Editorial

La polarización, único argumento sanchista

El síntoma de la degradación del sanchismo es que sea cual sea el dictamen final de las urnas, el fallo de los españoles, nada lo removerá del poder a pesar de su agonía política en esta legislatura fallida y catastrófica

En una semana los españoles volveremos a las urnas en unas elecciones convertidas en termómetro sobre el estado del Gobierno, pero también de la oposición con el elemento diferencial de que el ámbito será nacional, con circunscripción única, eso sí. Aunque es cierto que la movilización en los comicios europeos suele ser inferior a otras convocatorias, la experiencia demuestra su carácter predictivo sobre el futuro en la dirección del Estado. Históricamente, han sido catalizador y acelerante del cambio cuando la alternativa al poder era revalidada con mayoría concluyente. Será, por tanto, la ocasión para que Pedro Sánchez refrende que sus controvertidas medidas, incluidas las ilegales e inconstitucionales, contaban con el favor de la gente. Creemos que la propaganda que blande la amnistía, los indultos, los pactos con los separatistas y los proetarras como bendecidos por la voluntad popular tiene que ser seriamente contestada por el único depositario de la soberanía nacional que es el pueblo español y no ninguno de los tres poderes del Estado, menos todavía los que se arrogan esa condición. El veredicto de las urnas debería ser imperativo en un régimen liberal homologable. El sanchismo, sin embargo, ha demostrado que sus códigos no se rigen por las leyes no escritas de la democracia, sino que más bien su desempeño se ha movido al margen y a la espalda de los españoles. Ocultar sus planes para adulterar los escrutinios electorales ha hecho fortuna como una estrategia de control de daños que ha rendido frutos a sabiendas del fraude que suponía. En ello sigue. Que Pedro Sánchez se escondiera hasta el último minuto en el debate de la Ley de Amnistía, que no la defendiera en la tribuna de oradores del Congreso y que haya pospuesto su publicación en el BOE para minimizar su incidencia en las urnas del domingo, retrata hasta qué punto sabe que sus actos resultan impopulares por injustos y arbitrarios. Con una oferta tan adversa e inconveniente, el presidente se ha atrincherado en el discurso del miedo a la derecha y la ultraderecha como amenaza a las conquistas sociales, que en su caso son un espejismo en una nación líder en paro y con récord de pobreza. La polarización, la división y la España del muro a falta de políticas en positivo en favor de la prosperidad y el bienestar de la gente. La verdad es que Sánchez no ha lanzado una sola idea para mejorar la vida de los españoles que no abundara en la fractura, la tensión o el agravio. Que funcione o no está en manos de los electores. La encuesta de LA RAZÓN pronostica su derrota, otra más, y el triunfo del PP, que supera su lista en seis puntos, mientras el PSOE y Sumar pierden 2,7 millones de votos. Moncloa agita estos días el fantasma, ese sí, de un triunfo que sancionaría todo su mercadeo corrupto contra la democracia. El síntoma de la degradación del sanchismo es que sea cual sea el dictamen final de las urnas, el fallo de los españoles, nada lo removerá del poder a pesar de su agonía política en esta legislatura fallida y catastrófica.