Cuartel emocional

El perdedor

Éstas serán unas vacaciones diferentes, no me cabe duda, y por muy lejos que nos queramos ir, el runrún lo llevamos puesto, no en la maleta sino en nuestras pobres y baqueteadas cabezas.

La semana pasada a estas horas no sabíamos aún que teníamos un perdedor a bordo del gobierno, aunque todas las prospecciones señalaban que así sería, pero hoy lo tenemos ya de facto, aunque a algunos nos hubiera gustado saborear su derrota con más deleite, si bien lo que cuenta son los hechos. Macron dice que es más importante acabar con la guerra de Ucrania que ver a Putin ante el Tribunal de la Haya, y tiene más razón que un santo. Que se detengan las riadas de muertos y la destrucción en sí que Putin rendirá cuentas ante la Justicia Universal de la vida y el tiempo, cada cosa en su momento y los nabos en adviento. Y con Sánchez tenemos que pensar igual. Ya sabemos que Feijóo no nos chifla, pero al otro hay que echarlo y, por supuesto, apoyar que le hagan un hueco en la OTAN, pero que se vaya, que lo perdamos de vista y que ese necesario PSOE se refunde, como sugieren sus históricos, tipo Leguina y por ahí. Que desaparezca y dejemos también de ver a sus comparsas, tipo Bolaños, que por fortuna anda missing desde el 2 de mayo, Isabel Rodríguez con su sonrisa de cínica, a las Monteros, a todas esas que tanto daño hacen a nuestra sociedad. También que se saneen las instituciones, aunque algunas, ante un previsible crack electoral, se están ocupando anticipadamente, tipo la “jefatura de memoria democrática”. La fiscalía general, presidida por ese simpático muchacho, Álvaro García, está metiendo con fórceps a la que fue su antecesora en el cargo Lola Delgado. Todo da bastante asco. Mientras tanto, quienes tenemos intención de votar por correo, dada la fecha tan surreal como endemoniadamente rebuscada que ha marcado el del traje azulina, nos preguntamos hasta qué punto los españoles no vamos a ser víctimas de un descarado pucherazo, al más puro estilo bolivariano. Éstas serán unas vacaciones diferentes, no me cabe duda, y por muy lejos que nos queramos ir, el runrún lo llevamos puesto, no en la maleta sino en nuestras pobres y baqueteadas cabezas.

Pero hete aquí que un tipo despreciable como lo es Otegui, ha salido a poner las cosas en su sitio, aclarando a propios y ajenos que “llevamos cuatro años haciendo las cosas juntos”. Esto debería ponerse negro sobre blanco en grandes vallas para que a la gente no se le olvide que Sánchez está de presidente gracias a los apoyos de los bilduetarras y los independentistas que quieren descerrajar un tiro a nuestro país, pero, claro, parece como si eso importara poco a muchos que ponen su voto en las urnas, si bien algo se ha notado en los comicios de la pasada semana. Por cierto, tengo la sensación de que ya ha pasado un montón de tiempo y tan sólo fue hace siete días.

Y seguimos con el delirio de la inteligencia artificial. Dicen que la humanidad se extinguirá por la sustitución del hombre por la máquina. Que acabará yéndosenos de las manos. En esta semana la primera ministra danesa leyó un discurso no escrito por un ser humano sino por inteligencia artificial, algo que calificó entre fascinante y terrorífico. Imprescindible regular su funcionamiento, porque nosotros no lo veríamos pero nuestra descendencia más cercana sí, dada la velocidad a la que se desarrollan los acontecimientos.

CODA. El otro día hablábamos de la paternidad de Robert de Niro a los 79 años, y hoy tenemos que anunciar la de Al Pacino, que no ha querido ser menos que su colega en tantas pelis. Y Julio Iglesias, coetáneo de los anteriores, aclara que está bien de salud, que está preparando sus memorias y que hay mucho malintencionado que quieren achacarle todo tipo de males. ¡Qué tres grandes tipos!