Santiago de Compostela
Perros de presa
¿Son los medios de comunicación un reflejo de la realidad o somos creadores de realidad? Estoy seguro de que la mayoría de nosotros, en algún momento, nos hemos hecho esta pregunta, sobre todo a raíz del tratamiento que damos a determinados temas o, por el contrario, por el olvido a que sometemos a otros.
Guste o no, somos los medios los que colocamos en el tablón de anuncios de la opinión pública la agenda del día con los temas a tratar, los que sacamos a la luz una realidad o escondemos otra, los que nos volcamos con un acontecimiento determinado o los que, con la misma facilidad, lo relegamos al fondo del cajón de las noticias viejas.
¿Qué criterios rigen esta selección? No seré yo el que se atreva a explicar los motivos que llevan a elegir unos temas sobre otros, porque, a ciencia cierta, creo que nadie lo sabe y, muchas veces, son las propias circunstancias de la noticia las que hacen que el foco del interés se detengan sobre ella. En el fondo, somos como perros de presa y una vez que hemos elegido un tema que vemos que «funciona» no lo soltamos hasta que le hemos sacado todo el partido mediático, que no informativo, posible.
Aún recuerdo la tarde noche que saltó a la luz la noticia de la desaparición de Asunta Basterra y, un par de días más tarde, su aparición en un paraje boscoso cercano a Santiago de Compostela. En principio, la noticia era una más. Por desgracia, se trataba de un suceso triste pero no por ello extraño: una niña que desaparece y días después es hallada sin vida. Es más, el hecho de que las primeras pistas indicasen que no había signos aparentes de violencia ni de violación lo relegaron un poco. De hecho, no fue hasta que los investigadores pusieron los ojos sobre la madre, primero, y el padre, después, que se convirtió en noticia de portada. A partir de ahí, mordimos la presa y no la hemos soltado aún.
Además, se produce otro fenómeno en estos casos y es el seguidismo mediático, esa inercia que lleva a los medios a no poder abstraerse de abordar un tema que da todo el mundo. Es muy difícil no entrar en el juego y no participar en esa carrera en la que incurren especialmente las televisiones y los periódicos de tratar de aportar siempre algo nuevo que no hayan ofrecido los demás: basta un detalle diferenciador, un enfoque distinto, un testimonio... lo que sea para tratar de marcar distancias y eso lleva, en demasiadas ocasiones, a la falta de rigor, a dar pábulo a cualquier fuente, a hacer el juego a las partes...
Otro caso que llama la atención es el de las tragedias internacionales, especialmente las relacionadas con catástrofes naturales. En este tipo de informaciones prima, más allá del número de afectados y de la cercanía –más la cultural que la geográfica–, la existencia o no de imágenes. Las conciencias occidentales se nutren de vídeos y fotografías del dolor ajeno, lo que nos permite volcarnos durante un corto periodo de tiempo –raramente más de un mes– con determinadas catástrofes: Haití, Filipinas, Indonesia, Fukushima... Sin duda, se trata de graves desgracias, pero ¿les haríamos el mismo caso sin imágenes de dolor con que ilustrar las páginas de nuestros periódicos o los informativos de nuestras televisiones? En este sentido, la radio es más libre a la hora de priorizar sus temas, porque no es esclava de la imagen, sino, más bien, de los datos y los testimonios. Por ello, quizás las noticias de la radio sean las que más se ajustan al interés real de los ciudadanos, porque, salvo excepciones, no dependen más que de la fuerza de los hechos.
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