Actualidad

Brasil

El sueño de Francisco: una Iglesia adulta

La Razón
La RazónLa Razón

El Papa Francisco analizó ayer la situación de la Iglesia católica y ofreció su programa de pontificado en el encuentro que mantuvo en el edificio del arzobispado de Río de Janeiro con los cardenales y obispos brasileños, con quienes almorzó. En la alocución más descarnada en los cuatro meses de su pontificado, Jorge Mario Bergoglio puso el dedo en la llaga sobre uno de los más graves problemas de la comunidad cristiana: la desafección y el abandono de muchos de sus miembros, la lenta pero creciente descristianización.

ALEJADOS

Citando el Documento de Aparecida, dijo que no nos encontramos en una época de cambios, sino frente a un «cambio de época». Ante este momento que vivimos, invitó a la Iglesia a preguntarse por qué los fieles la abandonan. «Tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta"» Lamentó también el Papa que se haya mostrado «demasiado débil, demasiado lejana de las necesidades» de los alejados, «demasiado fría con ellos, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido».

SECTAS

Sea por unos motivos o por otros, son hoy legión los cristianos que «parecen vivir ya sin Dios» o que se han dejado seducir por nuevos grupos religiosos, como las sectas evangélicas que tanto han prosperado en Brasil en las últimas décadas. Son lo que Francisco consideró como «atajos», que muchos utilizan porque la «medida de la gran Iglesia les parece demasiado alta» o porque «la idea del hombres les parece inalcanzable». Pese a ello, no pueden vivir de espaldas a Dios, aunque sea a través de la «caricatura» que ofrecen estos grupos a quienes dejan «desilusionados» la Iglesia «en busca de alguien que les ilusione de nuevo».

PROPUESTAS

¿Cómo debe cambiar la Iglesia para tratar de invertir esta situación? Francisco pide primero que no se ceda frente el «desencanto, el desánimo o las lamentaciones». «Hemos trabajado mucho y a veces nos parece que hemos fracasado, como quien debe hacer balance de una temporada ya perdida, viendo a quienes se han marchado o ya no nos consideran creíbles, relevantes». La Iglesia debe responder «no teniendo miedo a entrar en su noche», encontrando su camino y siendo capaz de «entrar en conversación». «Necesitamos una Iglesia que sepa dialogar con aquellos discípulos que vagan sin meta, solos, con su propio desencanto y la decepción frente a un cristianismo considerado ya estéril, infecundo, impotente para generar sentido».

La comunidad cristiana debe ir hoy «más allá del mero escuchar» para ser capaz de «acompañar». Tiene que «ponerse en marcha con la gente» y darse cuenta de cuáles son las razones por las que hay quien se aleja de ella. «Esas razones en sí mismas contienen ya los motivos para un posible retorno, pero es necesario saber leer todo con valentía», destacó Francisco ante el episcopado brasileño. «Se necesita una Iglesia que también hoy pueda devolver la ciudadanía a tantos de sus hijos que caminan como en un éxodo».

MISERICORDIA

En particular, Francisco cita un elemento con el que la Iglesia puede empezar a retomar el pulso para volver a seducir a los alejados: la misericordia. Ya desde los primeros días de pontificado la consideró uno de los pilares de la fe cristiana. «Se requiere una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia», pidió. Sin ella, «poco se puede hacer hoy para insertarse en un mundo de ''heridos'', que necesitan comprensión, perdón y amor».

FAMILIA Y MUJER

En la misión de la Iglesia, resulta imprescindible el refuerzo de la familia, que pese a todos los cambios registrados en las últimas décadas, «sigue siendo la célula esencial para la sociedad». En particular citó el Papa a los jóvenes, «el rostro del futuro de la Iglesia», y a las mujeres, fundamentales en la transmisión de la fe. «No reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su participación activa en la comunidad eclesial. Si pierde a las mujeres, la Iglesia se expone a la esterilidad».

GLOBALIZACIÓN

En su análisis de la nueva época en que se encuentra tanto la sociedad como la Iglesia católica, Francisco se refiere a dos elementos que «prometían mucho»: la «globalización implacable» y a la «urbanización a menudo salvaje». Muchas personas se han «enamorado» de las posibilidades que ofrecían, pero se olvidaban en cambio de sus grandes lastres. Entre ellos citó «la confusión del sentido de la vida, la desintegración personal, la pérdida de la experiencia de pertenecer a un lugar, la violencia sutil pero implacable, la ruptura interior». También consideró males de la globalización la «ruptura interior y las fracturas de las familias, la soledad y el abandono, las divisiones y la incapacidad de amar, de perdonar, de comprender, el veneno interior que hace de la vida un infierno». Terminó hablando de los «intentos fallidos de encontrar respuestas en la droga, el alcohol y el sexo, convertidos en otras tantas prisiones».