Rafael Catalá
El Papa, a los cardenales nuevos: «Haced bien al enemigo»
El Papa creó a 17 purpurados, entre ellos a Carlos Osoro, arzobispo de Madrid. La mayoría proceden de lugares remotos. Es su apuesta por la periferia
El Papa creó a 17 purpurados, entre ellos a Carlos Osoro, arzobispo de Madrid. La mayoría proceden de lugares remotos. Es su apuesta por la periferia
El arzobispo de Madrid ya es cardenal. En una vibrante y solemne ceremonia, el Papa Francisco impuso ayer el birrete cardenalicio a Carlos Osoro, también vicepresidente de la Conferencia Episcopal, junto a otros 16 nuevos purpurados que entran a formar parte del Colegio cardenalicio. La mayoría de ellos tiene la particularidad de que proceden de lugares remotos, es decir, de las periferias a las que tanta referencia hace el Pontífice.
De los recién creados purpurados, 13 poseen derecho a voto en el caso de celebrarse un cónclave, y el resto no podrá votar dado que tienen o superan los 80 años de edad, el límite marcado por el derecho canónico, por lo que el título cardenalicio es honorario.
La complicidad entre Francisco y Osoro quedó patente ya en el momento en el que el español se acercó hasta el altar de la basílica de San Pedro, subió y se arrodilló para que el Pontífice le hiciera entrega del birrete, así como del anillo y un diploma que le acreditan además como nuevo titular de la Iglesia de Santa María en Trastévere, una de las más populares y hermosas de toda Roma.
Entre las autoridades presentes provenientes de España estuvieron el ministro de Justicia, Rafael Catalá, así como el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga, y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, así como otros cargos del Gobierno.
La homilía del Papa no fue larga, pero sí contundente. En ella habló de algunas patologías que vive la sociedad moderna y que pudiera contagiar a la Iglesia y a los propios cardenales. Por ello les pidió vigilar atentamente no caer en la «mundanidad», así como responder a los posibles «enemigos» de una manera muy concreta: con amor.
Francisco, consciente de la difícil situación que vive el mundo, recordó que la «nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial». «Nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente, en nuestras sociedades, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos», afirmó.
A continuación, puso algunos ejemplos sobre esta realidad. «Vemos cómo rápidamente el que está a nuestro lado ya no sólo posee el estado de desconocido o inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza; posee el estado de enemigo». Pero también «enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por... Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder».
En su opinión, como frutos de este escenario «crecen» la «epidemia de enemistad y de violencia» que «se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia».
La última parte de la homilía estuvo dedicada a los propios cardenales, a quienes alertó de que «el virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar». «No somos inmunes a esto, y tenemos que velar para que esta actitud no cope nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio», dijo después
Bergoglio. También hizo una radiografía de los nuevos purpurados al recordar que «venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas».
Por otro lado, el Papa los invitó a amar a los enemigos independientemente del daño que hagan. «Jesús nos dice que al enemigo, al que te odia, al que te maldice o difama: ámalo, hazle el bien, bendícelo y ruega por él», destacó.
Tras la ceremonia, los nuevos cardenales fueron a visitar a Benedicto XVI al monasterio Mater Eclessiae, en el interior del Vaticano. Acudieron junto a Francisco, quien sonriente saludó con un fuerte abrazo a su predecesor. A pesar de su avanzada edad y sus problemas para caminar –esta es la principal razón por la que no pudo estar presente en la ceremonia–, el Papa alemán saludó uno a uno a los nuevos cardenales, quienes le expresaron su agradecimiento.
La unión de Osoro y Porras, de Venezuela
Por la tarde, los nuevos cardenales saludaron a cientos de invitados en el besamanos del Aula Pablo VI. Antes, cada uno festejó su cardenalato con un sencillo almuerzo. El arzobispo de Madrid lo hizo en el Pontificio Colegio San José junto al nuevo cardenal venezolano Baltazar Porras, amigos desde su etapa de estudiantes en Salamanca, como signo de «hermanamiento».
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