Luis Alejandre
Obama en La Habana
Si tuviese que «concederle razón» por una vez al dictador Maduro sería cuando, anticipándose a la visita de Obama a La Habana, dijo al otro dictador Castro: «Estoy aquí porque somos hermanos». Este concepto de hermandad lo hemos tenido también nosotros los españoles, incluso en los difíciles tiempos del bloqueo a Cuba impuesto por Estados Unidos. Yo diría que había una especie de «pacto entre gallegos» discreto, callado, afectivo; de hermanos que un día pueden disentir, pero que siempre estarán unidos por un nexo de consanguinidad.
Con su habitual maestría, Martín Prieto describía en este mismo medio (LA RAZÓN 20 de marzo) la visita a La Habana de Adolfo Suárez en 1978, «recibido por un desbordante Fidel Castro que colmó de elogios al general Franco por su ayuda a Cuba ante el imperialismo norteamericano». Hábil, Suárez le respondió con un «qué me vas a contar a mí que he sido su ministro y secretario general de su partido único», añadiendo no obstante con aire de reto: «Desmonté el régimen, legalicé todos los partidos, convoqué elecciones y las gané. Si tú haces lo mismo, ganas las elecciones por mayoría absoluta, seguro». A la propuesta de nuestro querido presidente respondió Fidel con retranca gallega: «¿Y si no las gano?».
Cuba fue España desde que Cristóbal Colón en 1492 desembarcase en Bariay –«la tierra más hermosa que ojos humanos hubieran visto»– hasta 1898. Es decir, durante más de cuatrocientos años. Declaró su independencia en 1898 hace solo 118 años, tras un movimiento seguramente irreversible entonces, producto de una grave falta de visión política de nuestros dirigentes, pero también del juego turbio de una naciente potencia que se llamaba Estados Unidos. Aquella misma del «América para los americanos» que incluyó en el paquete a las Filipinas, las Marianas y las Joló.
Pero Cuba, que podría haber terminado como Puerto Rico, vivió la rebelión de una parte de sus ciudadanos, imbuidos de un fuerte sentimiento nacionalista pronto teñido de dictadura marxista, que se extendió por buena parte del cono sur americano en la segunda mitad del siglo XX. Cobijado y armado por el llamado Bloque Comunista, estimuló todos los movimientos revolucionarios que alentaron guerras, guerrillas, represiones y revueltas en el Continente.
Suerte tuvo Cuba de que un presidente sensato curtido en guerras como Eisenhower vetase planes de invasión preparados por la CIA. Más tarde, un impetuoso Kennedy los desempolvó con prisas alentando el desembarco de Bahía Cochinos, un fracaso que sirvió para reafirmar el régimen.
Suerte tuvo también Cuba de que otro sensato Kruschef no alimentase la crisis de los misiles en 1962. Éstos yacen hoy, oxidados, como piezas de museo en una campa inmediata al Fuerte de la Cabaña.
Lo demás sobre la visita de Obama , plus de afroamericanismo, partido de béisbol y Rolling Stones incluidos, ya lo conoce el lector. Por supuesto, opiniones diversas. Depende del lugar y posición de cada uno. Todos coinciden en que el proceso de recuperar las relaciones entre los dos países no será inmediato, pero sí irreversible. Para Obama, el viaje a La Habana es una apuesta personal; para el Régimen castrista, un reconocimiento que todos consideramos con fecha de caducidad.
Siempre que hablo de La Habana me viene a la cabeza aquella bellísima habanera que escribió Antonio Burgos para la voz y el alma de un irrepetible Carlos Cano, porque Obama habrá disfrutado de «el son de los puertos, dulzor de guayaba, calabaza, huerto» cuando «apareció en mi ventana toda la Habana colonial, todo Cádiz, la Catedral, la Viña y el Mentidero». Y viendo cómo bajaban los Obama las escalerillas del Air Force One, repetiría: «Cádiz es La Habana con más salero; la Habana es Cádiz con más negritos».
Pero por extraña coincidencia, en la entrañable capital cubana se está cerrando otro episodio residual de la misma Guerra Fría: las conversaciones entre representantes del Gobierno de Colombia y de las FARC-EP, otro movimiento revolucionario que ha causado miles de víctimas en la república hermana. Ayer miércoles día 23 debió firmarse el acuerdo final de paz, según el calendario confeccionado por las partes. No ha sido posible, porque difícilmente se deshacen cincuenta años de guerra en unos meses. Pero no es importante una fecha si hay voluntad firme de alcanzar acuerdos –y creo que la hay– y todos coincidimos en que el proceso también es irreversible. Importantes los contactos del secretario de Estado Kerry con las partes. La diplomacia debe aprovechar cualquier resquicio. Estados Unidos ha sido el gran apoyo de los tres presidentes colombianos que se sucedieron, comprometidos cada uno según el momento y las posibilidades, por alcanzar la paz : Pastrana, Uribe y el actual Santos.
Mientras Europa se estremece con un nuevo atentado yihadista en Bruselas, América vive, por lo menos, un clima de esperanza.
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