Terrorismo

«Quien quiere la paz, no puede tolerar el aborto»

El Papa recuerda que los «delitos contra la vida» y las leyes que atentan contra el matrimonio contribuyen a la desestabilización de la sociedad

Benedicto XIV, ayer, en la basílica de San Pedro, durante la celebración de la eucaristía
Benedicto XIV, ayer, en la basílica de San Pedro, durante la celebración de la eucaristíalarazon

«Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios». Estas palabras de Cristo, recogidas en el Evangelio de Mateo, vertebraron ayer la primera homilía del año de Benedicto XVI. Una eucaristía en la Basílica de San Pedro en la que el Santo Padre celebró tanto la festividad de Santa María de la Madre de Dios como la 46ª Jornada Mundial de la Paz.

Tocado con una mitra con la imagen de la Virgen de Guadalupe bordada en oro y apoyado en el báculo, durante la homilía el Papa destacó que «el hombre está hecho para la paz que es don de Dios», aunque también quiso reflexionar sobre el porqué de los actuales «focos de tensión y contraposición causados por crecientes desigualdades entre ricos y pobres, por el prevalecer de una mentalidad egoísta e individualista expresada por un capitalismo financiero disoluto». Este planteamiento le llevó a preguntarse: «¿Cómo podemos experimentar en nosotros la paz, a pesar de los problemas, las oscuridades, las angustias?».

Para responder, puso como ejemplo a María, quien ante los imprevistos surgidos en torno a su maternidad «no se descompone, no se agita, no es alterada por hechos más grandes que ella, simplemente considera, en silencio, cuanto acontece». Es lo que el obispo de Roma llama «paz interior», que permite afrontar «los acontecimientos, a veces, tumultuosos y confusos de la historia, los sucesos de los cuales a menudo no comprendemos el significado y nos desconciertan».

La paz no hace ruido

Estas ideas también estuvieron presentes tanto en el Ángelus posterior –donde recordó que «los que trabajan por la paz son muchos, pero no hacen ruido»–, así como en la misa con la que despidió el año en la basílica vaticana. «El cristiano es un hombre de esperanza, incluso y sobre todo ante la oscuridad», comentó.

La bienaventuranza también fue el punto de partida del mensaje de esta Jornada de la Paz, un documento en el que el Papa repasa las principales amenazas para la estabilidad del mundo y de la sociedad. «Aparte de las diversas formas de terrorismo y delincuencia internacional, representan un peligro para la paz los fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión, llamada a favorecer la comunicación y la reconciliación entre los hombres», explica el Santo Padre que sentencia: «Quien quiere la paz, no puede tolerar atentados y delitos contra la vida». En este último punto se detiene para asegurar que aquellos que defienden «la liberación del aborto tal vez no se dan cuenta que, de este modo, proponen la búsqueda de una paz ilusoria». De la misma manera, denuncia que es injusto «codificar de manera subrepticia falsos derechos o libertades», así como «expresiones ambiguas» que favorezcan la eutanasia.

Así, Benedicto XVI hace hincapié en el reconocimiento del derecho a la objeción de conciencia ante leyes que atentan contra la dignidad humana como «una importante cooperación a la paz».

«También la estructura natural del matrimonio debe ser reconocida y promovida como la unión de un hombre y una mujer», subraya el Papa, que señala que aquellas iniciativas que buscan equiparar desde un punto jurídico otras uniones «contribuyen a su desestabilización». Esta reivindicación, matiza, no se trata de una «verdad de fe», sino que va más allá al estar inscrito «en la misma naturaleza humana». «Ninguno puede ignorar o minimizar el papel decisivo de la familia», dijo para apuntar que se tutele «el derecho de los padres y su papel primario en la educación de los hijos, en primer lugar en el ámbito moral y religioso».

En el ámbito económico, también reclamó «un nuevo modelo de desarrollo» en aras de la paz, reclamando a los estados que frenen la crisis alimentaria, una mejora en las políticas de desarrollo industrial y agrícola, así como la estructuración ética de los mercados de tal manera que estén «mejor coordinados y controlados, de modo que no se cause daño a los más pobres».

«Felices de estar unidos en la fe»

Tras cinco días de encuentro en oración en torno a la espiritualidad ecuménica que promueven los hermanos de la comunidad de Taizé, más de 40.000 jóvenes concluirán hoy este retiro que han celebrado coincidiendo con el cambio de año en Roma. Y lo harán después de haber sido recibidos por el Papa y acogidos en hogares de familias romanas. «Es una alegría estar unidos en la fe. Repito después de haber estado en Berlín el pasado año», señala Juan, uno de los participantes.