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522 mártires para la reconciliación
El cardenal Angelo Amato preside la mayor beatificación de católicos perseguidos antes y durante la Guerra Civil. «La Iglesia no busca culpables; es la fiesta del perdón»
El cardenal Amato preside en Tarragona la mayor beatificación de católicos asesinados antes y durante la Guerra Civil: «La Iglesia no busca culpables; es la fiesta del perdón», aseguró
Echar la vista atrás para perdonar. Mártires de la reconciliación. Alejados de toda ideología. Simplemente testigos de la fe. Hasta el final. Es la razón de la beatificación más numerosa en la Iglesia en España celebrada ayer en la antigua Universidad Laboral de Tarragona, en la que participaron más de 20.000 personas. Así lo puso de manifiesto el cardenal Angelo Amato, prefecto para la Congregación para la Causa de los Santos, quien, en nombre del Papa, proclamó beatos a 522 mártires que fueron asesinados durante la década de los años 30. En total, ya son 1.523 los cristianos asesinados por el odio a la fe que han subido a los altares en España de la mano de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Faltaban dos minutos para las doce y media de la mañana cuando se descubrió el enorme tapiz. Se dejaban ver los rostros de los obispos, sacerdotes, religiosos –hijas de la Caridad, claretianos, mercedarios... Y laicos víctimas de la persecución religiosa. Llegaron los aplausos, las lágrimas y las sonrisas de satisfacción. «No fueron caídos de la Guerra Civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia. Estos hermanos y hermanas no eran combatientes, no tenían armas, no se encontraban en el frente, no apoyaban a ningún partido, no eran provocadores», sentenció durante la homilía Amato, al que le acompañaban en el altar 7 cardenales, 104 obispos y 1.386 sacerdotes. «España es una tierra bendecida por la sangre de los mártires», añadió.
El «enviado especial» del Santo Padre subrayó además que «eran hombres y mujeres pacíficos. Fueron matados por odio a la fe, sólo porque eran católicos». Al referirse al contexto histórico que propició el ataque, un «periodo oscuro de hostilidad anticatólica», apuntó que «vuestra noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología, que anuló a millares y millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos y escuelas católicas, destruyendo parte de vuestro precioso patrimonio artístico».
Amato explicó cómo, «a la atrocidad de los perseguidores, no respondieron con la rebelión o con las armas, sino con la mansedumbre de los fuertes», ya que «no odiaban a nadie, amaban a todos, hacían el bien a todos». Destacó la «respuesta valiente y unánime» de los nuevos beatos, que no se avergonzaron del Evangelio y permanecieron «fieles a Cristo». De hecho, apuntó que «en los años previos a la persecución, en los seminarios y casas de formación, eran informados claramente sobre el peligro mortal en el que se encontraban». También respondió al porqué la Iglesia beatifica a los mártires: «No quiere olvidar a estos, sus hijos valientes», apuntó para, a renglón seguido, destacar que «la Iglesia, casa del perdón, no busca culpables».
Con la mirada puesta en el mundo de hoy, el cardenal Angelo Amato subrayó que «nada puede justificar la guerra, el odio fratricida, la muerte del prójimo. Con su caridad, los mártires se opusieron al furor del mal, como un potente muro se opone a la violencia monstruosa de un tsunami». Es más, el cardenal apuntó durante la celebración que «con su mansedumbre, desactivaron las armas de los tiranos y verdugos, venciendo al mal con el bien». Así, se refirió a los nuevos beatos como «profetas siempre actuales de la paz en la Tierra».
Parafraseando al Papa, apuntó que los mártires «nos invitan a perdonar» desde el Evangelio, una misericordia que «no es sentimiento, no es buenismo», sino «la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del "cáncer"que es el pecado». De ahí que presentara la beatificación como «la fiesta de la reconciliación, del perdón dado y recibido; el triunfo del Señor de la Paz», e invitó especialmente también a los jóvenes a «ir contracorriente».
Rouco Varela: «Nos volvemos fortalecidos en la fe»
Al concluir la celebración, en nombre de la Iglesia española, el cardenal Antonio María Rouco Varela agradeció tanto a Benedicto XVI como al Papa Francisco la firma de los decretos que autorizaban la beatificación de los mártires. El presidente de la Conferencia Episcopal presentó el acto como «un fruto precioso del Año de la Fe», recordó el «prolongado trabajo de años» que implica preparar una causa de beatificación y agradeció en catalán la acogida del arzobispo tarraconense, Jaume Pujol. «Nos volvemos a nuestras casas fortalecidos en la fe, por el testimonio heroico de tantos testigos firmes y valientes de Jesucristo».
Reliquias, palmas y la «Moreneta»
Custodiada por una procesión de palmas –símbolo del martirio–, llegó hasta el altar la urna en que se depositaron las reliquias de los 522 mártires. Fue éste uno de los gestos más emotivos de la celebración, junto a los cantos de las voces blancas de la Escolanía de Monserrat y la presencia de una réplica de la «Moreneta», patrona de Cataluña, que el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, tiene en su despacho.
Fernández Díaz: «Hoy más que nunca España necesita reconciliación»
«Hoy más que nunca se necesita reconciliación, comprensión y moderación en el mundo en general y en España, en particular. Esta ceremonia no va contra nadie», expresó ayer el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, quien, junto al titular de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, y el presidente del Congreso, Jesús Posadas, encabezó la representación institucional. «No tiene ningún tipo de connotación ni partidaria ni política. Ha sido la propia Iglesia quien, en su convocatoria, nos ha dejado muy claro que este acto es un reconocimiento cristiano», aseguró ayer el ministro de Justicia. Al acto también acudió el presidente de la Generalitat, Artur Mas.
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