Tribuna

Sánchez-Llibre o el savoir faire

Si alguien sabe manejar los hijos para superar escollos, ese es Sánchez-Llibre. Tiene un máster en ello

La aversión que se pueda sentir por alguien no debería nublarnos el juicio. ¿Por qué motivo no puede la patronal catalana Foment del Treball, de inequívoco sesgo moderado, reunirse con uno de los candidatos a presidir la Generalitat para trasladarle, con luz y taquígrafos, sus recetas económicas? ¿A qué viene tanto aspaviento? ¿En qué ayuda ese rasgarse las vestiduras? O mejor aún ¿Qué aporta de positivo? Dejarse llevar por impulsos emocionales no suele ser lo más aconsejable. Ni suele aportar nada ejemplar. Y desde luego no fomenta concordia alguna ni atempera el ambiente. Claro que si el propósito es crispar, pues adelante. Cada cual sabrá lo que se hace o a qué propósito aspira.

O sea, para poner datos sobre la mesa, García-Margallo, un señor que va de frente, lleva años manteniendo una relación cordial con Carles Puigdemont y Toni Comín. Cabe decir que si algo honra a Margallo es ser todo un caballero por mucho que no siempre acierte en su toma de decisiones. Y digo yo que habrán hablado de todo un poco. No sólo del tiempo que hace en Bruselas. Aunque discrepen, profundamente, igual incluso del tiempo, decidieron mantener una relación civilizada. Por lo menos en Europa. E igual había motivos para ignorarse. O para rehuir todo contacto. O para cruzarse miradas de desprecio. O sencillamente para llevarse mal. Esa ha sido la actitud de eurodiputados de otras derechas. Para Margallo, Puigdemont era el Presidente del 1 de Octubre de 2017. El del lío y el despropósito según su parecer. Y para Comín y Puigdemont, Margallo es un ministro del Gobierno que aplicó el 155 y que les empujó a salir por patas hacia Bruselas donde llevan residiendo seis años y medio.

Pero lo de llevarse cortésmente no es un tema puntual del heterodoxo Margallo que a menudo va por su cuenta. De hecho, siempre ha ido por libre. El mismo atribuye a ese proceder haberse visto arrinconado. La cúpula, o parte del último Gobierno Rajoy, aprovechó un debate organizado por el Grupo Godó con Oriol Junqueras para arrinconarlo. Corría 2017. Éste, que pese a estar acostumbrado a debatir no tuvo el mejor día, pagó las consecuencias de su osadía y acabó lejos de la cúpula popular. Pero recalando en el Parlamento europeo, lo que al final, visto lo visto, igual fue, de rebote, un premio imprevisto. Margallo lleva desde 2019 viajando por medio mundo y tratándose con todos un poco. Encantado de la vida cuando se dispone a cumplir 80 primaveras. Su archienemiga Soraya, tras perder el enclave ante Pablo Casado, está a lo suyo en el prestigioso despacho Cuatrecasas.

Margallo no es un caso aislado. Ni ajeno al proceder del Partido Popular. Pues resulta que sabemos que dirigentes del PP se han reunido oficialmente (aunque fuera de los focos) con el entorno de Puigdemont e incluso con él. Por si las cosas no estaban suficientemente claras, Núñez-Feijóo dijo que Junts (la enésima refundación de CDC, ahora de culto a Puigdemont) es un partido democrático de «centroderecha» que no era su «rival ideológico», con los que -dijo a conciencia- estaba dispuesto a «hablar» y con los que podía llegar a acuerdos «dentro de la Constitución», en particular en el ámbito fiscal y socioeconómico.

Entonces ¿a qué viene tanto revuelo por qué Sánchez-Llibre exponga la batería de propuestas económicas que plantea la patronal catalana para un futuro? Puigdemont, guste o no, es uno de los tres candidatos a presidir la Generalitat. Que aunque siga gesticulando, ahora sólo desea volver a la silla que ocupó entre 2016 y 2017. La reclama porque dice ser el Presidente «Legítimo», no como el actual usurpador. Silla que por cierto dejó Puigdemont vacante a la francesa a finales de Octubre de 2017. No plantea nada diferente a Junqueras pese a haber flirteado -siempre en el plano imaginario- con todo tipo de sandeces de corte insurreccional. Lo genial de Puigdemont es haber logrado convertirse ante sus fieles en una especie de William Wallace en Braveheart y no en el Capitán del Costa Concordia.

El propósito de Sánchez-Llibre no es «rendir pleitesía» a nadie. Si a alguien ha agasajado el Presidente de Foment, Josep Sánchez-Llibre, sin ahorrarse piropos, es a nada más y nada menos que a Ayuso. Por sus políticas empresariales. Lo que además también es público y notorio. Porque lo dijo recientemente en una entrevista en Madrid.

Lo cierto es que Sánchez-Llibre no se casa con nadie. No nominalmente. Se casa con una idea, la actividad económica y el mundo de la empresa. Como hizo siempre, con una sonrisa, cuando era el segundo de Duran Lleida. Sólo que él era el conseguidor, el que amarraba acuerdos, el que tiraba cables a toda empresa que lo necesitara. Se ganó una merecida fama de fontanero.

Si alguien sabe manejar los hijos para superar escollos, ese es Sánchez-Llibre. Tiene un máster en ello. Pero no de esos que se regalan en universidades sin ir a clase. Tiene un máster de vida, de pasillos congresuales, de encontrar el entresijo para sortear dificultades. Y por cierto, también es de los que si puede, echa un cable cuando ve a alguien en la estacada. Porque cree que en la vida todo vuelve y porque le sale así, sin más, espontáneamente.