Teatro

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Propeller, Shakespeare es sexy

Propeller, Shakespeare es sexy
Propeller, Shakespeare es sexylarazon

Cuando Edward Hall habla al otro lado del teléfono, uno tiene la sensación de que lo que el director británico hace con Shakespeare es sencillo. Parece lo más natural. Casi se diría que hacerlo de otro modo es imposible. Pero en la forma de vivir el teatro de Hall y de la compañía que dirige, Propeller, no hay nada sencillo: todo es un gran carnaval, una apuesta única, lúdica, en ocasiones casi gamberra, y nada «british», salvo acaso por la impecable dicción de sus actorazos. No caben aquí las absurdas repeticiones del feminismo políticamente correcto (va por los defensores del «ministros y ministras»): en Propeller, como en la Inglaterra de Shakespeare, sólo trabajan hombres. En 2011 mostraron su talento en Madrid con «Ricardo III» y «La comedia de los errores» y ahora regresan, en inglés sobretitulado dentro del Festival de Otoño, con otro doblete ineludible: «Noche de reyes» y «La fierecilla domada».

Amor con equívocos

Cuenta el director que vuelven con versiones renovadas de montajes estrenados hace algunos años. «Las he vuelto a montar. Son básicamente las mismas puestas en escena, pero la mayor parte de los actores son nuevos», explica, además de matizar que ha repasado a fondo «La fierecilla domada»: «Hay más contraste ahora entre la comedia y la tragedia en la obra».

Se trata de dos comedias que andan a vueltas con el amor y, en ambos casos, con divertidos equívocos. «Creo que podemos aprender dos cosas muy importantes –asegura Hall de lo que nos lega Shakespeare al cabo de cuatro siglos–. En "La fierecilla domada"aprendemos que el amor necesita humanidad, no puede ser egoísta. Cuando lo es, puede convertirse en algo muy cruel, como le ocurre a Petruccio. Shakespeare nos recuerda que debemos ser respetuosos y tratar bien a las mujeres. En "Noche de reyes", al haber tantas confusiones con los disfraces de los personajes, nos muestra, en 2013, que el amor es lo más importante, ya sea entre un hombre y una mujer, entre dos hombres o entre dos mujeres. Es todo lo mismo. Creo que, a día de hoy, somos científicos obsesionados en nuestro análisis de esas etiquetas. Y no es algo que nos preocupe».

Ese juego de equívocos y ese desdén por las categorías establecidas es casi una marca de la casa en una compañía formada exclusivamente por hombres, y en el caso de «Noche de reyes», con la protagonista, Viola, travestida en el criado Cesario para poder estar cerca de Orsino, de quien está secretamente enamorada, y ésta interpretada a su vez por un actor, parece que la situación estuviera escrita a propósito para Propeller. «Orsino se siente extrañamente atraído por este chico, porque eso es lo que es, ¿no? Claro que él está en realidad enamorado de una joven. Pero es una de las confusiones sexuales que nos recuerdan que lo más importante es el amor. ¡Olvidemos las etiquetas!». Y dice entre risas el director británico: «A lo mejor Shakespeare era un adelantado a su tiempo... ¡O a lo mejor es que nosotros hemos retrocedido!».

Su forma de entender el teatro no tiene que ver con una mal entendida fidelidad al teatro isabelino. «No creo que seamos más fieles en ese sentido. Quizá a veces sí, pero acaso en otras ocasiones, no. A veces podemos dar con una línea de trabajo en la que hay ciertos ecos por el hecho de que un hombre haga un determinado papel... Pero el motivo por el que en la compañía sólo hay actores es realmente otro. Propeller nació con una producción de "Enrique V"hecha enteramente por hombres. Me pareció que la idea era perfecta ya que se trataba de un grupo de soldados que contaba la historia con el rey ya muerto hace tiempo. Funcionó tan bien y trabajamos con tal confianza entre nosotros que decidimos hacer otra obra juntos, y luego otra y otra... Y acabamos siendo una compañía. Si hay algo que ilustre la suspensión de la verosimilitud cuando ves una obra en un teatro y nos recuerde que el naturalismo es irrelevante es esto». Por eso, por no tratarse de una imposición, no descarta incluir actrices en el futuro: «Sí, lo he pensado, pero es que siempre les prometo a mis actores papeles en la próxima producción. Trato de mantener a la compañía unida. A lo largo de 30 años han pasado por Propeller unos 50 intérpretes, que son realmente muy pocos». Las defensoras de las cuotas podrían tener motivos para ponerlos en su lista negra. Hall asegura que «tenemos un montón de mujeres entre nuestras fans. Lo que hacemos puede ser muy sexy, si se hace bien. ¡Las mujeres, al menos, lo encuentran muy sexy a veces!».

Otra de las características de Propeller es el humor que puede encontrarse no ya en sus comedias, sino incluso en algunas de las tragedias que interpretan. Aunque, claro, hablamos de una compañía dedicada en cuerpo y alma al bardo de Stratford Upon Avon. «Yo creo que eso es por la ironía de la vida. Y Shakespeare está repleto de ironía, de sorpresas. Siempre nos muestra el lado opuesto las cosas. Y nos revela lo ridículo de la naturaleza humana y lo idiotas que somos todos. Incluso cuando estamos en una gran tragedia. Como compañía tratamos de encontrar los puntos de unión entre la grandes comedias y tragedias y los mezclamos, algo que es interesante a menudo y hace nuestro trabajo más dinámico».

La compleja madurez

«La fierecilla domada» pertenece a la etapa de juventud de Shakespeare. Hay energía, velocidad y ganas de juego. En «Noche de reyes», la última comedia de amor que escribió, ya adulto, el verso es más profundo y reposado, y la trama, sofisticada. También es hermoso, con algunos de los parlamentos más bellos del idioma inglés. «Es realmente difícil responder a esa pregunta», se escabulle Edward Hall sobre si prefiere al Shakespeare de juventud o al de los últimos años. «Sin duda, las últimas obras son más difíciles de dirigir, porque exigen más de ti. Me gustaría montar "La tempestad", que es una obra muy compleja. Se suele decir que no se puede montar entera, y como dramaturgo, Shakespeare se reta a sí mismo en términos dramáticos y del lenguaje». Y asegura: «En estas obras, incluso en los momentos en los que Shakespeare riza el rizo, nunca tienes la sensación de que está escribiendo por dinero. Sus primeras piezas a veces son duras porque no están tan bien construidas, tan bien armadas, y te toca a ti aplicar el pegamento para que se mantengan en escena. Te exigen pensar a fondo en los temas que abordan. Pero si se hacen bien, puedes obtener una experiencia muy intensa, ya sea de sus primeras obras o de las últimas. Si no están bien montadas, es como mirar a un cuadro a través de una máscara que tuviera las aberturas para los ojos muy pequeñas: no puedes verlo entero». Algo que, asegura, «ocurre muy a menudo. Hay muchas trampas en las que puedes caer».