Restringido

El cisma del islam

La Razón
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Pienso que vivimos en un mundo globalizado, diseño a escala superior de la misma sociedad norteamericana. No creo ser muy pronorteamericano; simplemente me considero un español con los ojos abiertos. Por eso duele especialmente ver la situación en la que se encuentra la Administración Obama en el asunto de Oriente Medio y más concretamente en la encrucijada de Siria. Y con ella –arrastrados–, los europeos. Siria y también Irak son las dolientes tierras donde se está dirimiendo un duro enfrentamiento entre dos concepciones opuestas de una misma religión. Religión que significa mucho para la mayoría de los musulmanes que no tienen muchas otras cosas a las que aferrarse en su áspera vida cotidiana. Los vacíos no existen en la naturaleza. Cuando algo desaparece súbitamente, otro organismo ocupa su lugar. En geopolítica, también. Cuando el liderazgo norteamericano desaparece de Oriente Medio, el presidente Putin u otro ente oportunista rellenará el hueco.

Imagino que tras ser presidente de los EEUU sólo se puede aspirar a que la Historia te juzgue benevolentemente. Que tras «liquidar» los conflictos en Afganistán e Irak, pactar con Irán y hacer las paces con Cuba sólo se desea no dejar más líos abiertos. Ser considerado como el gran pacificador tras los excesos de tus antecesores. El problema es que la Historia no se ha parado para los otros agentes de la tragedia: chiíes, suníes y los rusos de Putin.

Ciertos sectores de nuestra sociedad tienen el concepto de que nos encontramos ante un enfrentamiento de islamistas radicales contra occidentales. Las salvajadas de Al Qaeda en Nueva York y otros lugares en Europa parecen avalar esta visión. No estoy de acuerdo. Creo que estamos básicamente ante un conflicto interno del islam en el que los occidentales «sólo» somos atacados por dos causas: porque creen que somos protagonistas de la situación en Oriente Medio y por ser infieles.

Al Qaeda atentaba en Occidente, pero el Daesh va más lejos. Quieren fundar un Estado –el Califato– regido por la ley islámica interpretada por ellos, y quien se oponga a él, cristiano, musulmán, judío o animista, es su enemigo mortal. El Daesh es pues la materialización de una animadversión secular entre suníes y chiíes ante un posible panorama de retirada de los «cruzados» de las tierras del islam.

Si desaparecemos de Oriente Medio –debe de pensar el presidente Obama– se acabó el problema. Error: los miles de refugiados por el terror en Siria nos recuerdan que vivimos en un mundo globalizado, con teléfonos móviles e internet. Que ninguna guerra de las dimensiones del cisma islamista actual nos puede ser ajena. Nos ataquen mucho o poco, el desbordamiento de la tragedia centrada en Siria (por ahora) nos afectará.

El presidente Putin ha desplegado aviación y tropas en Latakia (Siria) a unos 160 kms. al sur de la base turca de Incirlik, donde está estacionada aviación norteamericana y, por cierto, una batería de misiles superficie-aire españoles. Los aviones rusos que despegan hacia el norte tienen unos pocos minutos para entrar en el espacio aéreo turco o virar al este para atacar a los enemigos de Asad. Los españoles –entre otros– nos hemos comprometido a defender este espacio, cerca del cual vuelan también misiles de crucero disparados desde buques rusos en el Caspio.

Para Putin –y para los ayatolás– el enemigo en Siria está claro: todos los que atacan al régimen de Asad. Para Obama, no. ¿Son los del Daesh? ¿O quizás también las franquicias de Al Qaeda que operan por allí? ¿O es el régimen alauita o la persona de Asad cuya destitución ha sido hasta ahora condición previa inicial para cualquier acuerdo? La guerra –en general– ya es bastante confusa por sí misma; si encima no tenemos definido al enemigo o lo que pretendemos conseguir, el caos puede llegar a ser enorme. Además, está el manido asunto de las botas sobre el terreno. Asad tiene las suyas junto a las de Hezbolla, las iraníes y pronto las de los rusos. En el otro bando hay una amalgama de combatientes enfrentados entre sí y poco de fiar, salvo los kurdos (a los que, para mayor inri, se está atacando por todos los lados).

Si el Daesh es eliminado, el conflicto en Oriente Medio y en el mundo musulmán en general continuaría. El campeón chií está claro: Irán. El suní tendría que dilucidarse entre Arabia Saudí y una Turquía cada día más islamista e inestable. Pero la guerra seguiría. En esta situación estamos, al menos a mi juicio.

Rusia es un enorme país poco poblado. Tradicionalmente los rusos han estado muy preocupados con sus fronteras. Napoleón, Hitler y, en su concepto, la OTAN, así parecen demostrarlo. Además de esta histeria fronteriza, los rusos son muy nacionalistas. Piensan que deben ocupar un puesto de vanguardia mundial y los EEUU se oponen siempre a ello. Por esto, el vacío de liderazgo norteamericano en Siria y el acuerdo con Irán ofrecen al presidente Putin una oportunidad para aliviar la presión en Ucrania. Además las naciones y regiones musulmanas al sur de Rusia estarían más tranquilas –a su juicio– con un Oriente Medio bajo control de Irán que con un conflicto abierto con terroristas suníes.El presidente Putin quiere pues pocas cosas pero claras, y muestra una gran continuidad en sus objetivos. Obama no para de dar bandazos y solo parece querer irse de Oriente Medio ahora que ya no necesita tanto el petróleo de allí. Pero no puede zafarse de un sistema mundial diseñado por ellos. Sólo se puede salir renunciando al liderazgo.