Al portador
El rey de España y la reina de Inglaterra
«El papel constitucional del Rey es el que es y no puede ni debe intervenir en ningún asunto político. Sería inconstitucional»
Maquiavelo (1469-1527) recomendaba al Príncipe «ser cauto (...) y proceder con moderación y prudencia». Felipe VI, rey constitucional de España, siguió ayer al pie de la letra los consejos del florentino, maestro, en unos casos para lo bueno y en otros para lo malo, de tantos gobernantes. Isabel II de Inglaterra (1926-2022), la reina más reina de todas las reinas, fue quizá el paradigma perfecto de cómo aplicar ese recado maquiavélico. Felipe VI, en la apertura solemne de la XV Legislatura, con la pompa, la circunstancia y el espectáculo necesarios, dijo lo que podía y debía decir. Defendió la igualdad de los españoles, honrar la Constitución y abogó por una España sólida y unida que legar a los jóvenes. El parlamento real fue un ejercicio de prudencia, al que no hay que buscarle otras intenciones. No obstante, los exégetas partidarios y detractores del Jefe del Estado buscaron en sus palabras lo que no había y no podían encontrar. Algunos reinterpretaron, para su conveniencia, desde la inflexión de voz al semblante y hasta el más mínimo gesto, y les atribuyeron significados inexistentes.
Las urnas y los pactos, bastantes contra-natura, han propiciado un parlamento fragmentado, un Gobierno débil, pero que durará, y un escenario político diabólico, amnistía incluida. El papel constitucional de Felipe VI –está muy claro– es el que es, sobre todo representativo, y no puede ni debe intervenir en ningún asunto político. Isabel II, en su largo reinado, en el que se llevó unas veces bien y otras mal con sus primeros ministros, nunca intervino en nada y menos de forma pública. Pudo expresar, en contadas ocasiones, sus opiniones muy en privado, pero nada más. Contempló callada y prudente el referéndum de independencia de Escocia y tampoco dijo ni una palabra en el del Brexit. Nadie se lo reclamó en ningún momento. No era su función. Hay quiénes, por desconocimiento, han invocado, de buena fe, la intervención de Felipe VI en ciertos asuntos, pero es imposible, inconstitucional y sería contraproducente. Ese no es su papel y el rey de España seguro que recuerda «que la prudencia estriba en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y aceptar el menos malo por bueno», que era también otra de las recomendaciones de Maquiavelo.
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