Historia
Las vueltas del tiempo
La primera mención literaria de la convulsión revolucionaria de los «cristeros» es la novela de Agustín Yáñez (1904-1980), «Las vueltas del tiempo», publicada en 1973. Escrita en un momento de extremada complejidad en la línea histórica de México
Los escritores que se consideran renovadores de la novela en México, exceptuando a Mariano Azuela, que fue actor y cronista de las luchas revolucionarias, nacieron poco antes del estallido insurreccional. Así, por ejemplo, Agustín Yáñez, nacido en 1904, que en su infancia contempló perplejo los excesos que el entusiasmo por el cambio suele originar en los procesos de alteración de la situación política, muy particularmente cuando el movimiento «cristero», levantamiento de los católicos mexicanos ante las reformas religiosas del presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928), que fue reprimido con extraordinaria violencia por el presidente y fue además creador del partido de la revolución y mantener, desde el Gobierno de la «pureza de principios», la estructura política de la revolución, ya más preocupada por la extracción nacional del petróleo, explotado por compañías subsidiarias, como la Royal Dutch.
La primera mención literaria de la convulsión revolucionaria de los «cristeros» es la novela de Agustín Yáñez (1904-1980), «Las vueltas del tiempo», publicada en 1973. Escrita en un momento de extremada complejidad en la línea histórica de México, sobre todo en la situación de reorientación de los sistemas literarios de innovación y cambio de los métodos de expresión y en los aledaños temporales del movimiento de expresión de la novela mexicana. Era absolutamente imprescindible entrar en la escasa racionalidad del propio Yáñez, cuando decía que la novela era una «malacachonda de tiempos y personajes».
A mi entender, resulta esencial la situación. «Las vueltas del tiempo» se centra en el entierro de Plutarco Elías Calles, en el que se produce una larga serie de diálogos de personas de toda clase y condición, que recuerdan los tiempos revolucionarios de la época presidencial de Calles. Son gentes del pueblo, de distintas edades, profesiones, trabajos, de diferentes posiciones políticas. Se puede seguir la opinión pública, y así lo ha hecho Julián Marías, que leyó esta novela en un viaje por América. Un empleado de funeraria, Heliodoro Camacho, que presenció ahorcar a su padre siendo un niño de corta edad, a consecuencia de lo cual ha tenido una vida infeliz y desgraciada de frustración. Intervienen los más fieles amigos del presidente Calles, antiguo general revolucionario. Una pareja de novios, Francisco Javier y Luz, espiritualmente separados por las ideas religiosas y políticas. Presenta, igualmente, una antigua guerrillera que, en la nueva situación revolucionaria de Calles, era una distinguida dama de gran influencia e iluminada por el prestigio de su tiempo social. También alterna un viejo general revolucionario venido a menos, porque no es posible apreciar un triunfo de los «ideales» revolucionarios. Un indio, Pablo Juárez, que anhela volver a los antiguos dioses de México –Quetzalcoatl, Tezcatlipoca, Tlaloc...– y eliminar todo lo occidental, borrándolo absolutamente del pensamiento y de la conciencia. El jesuita Miguel Osollo, antiguo militante cristero, que sufrió gravemente los estigmas de la persecución presidencial. Un norteamericano, Max Goldwyn, fuertemente injertado en la vida mexicana, aunque sin comprenderla, y, en fin, el viejo revolucionario mutilado, Guadalupe Colorado. A esta población, que acompaña el cadáver de Plutarco Elías Calles, se añaden los muertos que evocan los que acompañan el cadáver al cementerio: Obregón, Pancho Villa, Huerta, Carranza, Porfirio Díaz, Juárez, Maximiliano, Lerdo de Tejada, Iturbide e, incluso, Hernán Cortés. Los que asisten al entierro los analizan, los asimilan, pero difícilmente encontramos que los comprendan. La conversación entre gentes del pasado y las mismas conversaciones desde el presente, sitúan a los personajes en la U-cronía, en el sin tiempo.
Agustín Yáñez es un novelista de significativo valor. Integrante del grupo literario novelístico que comenzó a recibir influencias directas, por ejemplo, de Faulkner: una novelística de fuerte incidencia en la condición humana, pero notable en la denuncia de la condición humana, amén de dirigir fuertes compromisos ideológicos. La novela más conocida de Yáñez, «Al filo del agua» (1947),es un texto abierto a una nueva concepción que la crítica moderna ha tenido ocasión de encontrar un foco de influencias literarias provenientes de la generación del 98 española: de modo particular centrada en Ramón Pérez de Ayala y Pío Baroja, sobre todo por la superposición de planos narrativos y las investigaciones en las realidades nacionales y que más adelante Yáñez desarrolla en libros de sólida problemática, como las novelas publicadas a partir de 1959, entre las que se encuentra la comentada por Julián Marías, «Las vueltas del tiempo».
En realidad, ahí se reduce la historia del tiempo y se aplica no sólo en México, sino en presencia del cadáver de un revolucionario en el recuerdo del daño moral de la revolución en la sociedad.
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