Sin Perdón

Un PSOE que ambiciona ser un segundón

«La ‘‘izquierda valiente’’, que es el pomposo lema del congresito para entronizar a López, lleva muchos años siendo derrotada por el PP»

Sánchez tiene una auténtica obsesión con Ayuso, porque le muestra que es un segundón. Lo es en España y lo es en Madrid. No consigue ganar unas elecciones. Por eso, resulta ridículo el mensaje de «Les ganamos en España, les ganaremos en Madrid» del congreso madrileño. Es duro ser un perdedor, aunque se consiga el poder renunciando a cualquier principio. No consiguió ganar a Rajoy, pero logró la presidencia por medio de una moción de censura basada en una gran mentira. Por supuesto, legal y legítima como cualquier artículo de la Constitución, aunque Sánchez y su colega Conde-Pumpido se empeñen en atropellarla. Desde entonces hasta ahora, nos hemos acostumbrado a que prime el relato sobre la verdad. La «victoria» de Sánchez es una invención, aunque compró la presidencia con los votos de Puigdemont, que lidera una formación de centro derecha, con una amnistía que aseguraba que era inconstitucional. Me recuerda a César Borgia, que también era un político sin escrúpulos y obsesionado por alcanzar el poder a cualquier precio. Ese paralelismo resulta interesante, porque ambos eran implacables, tenaces y carecían de cualquier atisbo de empatía.

El ambicioso hijo del papa Alejandro VI alcanzó un gran poder y acumuló numerosos honores, pero fue engañado por Julio II, uno de los grandes papas de la Historia, lo perdió todo y tuvo que abandonar Roma. Finalmente, su soberbia y una exagerada confianza le llevaron al desastre cuando fue emboscado y asesinado en Viana. Es bueno aprender que nada es eterno. Por cierto, más allá de la leyenda negra que pesa sobre su memoria, no se puede negar que era un hombre culto y preparado. No hay duda, además, de que era un gran político y un excelente militar. Sánchez no es César Borgia. Se ha acostumbrado a las derrotas. Ha asumido ese papel de segundón que consigue el poder con malas artes. No me refiero a la moción de censura, porque en ese caso supo aprovechar una oportunidad y Rajoy confió en el PNV, que es el partido menos fiable que existe. Es un error quitarle méritos. Nadie alcanza esa posición por casualidad. Por otra parte, ha conseguido cambiar profundamente la política, porque ha enterrado la ética y los principios. Al igual que Borgia utiliza todo lo que tiene en su mano para permanecer en el poder y cuenta con fieles mercenarios a su alrededor que utiliza como peones en el tablero político.

Óscar López es el futuro juguete roto del sanchismo, ya que lo ha enviado contra su principal obsesión, Isabel Díaz Ayuso. Es cierto que el ministro es un experto en perder elecciones. La presidenta madrileña es su némesis, porque humilla a Sánchez en su tierra. Es muy duro para alguien que se tiene en tan alta estima. Desde que entró en el PSOE hasta que consiguió la Secretaría General contra todo pronóstico, algo que merece mi respeto, sufrió los constantes menosprecios de los que luego le harían la pelota hasta la saciedad. Los que le intentaron ejecutar tras su defenestración y enviarle a un exilio dorado y luego apoyaron a Susana Díaz en su contra son los mercenarios que forman la corte sanchista. Nadie se puede sentir ofendido ante esta realidad objetiva. No entiendo que entonces lo consideraran lo peor de lo peor y ahora lo ensalcen como un gran estadista. Por supuesto, la verdad siempre se encuentra en un término medio. Ni ángel, ni demonio. Ni un sabio, ni un patán. Ni un estadista, ni un politicucho.

López es el mejor regalo que le podía hacer Sánchez a Ayuso. Entre el ministro siempre enfadado y la vicepresidenta gritona, no hay duda de que Ayuso y Moreno se aseguran las mayorías absolutas en Madrid y Andalucía. Es evidente que no conoce la comunidad en la que nació, porque se ha creído un relato que nada tiene que ver con el dinamismo, alegría e ilusión de la sociedad madrileña. El fenómeno Ayuso es evidente, pero no lo quiere ver ya que le ciega la obsesión. No hay más que constatar la ocurrencia de colocar al disparatado Francisco Martín como delegado del Gobierno, ya que se comporta como un auténtico energúmeno político. En el terreno personal no tengo opinión ya que no lo conozco. Me limito a acudir a Jesús: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis», que se convirtió en la conocida frase de «por sus hechos los conoceréis». No hay duda de que Martín no está a la altura del cargo que ocupa y tiene un comportamiento institucional lamentable. Me sorprende que sea ingeniero de Montes. Tengo en alta estima a los ingenieros porque siempre me han parecido gente rigurosa. Es la excepción que confirma la regla.

La obsesión por la supervivencia es un problema en estos tiempos de política fluida que ha creado Sánchez. Es lo que le sucedió cuando era relegado a puestos de poca importancia. Es algo que imprime carácter y que consiguió superar con una determinación admirable. Los Martín, López y otros del PSOE se juegan la supervivencia. Esto explica la profunda amargura que muestran en su radicalismo contra los rivales, con descalificaciones permanentes, así como el deseo de agradar al líder. Me gusta entender las razones de esos actos tan humanos como característicos de una política que me desagrada. La «izquierda valiente», que es el pomposo lema del congresito para entronizar a López, lleva muchos años siendo derrotada por el PP. Ha llegado al extremo de expulsar del partido a Leguina, que sí ganó unas elecciones y consiguió la presidencia madrileña. Hemos pasado de un PSOE que tenía la ambición de ser el primero a este nuevo que rompe con el pasado, abraza el populismo iberoamericano y se conforma con ser un segundón.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)