El buen salvaje

Se queda corto

Pedro Sánchez hace tiempo que se quedó corto pues no alcanzó a ver en esa pirueta del feminismo chicle el avance del despropósito

Los que criticábamos la ley petarda de Irene Montero hemos pasado de ser machistas a socialistas de toda la vida, como Pedro Sánchez. Ya puede decirse abiertamente que uno no es que sea facha, sino que tiene un poquito de sentido común, aunque en el Ejecutivo, con retraso. Al cabo, lo que hizo la ministra Montero fue encargar un tren que no cabía por el túnel por donde entran los delincuentes. Engordó lo que tendría que ser el reo, sola y borracha, en fin, con esos eslóganes que no valen más que para escupir en una servilleta.

Está bien rectificar. Hubiera sido mejor no haber llegado hasta aquí. Sánchez quiere dar marcha atrás con unos «ajustes técnicos», ahora que ya se han beneficiado de la ley petarda unos 400 agresores. Pero el Gobierno todo sabía que entraba en un tren que no cabía por el túnel y que, tarde o temprano, la farsa acabaría por descubrirse, pues todos lo hicieron a sabiendas: el Consejo de ministros, con un señor que ahora está en el TC, miró hacia otro lado, los grupos parlamentarios aplaudieron la idea de que se trataba de una ley «pionera» que acabaría copiando toda Europa. A la vista está que todos los ministerios de Justicia del mundo hacen cola en la ventanilla española para hacer acopio de argumentos.

Lo peor de todo es que se constata que lo que menos importaba eran las víctimas, en muchos casos menores de edad, cuyos agresores están a la vuelta de la esquina, violadores de niños, asesinos de palomas. Todo era un canto a la ideología. Solo puede ser ley lo que cuadra en la ideología; tanto es así que la madre de la criatura aún no ha pensado en abortarla y eso que está muy a favor, pero no quiere quedar para la posteridad como la ministra a la que tuvieron que enmendarle una ley. En esta bronca distópica, efectivamente, Pedro Sánchez hace tiempo que se quedó corto pues no alcanzó a ver en esa pirueta del feminismo chicle el avance del despropósito. Iglesias lo arregla con un cruce de pezones, tan de utilizar verbos de la calle, como «follar», que es lo que el sistema hará con la ley, por si no lo ha entendido.