Jerusalén

El Papa reza por Jerusalén y pide una solución negociada con «dos estados»

Alerta de un mundo azotado por «vientos de guerra» y denuncia el actual modelo de desarrollo humano «caduco» que «provoca degradación humana social y ambiental».

El Papa imparte su bendición Urbi et Orbi desde el balcón de la Basílica de San Pedro, en Roma. L’Osservatore Romano
El Papa imparte su bendición Urbi et Orbi desde el balcón de la Basílica de San Pedro, en Roma. L’Osservatore Romanolarazon

Alerta de un mundo azotado por «vientos de guerra» y denuncia el actual modelo de desarrollo humano «caduco» que «provoca degradación humana social y ambiental».

na de las grandes preocupaciones del Papa Francisco es la cantidad de conflictos activos en todo el mundo. No en pocas ocasiones ha denunciado que el planeta está inmerso en una «guerra mundial a pedazos» que necesita de la comunidad internacional y del compromiso de todos para cambiar.

Cada 25 de diciembre, el Papa Francisco imparte la Bendición «Urbi et Orbi» («a la ciudad y al mundo») desde el balcón central de la basílica de San Pedro, y dirige un mensaje de Navidad en el que manifiesta su preocupación por las guerras y los más desfavorecidos, poniendo nombres y apellidos en cada caso. Ayer dedicó su mensaje a los niños de diferentes países en conflicto y pidió especialmente por ellos. También repasó la difícil situación que viven estas naciones. En especial habló de la crisis abierta en Tierra Santa a raíz de la decisión del presidente norteamericano Donald Trump de trasladar la embajada del país de Tel Aviv a Jerusalén y reconocerla como capital. También mencionó la interminable guerra en Irak, la situación en Yemen o en Ucrania, la crisis de Venezuela y el drama de cientos de niños vendidos a los traficantes de personas.

Francisco explicó al inicio que el nacimiento de Jesús «se renueva hoy en la Iglesia, peregrina en el tiempo: en la liturgia de la Navidad, la fe del pueblo cristiano revive el misterio de Dios que viene, que toma nuestra carne mortal, que se hace pequeño y pobre para salvarnos. Y esto nos llena de emoción, porque la ternura de nuestro Padre es inmensa».

El Papa denunció entonces que, por eso mismo, «mientras el mundo se ve azotado por vientos de guerra y un modelo de desarrollo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental» la Navidad «nos invita a recordar la señal del Niño y a que lo reconozcamos en los rostros de los niños, especialmente de aquellos para los que, como Jesús, “no hay sitio en la posada”».

Comenzó entonces a repasar los conflictos más importantes del mundo. El primero es el que afecta a todos «los niños de Oriente Medio» y que «siguen sufriendo por el aumento de las tensiones entre israelíes y palestinos». «En este día de fiesta, invoquemos al Señor pidiendo la paz para Jerusalén y para toda la Tierra Santa; recemos para que entre las partes implicadas prevalezca la voluntad de reanudar el diálogo y se pueda finalmente alcanzar una solución negociada que permita la coexistencia pacífica de dos Estados dentro de unas fronteras acordadas entre ellos y reconocidas a nivel internacional», pidió Francisco.

El Papa también tuvo palabras para la Comunidad Internacional, por los pidió a Dios para que sostenga su esfuerzo, así como el de aquellos «que desean ayudar a esa tierra martirizada a encontrar, a pesar de los graves obstáculos, la armonía, la justicia y la seguridad que anhelan desde hace tanto tiempo». Después de Tierra Santa, tocó el turno a los niños sirios, «marcados aún por la guerra que ha ensangrentado ese país en estos años». Oró, en este caso, para que «la amada Siria» pueda finalmente «volver a encontrar el respeto por la dignidad de cada persona, mediante el compromiso unánime de reconstruir el tejido social con independencia de la etnia o religión a la que se pertenezca».

Los niños de Irak y Yemen también fueron protagonistas del mensaje del Pontífice. «Vemos a Jesús en los niños de Irak, que todavía sigue herido y dividido por las hostilidades que lo han golpeado en los últimos quince años». También «en los niños de Yemen, donde existe un conflicto en gran parte olvidado, con graves consecuencias humanitarias para la población que padece el hambre y la propagación de enfermedades», señaló mientras los fieles escuchaban en silencio.

«Vemos a Jesús en los niños de África, especialmente en los que sufren en Sudán del Sur, en Somalia, en Burundi, en la República Democrática del Congo, en la República Centroafricana y en Nigeria», dijo sobre el continente del que Juan Pablo II afirmaba que dependía en gran medida el futuro de la Iglesia.

El conflicto de las dos Coreas, pero en especial las amenazas de una guerra nuclear por parte del líder del régimen de Corea del Norte, Kim Jong-un, contra Estados Unidos, recibió también la atención de Francisco. Ante esta situación, oró para que «en la península coreana se superen los antagonismos y aumente la confianza mutua por el bien de todo el mundo».

En varias ocasiones se ha manifestado en contra del gobierno venezolano de Nicolás Maduro y ha pedido una solución urgente a la crisis que sufre el país. «Que se pueda retomar un diálogo sereno entre los diversos componentes sociales por el bien de todo el querido pueblo venezolano», solicitó Jorge Mario Bergoglio. Como suele hacer en sus grandes mensajes, el Santo Padre tuvo un pensamiento especial hacia las personas desempleados y que «con gran esfuerzo intentan ofrecer a sus hijos un futuro seguro y pacífico». Pero también oró por los niños «cuya infancia fue robada, obligados a trabajar desde una edad temprana o alistados como soldados mercenarios sin escrúpulos».

Por último, denunció a los traficantes de personas que apresan a los niños y a los que son obligados a «abandonar sus países». «En sus ojos vemos el drama de tantos emigrantes».