Editorial

Sánchez se ensaña con los contribuyentes

El impuestazo que viene apuntalará más gasto superfluo, de ese gasto político clientelar que Sánchez instrumentaliza, y que se cierne como una amenaza para el Estado de Bienestar

Hablar del legado de Pedro Sánchez conlleva un manotazo de pesadumbre y angustia provocada por la seguridad de que está hipotecando a generaciones de españoles. No es una hipérbole ni siquiera una estimación, sino la certidumbre que desprenden las frías cifras sin sesgos ni matices. La colosal deuda pública, que esta izquierda manirrota sigue engrosando con una irresponsabilidad dolosa, y que desdeña con una pasmosa cotidianidad, condicionará la economía hasta extremos que hoy ni siquiera atisbamos. El pasivo nacional ha batido un nuevo récord hasta los 1,62 billones. Significa que crece a un ritmo de 800 millones diarios, lo que provocaría escalofríos en cualquier dignatario con un mínimo de sensatez, sentido de Estado y empatía con los gobernados. Sánchez y su cohete han construido un cuento chino con un decorado de atrezo al servicio de una estrategia decidida contra la verdad y sus consecuencias. Lo del Gobierno ha sido un petardazo, con el agravante de haber malgastado el mayor estímulo fiscal y monetario de la historia. Como dato sirva que el BCE compró más del 100% de las emisiones de deuda neta de España hasta 2022. También se ha desaprovechado en ese contexto que la presión fiscal, la subida de SMI y el consumo hayan disparado a ritmo de récord la recaudación de IRPF e IVA para alegría del erario. Que esta administración no haya tenido que lidiar con escasez de recursos ha hecho aún más censurable su papel en la gestión de los asuntos económicos. Y que unos ingresos superlativos hayan generado un gasto desatado supone una anomalía que no es inocua. Pese a todo, el propósito de Sánchez, lejos de aprovechar el viento de cola para abordar la imprescindible consolidación fiscal, reordenando los equilibrios rotos, pasa por la enésima entrega de esa fiscalidad confiscatoria y extractiva que está minando la capacidad y la resistencia de los hogares y las empresas, como adelantamos hoy en las páginas de Economía. Los planes de la vicepresidenta Montero consisten fundamentalmente en estrujar a los contribuyentes para reducir sus bolsillos a calderilla. Desde el IRPF al IVA, pasando por Sucesiones, Patrimonio, cotizaciones sociales, gravar todo lo gravable, guerra a las exenciones y de remate nada de deflactar los impuestos a la inflación para castigo de los más vulnerables. El dogma tributario del sanchismo es que «el dinero no está mejor en los bolsillos de los ciudadanos», sino en el de Moncloa. El impuestazo que viene apuntalará más gasto superfluo, de ese gasto político clientelar que Sánchez instrumentaliza, y que se cierne como una amenaza para el Estado de Bienestar. El presidente ha aprobado 69 subidas de impuestos en España, pero no ha tenido suficiente. Los españoles padecen la voracidad impositiva tan del gusto de la izquierda. Pero ni viven mejor ni disfrutan de servicios públicos más eficientes. Necesitamos una fiscalidad orientada al crecimiento que nunca viene del gasto y la deuda. Que libere nuestro potencial. En manos de una administración prudente. Una alternativa.