M. Hernández Sánchez-Barba

Lo aparente y lo profundo

La Razón
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En un viaje a Chile, invitado por la prestigiosa Universidad Andrés Bello, quedé impresionado de la modernidad en la concepción de los cursos de la Facultad de Humanidades, en la que funcionaba, con considerable afluencia de alumnos, una cátedra titulada Dante Alighieri, dedicada íntegramente al estudio de su pensamiento. Dante Alighieri (Florencia, 1265-Ravena, 1321) recibió en su juventud estudios de arte retórica bajo la guía de Brunetto Latini, no ciertamente en términos de una relación maestro-discípulo, pues el propio Dante atribuye a sí mismo su extraordinario aprendizaje universal, que hizo posible su amistad con los poetas del «dulce estilo nuevo», asiduos compañeros de su ideal de vida, refinado y aristocrático, Guido Cavalcanti, Lapo Gianni y otros, cuya amistad y compañerismo le permitió vivir bajo la bandera del esteticismo en la poesía y los inherentes ideales de sensibilidad y refinamiento.

En 1285 Dante casó con Gemma di Manetto Donati, con la que tuvo cuatro hijos. Su primer encuentro con Beatriz –verdadero nombre Bice di Folco Portinari, muerta en 1290– se remonta a 1274. Fue su gran amor, cantado en las «Rimas» y en la «Vita Nuova», con alta sublimación de «dolce stil nuovo». Parece que la muerte de Beatriz sumió al poeta en una profunda crisis religiosa, a la que consiguió sobreponerse dedicándose al estudio de la filosofía y la teología. Ello le orientó hacia el culto a la verdad y la justicia que, traducido moralmente, se transformó en una firme conciencia política.

El terreno de la acción política se ve inmerso en la lucha de las facciones güelfas de «blancos» y «negros», que en realidad era de las familias de los Cerchi y de los Donati, con intervención fuerte del Papa Bonifacio VIII, que no estaba dispuesto a ceder en sus intereses mercantiles de la riquísima Florencia, en sociedad con Cerchi. Ello fue malo para Dante, al que le fueron confiscados sus bienes, lo cual supuso su ruina económica y la necesidad de encontrar un acomodo para él y su familia en las Cortes de la Italia meridional.

Ello le permite escribir, continuando la «Vita Nuova» (1294), aunque en el destierro. El «Convivio» (1304-1307) adquiere una característica divulgación doctrinaria contada en defensa de las acusaciones que habían acompañado a su condena en línea de la filosofía escolástica a la que imprime el sello de su entusiasmo moral y su pasión intelectual.

Posterior al «Convivio» es el tratado latino en tres libros «De Monarchia», escrito probablemente entre 1313 y 1318, la obra más orgánica de todos los de Alighieri. En el primer libro, demuestra que la Monarquía universal es necesaria para el bienestar de los hombres, en cuanto garantía de la paz y la justicia en el mundo. En el segundo libro o tratado, Dante sostiene que la suprema autoridad imperial corresponde al pueblo romano, cuyo imperio procede del derecho y no únicamente de la fuerza. En el tercero, y último tratado, afronta el problema más profundamente dramático de la obra y de mayor actualidad: la relación entre el emperador y el pontífice, resuelto por el poeta con la afirmación de la autonomía de cada una de las dos potencias, ambas derivadas de Dios, con lo cual ni la autoridad pontificia ni la imperial pueden alegar derechos preeminentes o de jurisdicción.

«De Monarchia» es una obra que exigió una honda reflexión, pues revela el profundo sentimiento de justicia, el ansia de libertad del poeta desterrado y la necesidad de sistematizar el concepto de la política entre los dos poderes máximos. Convertido en uno de los textos más válidos que legitimaban la superioridad del imperio sobre el papado, fue quemado en 1329 como libro herético, en el siglo XVI incluido en el «Índice», en el que permaneció hasta 1881, cuando el Papa León XIII lo salvó. El poema, conocido con el nombre de «Divina Comedia», fue apreciado y reconocido incluso por sus contemporáneos. Muy poco tiempo después de la muerte de Dante era leído en muchas universidades. Consta de 14.233 versos endecasílabos, está subdividido en cien cantos, reagrupados en tres cantos, cada uno con 33 cantos y uno preliminar: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cada una de estas estaciones tiene una gran figura como guía. El Paraíso tiene a Beatriz, que dejará a san Bernardo la función de guía al final del Paraíso: el bien sumo, la visión de Dios. El complejo entrelazamiento de temas y la polivalencia de significados se corresponde con una prodigiosa variedad de medios expresivos empleados por Dante Alighieri, que elabora continuas soluciones y un verdadero monumento de experimentalismo poético.