Religión

Lo único necesario

Textos de oración ofrecidos por el sacerdote – vicario parroquial de la parroquia de Santa Ángela de la Cruz, Madrid

Puesta de sol
Puesta de solJosé Javier Miguez Rego

Lectio divina para este domingo XVI del tiempo ordinario

¿Orar o actuar? ¿Callar o hablar? ¿Esperar o apurar? Son las preguntas que continuamente nos surgen ante las urgencias de la vida, especialmente ante el reto de asumirla por cuenta propia o dejarnos iluminar desde lo alto. Sobre esto nos enseña la escena del evangelio de hoy:

«En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano”. Respondiendo, le dijo el Señor: “Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada”.» (Lucas, 10, 38-42).

Las actitudes de Marta y María de Betania generalmente son vistas en contraposición. Sin embargo, el mensaje del evangelio aquí también va más allá de la dialéctica. Porque su lógica no es la de escoger entre una u otra opción, sino ser capaces de armonizar uno y otro extremo en una perspectiva mayor. Notemos que así nos aparecen los tres personajes de esta escena. En primer lugar, están Marta y María, que son hermanas, lo cual en la Biblia siempre nos sitúa ante un vínculo en la misión y el aprendizaje. Cada una es libre, no está determinada por la otra, pero sus identidades se entienden mejor desde la relación recíproca. La quietud de María desconcierta a la laboriosa Marta, pero esta es invitada a dar el justo lugar a sus afanes ofreciendo la primacía a la escucha del Maestro. Entre una y otra, la persona de Jesús aparece como el modelo y aspiración mayor que ambas tienen como referencia, Marta de sus labores y María de su escucha. Es él quien les enseña a situar cada actitud en su justo lugar.

¿Qué nos dice esta escena sobre las alternativas que tantas veces debemos tomar, especialmente sobre la aparente disyuntiva entre oración y acción? Ante todo, que hay un orden entre una y otra, como también que estas no tienen por qué entenderse en contraposición, sino unidas e iluminadas por la persona de Cristo. Él es el Hijo que se mantiene eternamente ante el Padre (Juan 1, 1), y así nos enseña a vivir también a nosotros. Ciertamente, hay momentos para orar y momentos para trabajar, momentos de aprender y momentos de ejercitar lo aprendido, pero estamos llamados a descubrir que tanto unas como otras son ocasiones a vivir en presencia de Dios. Él no cambia si oramos o actuamos; somos nosotros los que podemos ser transformados por Él si aprendemos a armonizar una y otra vivencia con sentido sobrenatural. Porque la oración por sí sola puede convertirse en mero cumplimiento piadoso que se evade de las responsabilidades, como la acción sin oración puede devenir en activismo desgastante.

¿Qué tiene el primer lugar, trabajar solo para pagar los gastos la familia o dedicarle lo mejor de nuestra atención, ejemplo y afecto? ¿Vale más un trabajador que hace mil cosas, pero sin compromiso ni fidelidad, o uno que se concentra en lo debido con entrega, lealtad y alegría? Una vez más, nos encontramos con que el ser debe preceder al hacer; el amor a Dios, antes que las obras que Él nos encomienda. Démonos cuenta de que todas esas cosas que hacía Marta eran buenas y tenían un buen objetivo, pero necesitaban también el mejor de los inicios. María, su hermana, ponía por delante la escucha y reverencia al Señor. De él deben brotar todos nuestros esfuerzos, como de su fuente, para que tiendan hacia Él, como a su fin.

Este orden de las cosas es el que también hemos de vivir siempre como Iglesia, porque esta es la comunidad de los discípulos, cuerpo de Cristo que debe mantenerse unido a su cabeza. ¡Cuántas obras de apostolado, cuántas cavilaciones, servicios asistenciales y hasta muchas celebraciones religiosas quedan infecundas por no tener su origen en la oración y el discernimiento de la voluntad de Dios! ¡Cuántas personas de fe, entre ellos tantos consagrados y cristianos comprometidos, experimentan una lenta o más rápida erosión de su esperanza y sus fuerzas por haber perdido la conexión con la fuente del amor y la sabiduría! ¡Cuántas familias que pierden el amor que les unía por no alimentarlo con una relación viva y coherente con Dios! Hoy, como entonces, el Maestro nos vuelve a amonestar para enseñarnos las prioridades de la vida: «Te ocupas de muchas cosas, pero solo una es necesaria». La escucha de su Palabra y la respuesta a su voluntad son lo que debe originar toda nuestra actuación, esfuerzos y vivencias.