«De Bellum luce»
Todo, menos construir
Quizás lo más grave es que estamos dejando de hacer país porque no hay reformas estructurales. Tampoco hay Presupuestos. Ni pactos de Estado. Solo hay bronca, polarización y propaganda
Nos equivocamos poco si damos por hecho que Pedro Sánchez cerrará hoy el curso vendiendo un relato de resistencia democrática. El presidente intentará convencernos de que estos meses han sido muy útiles para seguir avanzando en el frente progresista, pero, sobre todo, para frenar a la extrema derecha, proteger los derechos sociales y ampliar la libertad. Yo le escucharé con la atención que merece, pero creo que va a ser difícil que el marketing político logre convencerme de que lo que nos deja esta legislatura no es más que una democracia institucionalmente más débil, un país agotado y una política reducida al tacticismo más cínico.
España no avanza en nada, más que en atrincherarse. Ahí tenemos la hemeroteca. Sánchez llegó al poder con la promesa de la regeneración, que los Koldos, Cerdán, Ábalos y compañía demuestran que sigue siendo más necesaria que nunca. La amnistía pactada con Junts, el ataque constante al Poder Judicial, el uso partidista de las instituciones, la ocupación de órganos clave del Estado, los casos de corrupción que cercan a su entorno y la fragmentación de la izquierda son parte de la cosecha de una deriva personalista del ejercicio del poder. No es nuevo que el Congreso sea un campo de batalla, en vez de lugar para el acuerdo. Pero sí lo es que el Gobierno sea solo un bloque de supervivencia, sin ninguna señal de que también puede ser un espacio de proyecto.
Frente a este panorama, la única defensa es el eslogan de que «todo vale para evitar un Gobierno de la extrema derecha». Tiene un componente emocional en una sustancial parte de la izquierda, y es útil para que no se caigan del coche oficial quienes siguen viviendo de él, pero todos saben que este eslogan ya no es un argumento, sino una coartada que no justifica la defensa de la democracia, sino su desgaste. Si todo vale para no convocar elecciones porque las pierdes, entonces la democracia pierde su fuerza moral y se convierte en una trinchera.
Pero quizás lo más grave es que estamos dejando de hacer país porque no hay reformas estructurales. Tampoco hay Presupuestos. Ni pactos de Estado. Solo hay bronca, polarización y propaganda. Y ninguna Nación se levanta sobre ese vacío. Pedro Sánchez puede presumir hoy de que ha sido hábil para sobrevivir, pero la historia no premia al que aguanta, sino al que deja algo mejor de lo que encontró.