Catolicismo

Santa Teresa

El Papa describió a Teresa de Calcuta, ante las más de 200.000 personas abarrotaron la plaza de San Pedro para la ceremonia, como una «incansable trabajadora de la misericordia»

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El Papa describió a Teresa de Calcuta, ante las más de 200.000 personas abarrotaron la plaza de San Pedro para la ceremonia, como una «incansable trabajadora de la misericordia»

Después de una semana repleta de preparativos y actividades en Roma el Papa elevó por fin a los altares a la Madre Teresa de Calcuta. Desde ahora se la llamará Santa Madre Teresa de Calcuta aunque, como el mismo Francisco dijo, siempre se la llamará «Madre». Ya desde las siete de la mañana los peregrinos hicieron aparición en los alrededores del Vaticano para asistir a la ceremonia, que comenzó puntual a las 10:00. Se formaron largas colas para entrar en la plaza de San Pedro, puesto que las extraordinarias medidas de seguridad obligaban a que los fieles se armaran de paciencia. De hecho, unos 3.000 agentes velaron para evitar problemas.

La gente llevó consigo paraguas, sombrillas y gorras para intentar defenderse del intenso sol que estuvo presente durante toda la mañana y provocó alguna que otra insolación de la que se encargaron los servicios de emergencias. Unas 200.000 personas abarrotaron la plaza mucho antes de que diese comienzo la ceremonia. Muchos de ellos se vieron obligados a tirarse al el suelo empedrado de San Pedro y otros en él, donde se congregaron también cientos de personas en la popular Via della Conciliazione. Francisco no se olvidó de ellos y después de la ceremonia los saludó en su tradicional recorrido en papamóvil. No faltaron banderas de países como India, China, Filipinas, Inglaterra, España o México y carteles que expresaban la admiración por la religiosa. Otros muchos llevaron camisetas con el rostro de Teresa de Calcuta, única santa que recibió el premio Nobel de la Paz.

La ceremonia comenzó con una procesión que dio paso a la petición del prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el Cardenal Angelo Amato, para que la Madre Teresa fuese inscrita en el libro de los santos. Tras leer una breve reseña biográfica, se procedió a la letanía de los santos y el Papa leyó la fórmula para declararla santa. En ese momento la Plaza y los alrededores aplaudieron con entusiasmo y emoción. Después de la liturgia de la Palabra, en la que se proclamaron las lecturas propias del día, se colocó un relicario especial de la nueva santa con un profundo significado para todas las Misioneras de la Caridad, las religiosas de la congregación fundada por la Madre Teresa.

El Papa pronunció como de costumbre una homilía breve en la que puso el acento en la necesidad del servicio al prójimo, como hizo la Madre Teresa durante su vida. «Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada». Además, «se ha comprometido en la defensa de la vida proclamando incesantemente que ‘‘el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre’’».

Francisco recordó que la religiosa «se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos». En definitiva, su misión, «en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres». Como cierre a su homilía, Bergoglio propuso a la nueva santa como modelo a seguir por los voluntarios que en el mundo prestan ayuda al resto: «Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad».

En la última parte de la misa, el brasileño Marcilio Andrino, que sanó de una grave enfermedad por intercesión de Madre Teresa y a quien ella le debe su canonización (para que una persona sea elevada a los altares tras la beatificación necesita un nuevo milagro), llevó las ofrendas junto a su mujer Fernanda Rocha.

A la ceremonia acudieron numerosas personalidades de diversos países. La delegación oficial española estuvo presidida por la Reina Emérita y contó también con Ana Pastor, presidenta del Congreso de los Diputados; José Manuel García Margallo, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación; Fernando Eguidazu, Secretario de Estado para la UE y el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga.

Doña Sofía saludó al Pontífice poco antes del inicio de la ceremonia, así como a la superiora general de las Misioneras de la Caridad, la hermana Prema. Doña Sofía fue fiel al privilegio que poseen las reinas católicas y vistió de blanco.

Pero la fiesta no terminó ahí ,porque Francisco y las Misioneras de la Caridad invitaron a almorzar pizza napolitana a 1.500 pobres de las casas que las hermanas tienen en Milán, Bolonia, Florencia, Nápoles y Roma. Hoy se celebrará la Fiesta de Santa Teresa de Calcuta, por lo que de esta manera se mantiene la fecha en que ya se celebraba su fiesta como beata, correspondiente al día de su muerte. Además esta mañana tedrá lugar también una misa de acción de gracias presidida por el Secretario de Estado del Vaticano, el Cardenal Pietro Parolin, en la que se espera que participen miles de personas.