Catolicismo

La paz: don y tarea frente a la violencia

La Razón
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Al comenzar un nuevo año, las oraciones de todos los cristianos, como las de muchas otras personas creyentes, y los deseos de gran parte de la humanidad piden una paz tan anhelada como problemática, ante la fuerza brutal de la violencia, el terrorismo y las guerras de las que somos testigos en la actualidad. Y es justo que ese anhelo se avive precisamente en este tiempo de Navidad, haciéndonos eco del canto del Gloria.

Pero la paz que anhelamos no puede reducirse a la mera ausencia de guerras y violencia, como podríamos pensar en un principio. En la Revelación bíblica la paz es mucho más: es ante todo un atributo esencial de Dios, es además un don de Dios al hombre y un proyecto humano conforme al designio divino. La paz evoca así una plenitud de vida que engloba todos los bienes salvíficos: es bendición, prosperidad, alegría, justicia y gracia, y por ello forma parte del testamento espiritual del mismo Jesús: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo» (Jn 14,27). Es la paz que nos reconcilia con Dios, con los hermanos y con nosotros mismos.

Pero la paz no es sólo un don de Dios, es también una tarea que el mismo Cristo nos encomienda, como expresión del verdadero amor al prójimo: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).

Esta bienaventuranza nos llama a ser no tanto pacíficos, o pacifistas, sino, ante todo, pacificadores, esto es, artífices y constructores de paz. Necesitamos, por tanto, acoger el don de la paz para poder ser a su vez sembradores de la verdadera paz, que se fundamenta en la verdad, la justicia, la libertad y el amor, en todos los ámbitos de nuestra existencia: en las familias, en las comunidades religiosas, en los centros educativos, en nuestro entorno laboral, en la comunidad política y en la comunidad internacional.

Que el Dios de la paz nos sostenga en la tarea de ser sembradores de paz y alegría.

* Universidad Eclesiástica San Dámaso