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Juan José Omella, una extensión de Francisco al frente de la Iglesia española

Juan José Omella, elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal El hombre fuerte del Papa en España representa la corriente preferida por el Gobierno de Sánchez. Mediador con el independentismo, en temas delicados, «mi papel es tender puentes y fraternidad», avanzó en su primera rueda de Prensa

«Entro en este camino con temblor y temor», reconoció ayer un risueño Juan José Omella (Teruel, 1946) en su primera comparecencia como presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE). El hombre fuerte del papa Francisco en España estaba primero en todas las quinielas para suceder al arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, y tras despuntar el lunes por la tarde en el sondeo de aproximación, ayer ganó por mayoría absoluta en las votaciones secretas de la Asamblea Plenaria. Horas después se presentó ante los periodistas con unos aires que hace tiempo que no se respiraban en Añastro. Agradeció el apoyo recibido y la labor de los periodistas, «aunque a veces son un poco revoltosillos».

Omella quiere implantar en la Iglesia española esa impronta del «Evangelii Gaudium» (Alegría del Evangelio) de Francisco. «Hay que recuperar ese gozo», dijo, por eso avanzó que el nuevo Plan Pastoral traerá «nuevos métodos, un nuevo lenguaje y también un nuevo ardor» siempre en consonancia con esa «Iglesia en salida», santo y seña del pontífice argentino.

No es ningún secreto que Francisco quería a Omella al frente de la Iglesia española. Algunas voces apuntan a que también era el preferido del Gobierno de coalición de Pedro Sánchez. El nuevo presidente de la CEE aterrizó en la diócesis de Barcelona en 2015, después de pasar por las de Barbastro, Logroño y Zaragoza. Llegó a Cataluña en sustitución de Lluís Martínez Sistach como una voz moderada entre el sector constitucionalista y el indepentista. Y como tal ejerció cuando estalló el conflicto catalán del 1-0. Mantuvo encuentros con el Gobierno de Mariano Rajoy y el de Carles Puigdemont para rebajar tensiones, pero no se ganó la simpatía de ningún bando: se postuló como firme defensor de la Constitución, pero a la vez afeó la prisión preventiva a los políticos presos por el «procés» y pidió que se les acercara a las cárceles catalanas. Ahora que Sánchez necesita a ERC para sacar adelante los presupuestos y poder continuar con la legislatura, tener a Omella al frente de la Iglesia es un punto a favor en ese juego de equilibrios. Según estrenó el cargo, este turolense de 73 años tuvo que hacer frente a estas cuestiones. Sobre su papel de moderador en la cuestión catalana se limitó a decir que «en los temas más delicados, se han de buscar siempre los caminos de crear puentes, inspirados por la fraternidad y la convivencia».

Ese ánimo conciliador con el que se presentó ayer, tendrá que mantenerlo durante los cuatro años que dure su cargo tanto fuera como dentro de Añastro. En clave interna, deberá aterrizar las reformas del Papa Francisco en el episcopado, donde hay una corriente contraria al aperturismo. En su primera comparecencia no escondió que existen diferentes corrientes –pro y contraria a Bergoglio– entre los purpurados de la Conferencia Episcopa, si bien matizó que «no existen sectores, sino distintas sensibilidades. Unos son más risueños, otros más serios, pero todos somos hermanos».

En clave externa, le espera una legislatura complicada, pues el gobierno socialista tiene una agenda política que en algunas cuestiones choca frontalmente con los postulados católicos: la eutanasia, la nueva ley educativa que pone en jaque la educación concertada, la reforma fiscal que anula la exención del pago del IBI a la Iglesia o la resignificación del Valle de los Caídos, serán cuestiones con las que deberá bregar. Omella lo hará con sus señas de identidad, que son las misma que las de Francisco: el diálogo y la negociación.

Preguntado sobre el papel que desempeñará en este escenario político, el arzobispo de Barcelona señaló que «estamos para colaborar con todas las instituciones, también con las del Estado» porque la Iglesia «está al servicio del bien común, con un buen diálogo». «Ellos nos necesitan a nosotros y nosotros a ellos», apostilló.

La doble O

El nuevo gobierno de la Conferencia Episcopal mira directamente a Roma. Omella tendrá como mano derecha a Carlos Osoro, arzobispo de Madrid y nombrado vicepresidente. Ambos fueron creados cardenales por el actual Papa y serán los encargados de encarar los retos que tiene la Iglesia con el sello «bergogliano»: la secularización de la sociedad y el desprestigio de la institución entre los ciudadanos, la virulencia de los escándalos de pederastia, las revisión que se hará de los bienes inmatriculados durante tantos años por las diócesis, etc.

Omella representa un cambio de ciclo, respaldada por la Asamplea Plenaria. Su victoria ha sido holgada, pues de los 87 votos ha conseguido 55. Además de Osoro estarán en su Ejecutiva el secretario y portavoz de los obispos, Luis Argüello y los obispos Jesús Sanz, García Beltrán, Mario Iceta, Jesús Catalá, Gil tamayo y Sáiz Meneses.