Iglesia Católica
Pietro Parolin: «La presencia del Papa en Auschwitz será un grito silencioso»
El cardenal italiano es uno de los hombres de confianza de Francisco. Ocupa la Secretaría de Estado. Analiza la JMJ de Cracovia a dos días de su inicio.
El cardenal italiano es uno de los hombres de confianza de Francisco. Ocupa la Secretaría de Estado. Analiza la JMJ de Cracovia a dos días de su inicio.
–El Papa se encuentra con los jóvenes de todo el mundo en Cracovia, la ciudad de San Juan Pablo II, el ideólogo de la JMJ. ¿Retomará los temas principales del magisterio de Karol Wojtyla?
–El Papa Francisco se pondrá en el mismo camino iniciado por Juan Pablo II y después recorrido también por Benedicto XVI. Un camino con los jóvenes, un camino de fe, de esperanza y de caridad. Un camino que tiene una meta, y la meta es siempre la misma, es decir, el encuentro con Jesucristo y la propuesta que el Papa continuará a hacer a todos los jóvenes que participarán en la Jornada Mundial. Un camino que tiene un mapa y este mapa es el Evangelio, la enseñanza, el magisterio de la Iglesia, y que tiene también un pan, un nutrirse, que es la Eucaristía. Entonces cambian los escenarios, obviamente son distintos, diversos continentes, diversos países, pero, digamos, el camino continúa, hay una continuidad en este camino. Y me parece que en lo que respecta a esta JMJ se coloca en el corazón del Año Santo de la misericordia. Decir misericordia significa hacer referencia a una parte fundamental de la herencia magisterial y espiritual del Papa Wojtyla, de san Juan Pablo II. El cual ha dedicado una de sus primeras encíclicas, «Dives in misericordia», a la realidad de la misericordia, y después ha tomado muchas otras iniciativas subrayando este aspecto. Bastaría recordar la canonización de Santa Faustina, en el Año Santo y todavía la institución del Domingo de la Divina Misericordia, en el domingo in albis, la segunda Pascua. Entonces, Juan Pablo II ha subrayado mucho este aspecto, que será retomado por el Papa Francisco en el curso de esta Jornada, para encender esta chispa, la chispa de la misericordia, en los corazones de los jóvenes, y encender el fuego de la misericordia en todo el mundo.
–Cracovia es también la ciudad de Santa Faustina Kowalska, la apóstol de la divina misericordia. El pasar por la Puerta Santa en Lagiewniki, ¿será uno de los momentos fuertes de este Jubileo?
–Sin duda, en la dimensión de esta relación con el tema de la divina misericordia. El Papa lo ha dicho claramente, también en el mensaje dirigido a los jóvenes que participarán, que este pasaje será un ir hacia Jesucristo y será un dejarse mirar por Él, un encontrar su mirada misericordiosa, para poderle decir con toda confianza y con todo el abandono esa oración que nos ha sido enseñada por Santa Faustina: «Jesús, confío en ti».
–El Papa vuelve al corazón de Europa. ¿Qué mensaje mandará al continente?
–Esto es un viaje a la Jornada Mundial de la Juventud, entonces imagino que el Papa no se dirigirá directamente a Polonia, país que alberga esta iniciativa, ni a Europa, porque tiene delante de sí a los jóvenes representantes de todo el mundo. Es verdad que esta Jornada se desarrolla en un país que está en el corazón del continente e imagino que la mayor parte de los jóvenes que participarán son europeos. En lo que respecta a Europa, el Papa repetirá a estos jóvenes, creo, el mensaje que ya ha expresado. Diría que se puede recoger este mensaje en dos palabras: un mensaje de esperanza ante el futuro de Europa y sobre los muchos desafíos que afectan a la construcción europea; es un mensaje de ánimo, en el sentido de redescubrir aquellas que son las auténticas raíces cristianas de Europa, que han permitido a Europa ser lo que es.
–En Czestochowa, ante la Virgen negra, Francisco recordará el 1.050 aniversario del bautismo de Polonia. ¿La católicos polacos son testimonio fiel de esta fe o el secularismo hace mella?
–Estoy muy contento de este hecho, porque el Santo Padre me ha privilegiado con el nombramiento como su delegado el pasado abril con ocasión de la misma circunstancia y, entonces, estuve en Poznan y en Gniezno y presidí las celebraciones por los 1.050 años del bautismo de Polonia, que en un cierto sentido completan aquello que ha faltado en la celebración del milenio, cuando, dada la situación política de entonces, fue impedido al Papa Pablo VI ir como había deseado ardientemente.
–Verá los horrores de Auschwitz y los dolores de los enfermos del hospital pediátrico de Cracovia. Tocando con la mano los sufrimientos de ayer y hoy...
–Es interesante que el Papa haya querido estos dos momentos, y yo lo definiría un poco como el lugar del horror y el lugar del dolor. El lugar del horror Auschwitz, Birkenau, el testimonio de san Maximiliano Kolbe, el holocausto del pueblo judío. Es una presencia que significa sobre todo un reclamo, será un grito silencioso, porque el Papa no hará discursos en esa circunstancia. Yo creo que, frente a los horrores, el silencio es a veces más elocuente que las propias palabras. Es el recuerdo de todas estas víctimas del odio y de la locura humana, para recordar que también hoy, por desgracia, existen situaciones de violencia, de desprecio de la vida humana, de desprecio de la persona, situaciones en las que se fomenta la división, situaciones en las que se usa el terror, el terrorismo, para los intereses personales o la construcción de los intereses económicos o políticos. Y, por otro lado, el aspecto del hospital como cercanía al dolor de las personas. El Papa reclama a menudo que la Iglesia debe ser cercana, la Iglesia debe ser próxima a todos aquellos que se encuentran en el sufrimiento. ¿Quién si no los niños enfermos se encuentran en esta situación de necesidad? Creo que la visita al hospital tendrá este significado. Recuerdo que en México, cuando visitó otro hospital pediátrico habló de la terapia del afecto, la «afecto-terapia». Aquí usará la misma terapia e invitará a todos nosotros a hacerlo.
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