Feria de San Isidro
Rafaelillo lloró tras una grandiosa faena
El murciano falló con la espada una intensa labor a un toro de la ganadería de Miura en la última corrida de la Feria de San Isidro
- Las Ventas (Madrid). Última de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Miura, serios y grandes. El 1º, deslucido por inválido; el 2º, orientado por el derecho y tardo y de poco juego por el izquierdo; el 3º, descastado y flojo; el 4º, repetidor y de media arrancada, pero con transmisión en su arrancada; el 5º, peligroso por el izquierdo y se deja algo más por el derecho; y el 6º, franco, repetidor y a media altura. Lleno en los tendidos.
- Rafael Rubio «Rafaelillo», de grosella y oro, pinchazo, media delantera (silencio); y dos pinchazos, estocada desprendida (vuelta al ruedo).
- Javier Castaño, de blanco y oro, pinchazo, estocada, descabello, aviso (silencio); y dos pinchazos, media, descabello (silencio).
- Serafín Marín, azul celeste y oro, dos pinchazos, estocada corta y baja (silencio) ; y tres pinchazos, aviso, estocada tendida y caída, dos descabellos (pitos).
- Parte médico del banderillero Marco Galán: Cornada en escroto, que contusiona testículo izquierdo, y puntazo corrido en pierna izquierda. Pronóstico reservado.
A Rafaelillo le hicieron esperar toda la feria para vestirse de torero en Madrid. Última tarde, dos toros. Mentira. Y de las gordas. El primer astado de Miura, ese que abría la corrida con la que se cerraba la feria, salió ya de toriles con lo justo y cuando tomó la primera vara era una evidencia que no podía ni con el rabo. De humillar ni hablamos. Pero en ese rango de problemas, la falta de fuerza era la primaria. Se protestó. Se pidió la devolución, pero el presidente tiró para adelante casi con las mismas que el animal se desplomó al comienzo de faena de Rafaelillo. No había opción de estar bien o mal, Rafaelillo se la jugaba este San Isidro con un solo cartucho.
Una larga en el tercio dio con el cuarto con la intención de romper el hielo y dar un giro a la tarde. Lo que casi logra el toro en el segundo o tercer lance con un conato de saltar al callejón. Le fallaron los cálculos. Brindó al público, era lo que tenía, y comenzó la faena de rodillas. Vio lo que no veíamos a estas alturas los demás. Hizo Rafael perfecto el enganche con el toro, que era lo más relevante del Miura, porque después lo que quería era quitarse el engaño de encima. Le esperó, en los tiempos del toro, se la dejó siempre puesta y sacó algunos muletazos de nota como los cambios de mano. El toro tenía cierta franqueza, se vino arriba, y con esa media arrancada fue capaz el torero, templado y fino, de afilar todas sus armas para dar muletazos con mucha verdad y más lentitud todavía. Vertical y tan despacio que el toreo caro lo hacia posible con un toro de Miura. Monumental al natural. De veras. La espada no le acompañó y sí las lágrimas que derramaba sin ser capaz de contener en la unánime vuelta al ruedo. Se le veía deshecho, instantes antes se había asomado al triunfo.
Certero fue el quinto para meterle el pitón por la ingle a Marco Galán con las banderillas. Desarrolló por el zurdo después y medio se dejó con la derecha ante la voluntad de Castaño.
El segundo desafió a la geometría estirando el cuello ya de salida fuera de lo común. Por encima de los tableros asomaba la cara. Vigilante. En el saludo de capa de Javier Castaño arrolló por el pitón derecho de manera brutal. Acortó distancia, pero nunca quiso emplearse. Por ese lado, por el derecho, no tenía uno el Miura embistiendo por dentro y altísimo, y por el izquierdo pasaba por ahí sin humillar jamás. No había mucha tela que cortar y así lo vio Javier Castaño que anduvo con brevedad.
A saltos y echando las manos por delante llegó a la capa de Serafín Marín el tercero. Un lastre fue después. Flojo, perdiendo las manos y de corta y descafeinada arrancada. Frustrante oponente para un Serafín Marín que lo intentó a pesar de todo. Fue el sexto el más franco del encierro y así lo mostró Serafín Marín en los albores de faena y por la diestra. Tenía prontitud el animal, repetición y tomaba el engaño a media altura. Según fue avanzando el trasteo se le ensució la faena al torero catalán y cuando quiso recuperar el temple los ánimos ya estaban revueltos. Por eso Madrid es tan difícil. En la mano, y con unanimidad, lo tuvo Rafaelillo.
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