Cargando...

El trípode

Sanchezstein: socialismo sanchista

Sánchez considera que mantenerse en el poder rodeado de procedimientos judiciales y conductas incompatibles con la ética es una virtud política propia de su manual de resistencia

En pleno verano y a las puertas de agosto, mes considerado tradicional de vacaciones para el mundo oficial, Sánchez quiere comparecer desde La Moncloa para hacer balance del curso político recién finalizado. Debería saber a estas alturas que, para su desgracia y la de los españoles, su palabra carece del más mínimo valor, transcurridos ya más de siete años de su moción de censura «para acabar con la corrupción». Ese balance se lo podría ahorrar, puesto que el «cuarteto del Peugeot» encabezado por su persona, y acompañado de Aldama, da noticias –un día sí y otro también– sobre las correrías de sus íntimos Cerdán y Ábalos y su «militante socialista ejemplar» Koldo. Ante la opinión pública y la publicada, se manifieste o no, es un político amortizado y solo pendiente de que Puigdemont gire hacia abajo su dedo pulgar. El daño provocado a la actividad política con su conducta va a ser muy difícil restaurarlo. Basta un somero repaso por estos siete años con él instalado en La Moncloa para acreditarlo. Quien calificó de «objeto inútil» a un gobierno sin Presupuestos; lleva dos años seguidos en esa situación y se atreve a reiterar que piensa seguir dos años más. Aseguró que jamás pactaría para gobernar ni con Bildu ni con separatistas; e incluso afirmó que «traería a Puigdemont a España para responder de su actuación ante la justicia». Su conducta ha conseguido que se pueda mentir y engañar a los electores con absoluta impunidad, y que la verdad y la mentira no existan en la política, convertidas para él en meros «cambios de opinión». Asimismo, ha convertido a una herramienta jurídica como la amnistía, considerada oportuna y justificable –utilizada como política «de Estado» en determinadas situaciones extraordinarias–, para restaurar un clima de convivencia seriamente dañado, en una mera moneda de compraventa de apoyo político a cambio de supervivencia partidista y personal. El resumen de todo ello es que ha desaparecido de la vida pública incluso el acto de dimitir, que es una conducta ética que se considera obligada al tener que asumir una determinada responsabilidad política por unos hechos, incluso no necesariamente susceptibles de ser penalmente reprochables. Por el contrario, Sánchez considera que mantenerse en el poder rodeado de procedimientos judiciales y conductas incompatibles con la ética es una virtud política propia de su manual de resistencia. Con las siglas PSOE avalando todo eso. Y por ello, la dimisión de todos sus cargos políticos, tanto institucionales como diputada del Congreso, como de partido, –vicesecretaria del PP–, por parte de Noelia Núñez, es un soplo de aire fresco en un clima político irrespirable, provocado por Sánchez y su «sanchismo».