Accidente de tráfico
Si Einstein levantara la cabeza
No es verdad que Albert Einstein equiparase al cosmos con la estupidez en su lista de magnitudes inabarcables, seguramente porque el sabio profesor no nació a tiempo para conocer al hombre posmoderno. Dejaron de ser noticia, porque ya ni contiene ese factor de novedad que está en la raíz etimológica de la palabra ni tampoco el elemento de rareza que incluye su definición académica, las muertes de fotógrafos por causa de un selfie en postura inverosímil: se cuentan por centenares en todo el orbe. Los periódicos veraniegos constituyen un valioso muestrario de la sandez universal, diríamos un bestiario si no fuese por el empleo del nombre de Cortázar en vano. Sin salir de la prensa regional, hemos leído en las últimas semanas que un pueblo entero ha tocado a rebato por el avistamiento de un ovni y que un conductor quiso exculparse de un atropello alegando que el peatón iba borracho. Le hicieron la prueba al viandante quien, en efecto, duplicaba la tasa de alcohol en sangre permitida pero es que el chófer denunciante... la cuadruplicaba. Anteanoche, en la Costa del Sol, los pilotos que intentaban aterrizar en el aeropuerto Pablo Picasso temieron que una célula terrorista estuviese intentando deslumbrarlos con un puntero láser, hasta que un policía fuera de servicio descubrió que en su hotel se alojaban un padre con su hijo adolescente y que no hallaron mejor entretenimiento que tratar de provocar una catástrofe aérea. Debía haber medusas en la playa o había tal vez expirado la hora feliz del pub más cercano. Si Einstein saliese de su sepulcro y trabajase en un periódico en agosto, se volvía a meter en la caja en un pispás.
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