Londres
Cuídate de los idus de marzo
En las antevísperas del Consejo Europeo extraordinario del 14 y 15 de marzo, todo indica que la reunión irá más allá de lo inicialmente previsto. Convertidos los Consejos de marzo en Consejos económicos, está previsto analizar lo que ahora se ha dado en llamar el Semestre Europeo, es decir, evaluar el avance general realizado con respecto a la Estrategia 2020 y a sus iniciativas emblemáticas. A este fin recordemos que los objetivos de la Estrategia 2020 son que el 75 % de la población de entre 20 y 64 años debería estar empleada; el 3% del PIB de la UE debería ser invertido en I+D; que debería alcanzarse el objetivo «20/20/20» en materia de clima y energía; que el porcentaje de abandono escolar debería ser inferior al 10% y al menos el 40% de la generación más joven debería tener estudios superiores completos y que el riesgo de pobreza debería amenazar a 20 millones de personas menos. No hay que ser muy imaginativo para entender que en 2013 las cosas no van bien y que estos objetivos llevan el camino de los mismos objetivos de la Estrategia de Lisboa que tuvo el valor de proponer como objetivo estratégico convertir la economía de la Unión Europea en «la economía del conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, antes de 2010» (sic).
En la reunión del 14 y 15 de marzo, el Consejo Europeo evaluará el avance general realizado por los Estados miembros en la aplicación de las recomendaciones específicas de 2012 por países y se adoptarán las recomendaciones y orientaciones estratégicas para los Estados miembros. Se dice además en la convocatoria que los dirigentes podrán también aportar orientaciones a los Estados miembros sobre los programas de Estabilidad y Convergencia de 2013 y en particular en lo referente a las nuevas políticas sobre competencias y puestos de trabajo, industria e innovación, así como a la agenda digital y que tal vez aborden cuestiones de política exterior.
En todo caso sobre esta reunión planea aún la cuestión del Presupuesto europeo 2014-2020, que como bien sabemos necesita ahora pasar por la Eurocámara. Todo anuncia que el Parlamento dará el visto bueno si los Gobiernos aceptan incluir una cláusula de revisión aleatoria en 2017 y más flexibilidad para trasladar los fondos entre partidas y años, es decir, que no se va a abrir una crisis institucional rechazando el presupuesto que salió del Consejo de los pasados 7 y 8 de febrero.
En todo caso, parece que el presidente del Parlamento Europeo quiere estar en el documento, una Resolución cuya aprobación está prevista para el 13 de marzo, es decir, un día antes de la celebración del Consejo Europeo, y en el que quede claro, por tanto, que con bastantes matizaciones y algunas condiciones, la Eurocámara dará salida a este marco presupuestario entendiendo que en 2017 se podrá decidir una importante subida para financiar aquellos capítulos donde más fondos se han recortado.
No podemos olvidar que estos presupuestos no gustan a los europeístas, que la rebaja en los presupuestos comunitarios se resuelve en recortes y los recortes que tanto gustan a los británicos se resuelven en «menos Europa». Muchos parlamentarios manifiestan que son unas cuentas «ridículas y mediocres» y que son 20 veces inferior a los presupuestos de Estados Unidos. En este Consejo Europeo de marzo se deben identificar los principales retos económicos que afronta la UE y dar asesoramiento estratégico sobre las políticas, para que teniendo en cuenta estas orientaciones y los Estados miembros presenten sus estrategias presupuestarias a medio plazo en su programas de estabilidad y convergencia. Desgraciadamente, esto no va a ser así porque en muchos países de Europa y casi en su mayoría todos los países del sur parece iniciarse una verdadera revolución social que alcanza importantes proporciones. Basta considerar una lectura europeísta de los resultados de las elecciones italianas. Berlusconi ha quedado muy cerca de la mayoría y el movimiento Cinco Estrellas –Grillo– ha tenido un resultado excepcional. Por el contrario, Monti, supuestamente la voz de la Unión Europea, ha tenido un resultado pésimo. El populismo ha ganado la mayoría absoluta en Italia y este voto es totalmente contrario a la política económica de la UE y muy especialmente a la política de ajustes. Francia y Alemania le han pedido de inmediato que acelere «significativamente» el ritmo de reformas y prosiga las negociaciones sobre la aplicación del plan de rescate. La misma Francia pasa momentos difíciles, siendo alarmante el crecimiento del desempleo. Francia terminó 2012 con una tasa de paro del 10,5% y que acabará este año con el 10,7%, justamente lo contrario del compromiso del presidente, François Hollande, de detener la destrucción de empleo a lo largo de 2013.
Más preocupante es aún el descontento popular del que hay una clara muestra en Portugal, dónde el 2 de marzo se manifestaron en la Plaza del Comercio, la mayor de Lisboa, varios cientos de miles de personas entonando el himno de la Revolución de 1974 y lo mismo decenas de miles de personas en las principales ciudades del país, exigiendo la dimisión del Gobierno y medidas económicas para reducir el desempleo, que llega al 17,6%, y reactivar la economía, cuyo PIB cayó en el último trimestre un 3,9%. España, con un desempleo record del 26,2%, parece decidida a seguir este camino de manifestaciones tal como se anuncia en una llamada Contracumbre europea en marzo 2013 con un manifiesto en el que se exige la derogación de los tratados y pactos de la UE bajo el argumento de la lucha por la libertad contra la tiranía de falsas democracias y de un sistema económico que sólo sirve para perpetuar las desigualdades y las injusticias. En la víspera del Consejo Europeo, el 13 de marzo, está prevista una acción frente a la sede la UE. Por su parte, sindicatos y organizaciones sociales se sumarán el 10 de marzo a la protesta europea con una movilización bajo el lema «Contra el paro y por la regeneración de la democracia».
Ya no parece posible esperar al domingo 22 de septiembre de 2013, cuando se celebran las elecciones en Alemania, para reaccionar. Es cierto que Merkel ha pretendido no mover ficha desde la derrota que a principios de este año sufría la coalición conservadora, formada por la Unión Cristiano Demócrata (CDU) y los liberales del FDP, que perdió por apenas un escaño el Gobierno del Estado federado de Baja Sajonia, que ha quedado en manos de una coalición entre socialdemócratas y verdes. Esta derrota fue tremendamente dolorosa para la canciller alemana, porque era el cuarto «land» que el partido gobernante pierde a manos de la oposición en los últimos años, si se suma lo ocurrido ya en Schleswig-Holstein, Renania del Norte-Westfalia y Baden Württember, y esto enciende las alarmas sobre lo que podría suceder en septiembre. Marzo, abril y mayo van a ser enormemente dolorosos para una UE en crisis económica y financiera en la que los valores compartidos, la paz, la libertad, la igualdad, la democracia, la solidaridad y la tolerancia, no parecen llegar a los ciudadanos, entre otras razones porque algunos de ellos se están abandonando al calor de un retorno, a lo intergubernamental y al nacionalismo. De momento, recordemos que en un escenario de masivas protestas y de revueltas con una política de recortes que no ha generado más que hacer aún más profunda la crisis y el desempleo. Este Consejo Europeo va a terminar el 15 de marzo, una fecha que tiene un singular contenido histórico, «los idus de marzo», que en Roma correspondían al decimoquinto día del mes de Martius, fecha famosa porque Julio César fue asesinado en el idus de marzo del año 44 a. C. El 28 de febrero, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, alertaba en Londres de que la crisis económica puede provocar todavía nuevas sacudidas y «réplicas» en la eurozona. «La crisis ha agitado a la mayoría de nuestros países: a sus Gobiernos, sus economías y, en algunos casos, a sus sociedades al completo. También ha agitado a la Unión Europea en su conjunto, y quizás no hemos visto todavía sus últimas réplicas». Quizá habría que recordarle al presidente de Europa y a la canciller alemana el riesgo de la actual situación social en la que se vive, sobre todo en la Europa del sur.
Según el escritor griego Plutarco, César había sido advertido del peligro, pero había desestimado la advertencia diciendo entre risas al vidente al que encontró en su camino: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado». Shakespeare en su obra «Julio César» los citaba al escribir la famosa frase: «¡Cuídate de los idus de marzo!».
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