Conferencia Episcopal

En defensa de lo innegociable

La Razón
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El próximo domingo 30 de diciembre, fiesta de la Sagrada Familia, la madrileña Plaza de Colón acogerá un año más el encuentro multitudinario de la Misa de las Familias, en la que se darán cita miles de familias cristianas procedentes de toda España y otras venidas de diversas partes de Europa.

No se trata, sin más, de un acto religioso, que lo es principalmente y que contará con una alocución especial del Papa Benedicto XVI desde Roma, sino de buscar en la era de las comunicaciones una proyección pública de relevancia, mediante un evento multitudinario que llame de forma positiva la atención de la sociedad sobre la verdadera naturaleza de la institución familiar, tan cuestionada y desnaturalizada hoy desde diversos y poderosos ámbitos ideológicos y políticos, que ofrecen falsas alternativas de diseño libertario a la institución más básica y esencial de la sociedad, al dictado del relativismo moral y jurídico.

Con este encuentro, que ya se ha hecho tradicional en estas fechas navideñas y que ocupa un lugar propio en la agenda social de fin de año, se ha posibilitado con acierto, gracias al impulso clarividente del cardenal Rouco Varela, que la voz de la Iglesia sobre el valor de la verdadera familia no quede encerrada en el interior de los templos como si fuera una cuestión «confesional» o «tradicional» propia de los católicos, que no tendrían derecho, según algunos, a imponer a los demás sus convicciones en una sociedad «laica». Se trata, en definitiva, de dar luz a cuestiones esenciales sobre la familia, la vida y el matrimonio, que nacen de las exigencias de la propia naturaleza humana y en las que se decide la suerte de la persona y de la entera sociedad.

La preservación de la auténtica institución familiar, de la que la Iglesia se ha hecho valedora casi en solitario, se basa en una serie de principios innegociables y de suyo «aconfesionales», asumibles por todos los ciudadanos de buena voluntad, que el Papa Benedicto XVI ha resumido en tres: la defensa de la vida humana en todas sus etapas, el reconocimiento de la verdadera familia, nacida de la unión de un hombre y una mujer, y la libertad de educación.

Gracias, además, a esta iniciativa anual, la opinión pública percibe, mediante el testimonio gozoso de miles de padres y madres cristianos con sus hijos, que es posible vivir una verdadera familia y que con ella se amortiguan dificultades, como las presentes, y, sobre todo, se fundamenta el amor y la esperanza para superarlas con un futuro digno.