desde su comienzo-, anunciando que, tras una larga conversación telefónica con Vladimir Putin y otra más breve con Zelenski, hay bases para llegar a un acuerdo sobre su final. Para ello el dirigente ruso y Trump mantendrán un encuentro personal en los próximos días en un lugar «neutral», concretamente en Arabia Saudí, dado que ambos conocen al príncipe heredero Mohamed bin Salmán. Y ha creado un equipo de trabajo para negociar con sus homónimos rusos que dada su composición -secretario Defensa, director de la CIA, su consejero de seguridad nacional...- confirma una decidida voluntad de acabar con la guerra. El debate está abierto ante la absoluta marginación de la UE en ese proceso, teniendo presente que se desarrolla en suelo europeo y las líneas rojas que ya ha adelantado Trump. En concreto, la aplicación práctica de la tesis de «paz por territorios» es tan realista como que rompe con lo que había sido la posición oficial de la administración Biden y la UE. Lo que significaría no volver a las fronteras previas a 2014 cuando tras la «revolución de colores» de la Plaza de Kiev fue derrocado y enviado al exilio en Moscú el presidente prorruso Yanukovich, de tal modo que la península de Crimea volvería a Rusia como sucedió desde 1653 en el imperio zarista ruso. Hasta que, en 1953 al morir Stalin, su sucesor el ucraniano Kruschev se la «regaló» a la república socialista soviética de Ucrania integrada en la URSS. La negociación -además de cuestiones relativas a la reconstrucción de Ucrania y su relación con EEUU- estará centrada en la delimitación del territorio ocupado por Moscú fronterizo con el mar de Azov y el mar Negro y que Putin reivindica por considerarlo vital para su seguridad como su único acceso a «aguas cálidas». En cuanto a una eventual incorporación de Ucrania a la OTAN, parece otra línea roja para Putin y que Trump aceptaría. El resumen es que podemos estar ante el final de la Alianza Atlántica tal y como nació en 1949 para defender Europa del expansionismo de la URSS. Es tan cierto que la Unión Soviética desapareció en 1991 como que la Alianza ha tratado de «facto» a Rusia como su sucesora a efectos de una potencial amenaza militar. La UE deberá defenderse por sí misma, lo que significaría un radical cambio político y económico para ella, con un elevado coste en medios personales y materiales. Y una Europa muy distinta de la actual de Bruselas.
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