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El Papa: «Que Corea sea una familia, sin vencedores ni vencidos»

En su segunda jornada en el país asiático, Francisco improvisó un minuto de oración por la unidad del sur y del norte: «Son vuestros hermanos»

Miles de personas han recibido a Franciscon con «Viva el papa» a su llegada al estadio Daejeon
Miles de personas han recibido a Franciscon con «Viva el papa» a su llegada al estadio Daejeonlarazon

Con gritos de ¡Viva el Papa! en inglés, italiano y, como no, en español, recibieron ayer cerca de 6.000 jóvenes católicos de Asia al Papa Francisco a su llegada al santuario de Solmoe, en la segunda e intensa jornada de su histórica visita a Corea del Sur. Fue la primera toma de contacto directa del Santo Padre con la juventud, y mañana domingo celebrará la VI Jornada de la Juventud Asiática con una misa multitudinaria. Como si se fundiera con ellos en un cálido abrazo de emoción y gratitud, Francisco se contagió del ambiente festivo del momento y dejó fluir junto a los jóvenes su lado más espontáneo. «¿Queréis que siga? ¿No estáis cansados?», les preguntó levantando la vista en mitad de su discurso en un claro ejercicio de improvisación.

Inmediatamente y ante semejante acto de acercamiento, los jóvenes respondieron con aplausos y vítores mientras le hacían fotos enloquecidos con sus teléfonos móviles. Fue entonces cuando el Pontífice pidió un minuto de silencio para rezar por los vecinos de Corea del Norte. «Señor, somos una familia, ayúdanos a la unidad, Tú puedes hacerlo. Que no haya vencedores ni vencidos, solamente una familia, que solamente queden hermanos. Les invito a orar en silencio por la unidad de las dos Coreas», imploró. Una más que evidente referencia a la situación de guerra técnica que mantienen desde el armisticio que libraron entre 1950 y 1953 y que concluyó con una tregua armada que continúa hoy en día.

Después, el Pontífice aseguró que «hay muchas esperanzas», pues Corea es una. Es una familia. Ustedes hablan la misma lengua, la lengua de familia, son hermanos. Cuando los hermanos de José fueron a Egipto a comprar de comer porque tenían hambre, tenían dinero, fueron allí a comprar comida, y encontraron a un hermano. ¿Por qué? Porque José se dio cuenta de que hablaban la misma lengua». A partir de ahí, invitó a los jóvenes a pensar «en sus hermanos del norte. Ellos hablan la misma lengua, y cuando se habla la misma lengua, hay también una esperanza humana».

En un acto de sinceridad absoluta, el Obispo de Roma confesó a los jóvenes que un amigo le dijo que no podía conectar con ellos leyendo un papel. Acto seguido se excusó admitiendo que tiene «un inglés muy pobre» y que no podía hacerlo. Sin embargo, volvió a dejarse llevar y pudo continuar con las improvisaciones en italiano gracias la ayuda de un sacerdote coreano que fue traduciendo cada una de sus palabras a la multitud, que escuchaba con atención.

Entre miles de banderas de 23 países diferentes y junto al lugar de nacimiento del primer sacerdote coreano, el mártir Andrew Kim Tae-gon, Jorge Mario Bergoglio quiso reflexionar sobre el lema de su viaje, «La gloria de los mártires brilla sobre mí». Recalcó a los jóvenes su labor de propagar su fe y les pidió que «vayan por caminos llamando a las puertas de otros, invitando a acogerlo en sus vidas», para que a través de ellos «el Señor ilumine la vida de este vasto Continente».

Antes de su discurso, tres jóvenes de diferentes países le formularon al Papa varias preguntas en las que plasmaron sus preocupaciones, tanto espirituales como sociales. La primera la pronunció una joven camboyana que quería saber cómo debe responder a la llamada de Dios y que pidió a al Pontífice que visite su país para beatificar a sus mártires. El segundo turno fue para un chico de Hong Kong que transmitió su preocupación sobre la tensa situación que viven los cristianos en China. Por último, Marina, una chica coreana, preguntó cómo deben afrontar los jóvenes la oposición a su fe y el ideal causado por el materialismo difundido en la sociedades capitalistas.

A todos ellos Francisco les respondió con un claro mensaje. «La felicidad no se compra, y cuando compras una felicidad después te das cuenta que esa felicidad se ha ido, no dura la felicidad que se compra, solamente la felicidad del amor, ésa es la que dura», les explicó al referirse a la creciente sociedad cuyo valor más importante es el dinero, «la idolatría de la riqueza», señaló. Por eso, según reconoció el Santo Padre, le preocupa la creciente desigualdad entre ricos y pobres. «Muchos de nuestros amigos y coetáneos, aun en medio de una gran prosperidad material, sufren pobreza espiritual», observó el Papa.

En esta misma línea continuó diciendo que hay un desierto espiritual que se extiende y que «afecta también a los jóvenes, robándoles la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma», en referencia al alto número de suicidios que cada año se registran en Corea del Sur entre los más jóvenes. Esto se debe a la extrema rcompetitividad entre los estudiantes surcoreanos, especialmente por las plazas en las escuelas de élite, que comienza desde las guarderías.

Ésta fue la primera vez que un Papa participa en la Jornada de la Juventud Asiática. El encuentro estuvo amenizado por actuaciones musicales y representaciones teatrales, y terminó con la parábola del hijo pródigo, una lectura mediante la cual el Papa quiso animar a los jóvenes a volver al Padre aunque hayan pecado. «Él no se cansa nunca de perdonar, no se cansa nunca de esperar». Y por eso, a continuación, Francisco pidió a los sacerdotes: «Abrazad a los pecadores y sed misericordiosos». Esta fiesta de la juventud católica de Asia, que es el equivalente asiático de la Jornada Mundial de la Juventud, comenzó a celebrarse en 1999 en Hua Hin, en Tailandia, con el fin de conectar a los jóvenes católicos del continente más poblado del mundo.