La situación

El umbral del dolor

«No hay límites, porque cualquier solución es válida para alcanzar el objetivo de seguir en Moncloa»

La táctica (el arte en el que Pedro Sánchez es un virtuoso) se ha repetido con éxito a lo largo de los más de cinco años de gobierno del líder socialista: consiste en explorar el umbral del dolor de la sociedad española, para elevarlo paso a paso. Hay una parte de esa sociedad que se ha negado a practicar este peligroso juego. Otro sector, su hinchada, lo ejercita con naturalidad, como si estuviera anestesiado y fuera insensible al daño.

Así, Sánchez rompió moldes al decidir que aceptaría cualquier voto que le hiciera presidente en la moción de censura contra Mariano Rajoy, en 2018. Podemos e independentistas se convirtieron en socios parlamentarios del PSOE. Lo nunca visto. Después, en 2019, elevó el umbral del dolor hasta hacer vicepresidente del Gobierno a Pablo Iglesias y entregar otros cuatro ministerios a Podemos. Lo nunca visto. Después, subió más el umbral del dolor al indultar a los sediciosos del 1 de octubre, para regocijo de los independentistas, que no entregaron nada a cambio, ni siquiera una frase de agradecimiento. Lo nunca visto. Después, subió más el umbral del dolor al derogar el delito de sedición y rebajar las penas por malversación. Lo nunca visto. Ahora, el umbral del dolor pudiera acercarse a su límite (si es que existe tal cosa para el tacticismo de Moncloa), con la previsible elaboración de una ley de amnistía. Y quién sabe si se romperán todas las expectativas y umbrales del dolor posibles con la apertura de una vía hacia la autodeterminación.

Todo puede ser, si se atiende a la repetida afirmación del líder socialista de que «buscaré los votos debajo de las piedras», como si tal cosa fuese algo de lo que vanagloriarse, en lugar de algo de lo que avergonzarse, porque denota una voluntad férrea de aplicar la rechazable máxima de que «el fin justifica los medios».

Pero en ese pantanoso territorio se ha instalado el PSOE, de la mano de su líder. No hay dolor, porque no existen los umbrales. Y no hay límites, porque cualquier solución es válida para alcanzar el objetivo de seguir en Moncloa.