Semana Santa

Fiesta y cruz

Nazarenos de la Hermandad de la Entrada Triunfal de Córdoba
Nazarenos de la Hermandad de la Entrada Triunfal de Córdobalarazon

Jesús entra en Jerusalén en tono de fiesta y se deja aclamar como rey. Él conoce la misión redentora que el Padre le ha confiado y, abiertamente, quedará patente a partir de este momento: Él es el Mesías, es el Hijo de Dios vivo, es el Rey de Israel. Lo sabe y lo anuncia. Y entra humilde, a lomos de una borriquita, no con el poder de este mundo ni con la arrogancia de los poderosos, sino humilde en actitud de amar a todos, especialmente a los más débiles, y de ofrecer a todos su misericordia. El Domingo de Ramos es una fiesta de alegría. Los que siguen a Jesús no son personas tristes, sino alegres. Alegres, precisamente porque seguimos a Jesús.

Y este rey tiene como trono la Cruz. Desde ahí reina y ofrece a todos los hombres su misericordia y su perdón. Desde la cruz lava con su sangre todos nuestros pecados y los del mundo entero, cargando con ellos. Carga con nuestra suciedad, con todos los males: guerras, violencias, afán de dinero, corrupción, crímenes contra la vida humana y contra la creación. Jesús carga con todo y lo vence con su amor desde la cruz. Acercándonos a Él nos sentimos aliviados, porque es el Cordero que quita el pecado del mundo. Hemos de llevar la cruz de Cristo con amor, nunca con tristeza, y hacer todo el bien que podamos.

El domingo de Ramos es particularmente la fiesta de los jóvenes, que aportan su alegría a la vida cristiana. Un corazón joven, aunque sea de setenta u ochenta años. Con Cristo, el corazón no envejece nunca. El Rey que seguimos es un rey que nos lleva a la cruz y nos impulsa a hacer el bien a los demás. Esa cruz peregrina que los jóvenes lleváis por todo el mundo va diciendo a todos que es bueno y es bello seguir a Jesús: «Id y haced discípulos a todos los pueblos» es el lema de la próxima JMJ 2013 en Río de Janeiro, en el mes de julio. «Me pongo en camino –ha dicho el Papa Francisco– con todos vosotros para ese encuentro. Preparaos bien para que el encuentro sea un signo de fe para el mundo entero, un signo de la entrega de vosotros mismos, saliendo de sí mismo».