Emiratos Árabes Unidos
Las mujeres y la economía mundial
Las mujeres se benefician cuando se introducen disposiciones laborales flexibles y las barreras entre los contratos de trabajo a tiempo parcial y a tiempo completo se reducen
En muchos países, el debate público sobre la igualdad de género se centra principalmente en el acceso de las mujeres a puestos más altos y a oportunidades de carrera de alto potencial. Sin embargo, estos temas de debate denominados en su conjunto como «el techo de cristal» se constituyen únicamente en una pequeña parte del problema. La pregunta más amplia, en primer lugar, es si las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres para participar en los mercados de trabajo. En otras palabras, ¿están las mujeres empoderadas para contribuir plenamente a la prosperidad y al crecimiento económico mundial?
Desafortunadamente, el último estudio que el personal del Fondo Monetario Internacional llevó a cabo sobre el tema, titulado «Las mujeres, el trabajo y la economía» («Women, Work, and the Economy»), muestra que, a pesar de algunas mejoras, el progreso hacia la igualdad de condiciones para las mujeres se ha estancado. Ésta es una mala noticia para todos, ya que se traduce en un menor crecimiento económico, que llega a ser de hasta un 27% menos del PIB per cápita en algunos países.
En todo el mundo, la cantidad de mujeres en la fuerza de trabajo sigue siendo muy inferior a la cantidad de hombres, solamente la mitad de las mujeres en edad de trabajar están empleadas. Las mujeres son las que realizan la mayor parte del trabajo no remunerado, y cuando se les paga, se encuentran sobrerrepresentadas en el sector informal y entre las personas pobres. Ellas siguen cobrando menos que los hombres por el mismo trabajo, incluso en los países de la OCDE, donde la brecha salarial promedio de género es de aproximadamente un 16%. Además, en muchos países, las distorsiones y discriminaciones en el mercado laboral restringen las posibilidades que tienen las mujeres en cuanto a lograr igualdad de remuneración y promoción a puestos de trabajo más altos y de mayor responsabilidad.
Los beneficios potenciales provenientes de una fuerza de trabajo femenina más numerosa son sorprendentes. En Egipto, por ejemplo, si el número de trabajadoras se eleva al mismo nivel que el de los hombres, el PIB del país podría crecer en un 34%. En los Emiratos Árabes Unidos, el PIB se expandiría en un 12%, en Japón un 9%, y en Estados Unidos en un 5%. Según un estudio reciente basado en datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de los 865 millones de mujeres de todo el mundo que podrían contribuir de manera más plena a sus economías, 812 millones viven en países emergentes y en desarrollo.
Las crecientes tasas de participación laboral de las mujeres impulsan el rendimiento económico en una variedad de formas. Por ejemplo, los ingresos más altos de las mujeres conducen al incremento de los gastos domésticos en la educación de las niñas, un requisito previo clave para acelerar el crecimiento a largo plazo de dicha participación laboral. El empleo femenino en condiciones de igualdad con el hombre ofrece a las empresas una fuente más amplia proveedora de talentos, la misma que podría aumentar la creatividad, la innovación y la productividad. Y, en los países avanzados, una fuerza de trabajo femenina de mayor tamaño puede ayudar a contrarrestar el impacto de una fuerza laboral que se está achicando y, por lo tanto, puede ayudar a mitigar los costos del envejecimiento de la población.
Por lo tanto, ¿qué es lo que subyace a la enorme y persistente desigualdad y al progreso estancado? La discriminación legal, normativa y social en contra de las mujeres en muchos países todavía les impide buscar trabajo remunerado en el sector formal. Como resultado de esto, las mujeres dominan la economía informal, donde los empleos son a menudo transitorios y los ingresos son bajos. Además, los sistemas impositivos y programas de bienestar social en muchos países se diseñan en formas que desalientan el trabajo femenino.
En este contexto, se deben reformar las políticas fiscales y de gasto de los Gobiernos, como también la regulación del mercado de trabajo, con el fin de ayudar a aumentar el empleo femenino. Por ejemplo, el cobro de impuestos sobre la renta individual en lugar de sobre los ingresos de la familia –que en muchas economías impone un impuesto marginal más alto en la segunda fuente de ingresos en los hogares– podría alentar a las mujeres a buscar empleo. La vinculación de las prestaciones sociales a la participación en la fuerza laboral y a los programas de capacitación o de participación activa en el mercado laboral también pueden ayudar, como también puede ser de ayuda hacer que el cuidado infantil de alta calidad sea más asequible y que se tengan a disposición mayores oportunidades de licencias por paternidad y maternidad. En Brasil, por ejemplo, la proporción de mujeres en la fuerza laboral ha aumentado considerablemente en los últimos veinte años, pasando de un 45% a casi el 60%, debido en parte a las políticas que favorecen a la familia.
Estos son únicamente algunos ejemplos, se puede hacer muchísimo más. Las mujeres se benefician cuando se introducen disposiciones laborales flexibles y las barreras entre los contratos de trabajo a tiempo parcial y a tiempo completo se reducen, tal como ocurrió con éxito en Países Bajos. En los países en desarrollo, el acceso al agua y a mejores sistemas de transporte en las zonas rurales puede ayudar a las mujeres a manejar mejor su tiempo. El establecimiento y la defensa de la igualdad de derechos de propiedad y de herencia pueden aumentar el acceso de las mujeres al crédito y a otros recursos productivos, así como a la creación de una mayor conciencia sobre los derechos legales en general, que a su vez ayudará a reducir la discriminación.
Se han adoptado algunas de estas medidas en los últimos años, pero es el momento de hacer arrancar con fuerza el proceso. Instamos a las autoridades a tomar medidas y a aplicar políticas encaminadas a eliminar los obstáculos que bloquean la participación femenina en la fuerza laboral. Nosotros en el FMI haremos nuestra parte mediante un mejor análisis de los efectos económicos de la desigualdad de género y trabajaremos con los países miembros para habilitar a las mujeres con el fin de que ellas contribuyan plenamente al crecimiento y a la prosperidad económica mundial.
Sobre todo ahora, en un momento en el que las perspectivas de crecimiento son inciertas en muchas partes del mundo, las políticas que alientan a las mujeres a incorporarse al mercado laboral, sin duda, pueden ser de ayuda. Las mujeres están listas, están dispuestas y son capaces. Les doy mi palabra.
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