Iglesia Católica
El bastión católico de centroeuropa
Polonia, que sufrió el comunismo ateo, no olvida sus sólidas raíces cristianas. Mantiene como su «principal referencia» a la Santa Sede.
Polonia, que sufrió el comunismo ateo, no olvida sus sólidas raíces cristianas. Mantiene como su «principal referencia» a la Santa Sede.
Polonia es uno de esos países en los que se puede comprobar que Tertuliano tenía razón cuando en el siglo I dijo que «la sangre de los mártires es semilla de cristianos». Y es que, tras sufrir el comunismo ateo y totalitario, este país centroeuropeo se ha convertido hoy en uno de los bastiones católicos de Europa, en los que la conciencia cristiana sigue teniendo mucho que decir y en el que las fotos que inundan las calles no son de modelos o futbolistas, sino de un santo, su santo, san Juan Pablo II. No hay nada que haga sentir más orgullo a un polaco que «su Papa». Las cifras lo confirman, pues de los más de 97 millones de polacos, el 97,6% se consideran católicos. Además, cuenta con 156 obispos, 30.661 sacerdotes, 20.159 religiosas, 3.388 seminaristas y 14.154 catequistas.
Tan arraigado está el catolicismo en el país que a su presidente no le duelen prendas en reconocerlo. Ayer, en una entrevista publicada por KAI, la agencia católica polaca, el presidente de la República, Andrzej Duda, reconoció que la voz de la Santa Sede continúa siendo muy importante para el país. Es raro hoy encontrar un presidente que habla sin tapujos de la importancia de la religión e, incluso, de la amenaza de la secularización.
«La Santa Sede siempre ha sido la mayor referencia para Polonia, no sólo porque es el corazón de la Iglesia católica o porque el catolicismo sea la religión dominante en nuestro país. Bajo el régimen comunista, el Vaticano protegió nuestros valores tradicionales, censuró al régimen y apoyó a los polacos a la hora de recuperar su soberanía. La Santa Sede fue nuestro aliado. Durante el pontificado de Juan Pablo II, la solidaridad y el apoyo fueron más evidentes. Como Papa dijo en una homilía en Gdansk en junio de 1987: ‘‘Intenté hablar sobre vosotros, para vosotros con mis palabras’’», explicó.
Para Duda, aunque ya han pasado casi 30 años del colapso del comunismo, la Santa Sede «sigue teniendo una importancia suprema para nosotros». «Nos enfrentamos a nuevos desafíos, que, a menudo, los políticos no conseguimos identificar. Francisco nos habla de ellos con palabras sencillas y conmovedoras. Se refiere a la pobreza y la desigualdad social, habla del hambre en África y Asia, y de la contaminación del medio ambiente, una amenaza mortal para nuestro planeta», añade, al tiempo que considera fundamental al Vaticano en el debate «sobre la intensa secularización de Europa, que es una causa de preocupación y amenaza».
Precisamente en la lucha contra la secularización y la pérdida de raíces cristianas del Viejo Continente se entronca la respuesta que el propio Gobierno polaco dio a la Unión Europea, que, a través de su comisario de Derechos Humanos, le instaba a liberalizar la legislación sobre aborto, una de las más restrictivas y adjuntaba un informe ad hoc. La respuesta de la primera ministra polaca, Beata Szydlo, fue contundente: no admitirían injerencias y no se plantean la despenalización. De hecho, Szydlo se ha mostrado partidaria de la abolición total del aborto en el país. Según el Gobierno polaco, «su legislación se basa en la Constitución y está condicionada por un fuerte respaldo popular y por su respeto a la vida humana».
Y finalmente, no hay que olvidar que Polonia celebra este año el 1.050 aniversario de su bautismo después de que no pudieran conmemorar como hubieran querido el milenario en 1966 por la ocupación comunista. De hecho, estaba previsto que el Papa Pablo VI viajará hasta allí, pero finalmente no fue posible. En señal de protesta, se dejó el trono papal vacío en Czestochowa. Una celebración que tendrá su eco en esta JMJ con una eucaristía presidida por el Papa Francisco en el Santuario de Jasna Gora, en Czestochowa. Será mañana y acudirán el presidente de la República y las más altas autoridades del país.
«En 1966, el régimen comunista hizo todo lo posible por asegurarse de que los polacos olvidaran que el origen de nuestro estado fue un evento religioso y que nuestra historia como nación comenzó cuando el príncipe Mieszko I aceptó el cristianismo. Ahora, la libre Polonia conmemora sus orígenes en Jasna Gora en presencia de Francisco. Esto demuestra lo mucho que hemos experimentado durante el último siglo», explicó ayer el presidente de la República.
Así es la Polonia a la que llega hoy Francisco, un país en el que el cristianismo sigue estando muy vivo y sus raíces también muy presentes en la vida pública. La persecución del régimen comunista y san Juan Pablo II tienen mucho que ver.
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