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«Si la historia se hace con ideología y no con documentos, se prostituye»

Carlos Amigo, cardenal Emérito de Sevilla
Carlos Amigo, cardenal Emérito de Sevillalarazon

- ¿Qué le diría a los que dicen que estos beatos son mártires del «desencuentro»?

–El martirio es algo propio de la vida cristiana, es simplemente esa promesa de fidelidad que se hace vida hasta las últimas consecuencias. Por eso en el martirio no hay que ver ninguna cosa extraordinaria, es la persona que se ha puesto en las manos de Cristo hasta el final. San Agustín decía: «No os extrañéis de lo que ocurre con los mártires en los circos, en las plazas, en las calles. Están haciendo lo que por la mañana hicieron en el altar». Ciertamente uno ve el heroísmo en los nuevos beatos, que para algunos puede ser difícil comprender.

- ¿Los mártires también tuvieron momentos de debilidad, de duda?

–Hay momentos en los que ellos sienten el peso fuerte de la cruz. El Señor, en su naturaleza humana, pide al Padre en el huerto de los Olivos que le quitara el peso de su debilidad frente a la fortaleza del Espíritu. Los mártires no dejan de ser hombres y mujeres de carne y hueso, con sus sentimientos, con sus miedos. Precisamente ahí está la gracia y la fortaleza de la fe. Más allá de todas estas limitaciones, resplandece siempre el amor a Jesucristo. Muchos de ellos eran jóvenes, como los mártires franciscanos, que eran novicios, estudiantes... que precisamente por su juventud podrían mostrar más debilidad. Pero no, ante más debilidad, en este caso, más entusiasmo.

- ¿Qué nos enseña hoy la persecución religiosa antes y durante la Guerra Civil?

–El gran valor de la fidelidad, algo en estos momentos muy importante, poder ofrecer un modelo de personas que fueron leales a sus principios y, sobre todo, a su fe. Es una fidelidad que no es la de aquel que le ponen en un sitio y allí se queda insensible y como una piedra, sino de aquel que mantiene constante su amor a pesar de todo. Frente a la actual relativización que lleva a tambalearse instituciones como la familia, como el amor a la propia historia, a la cultura, la fidelidad tiene una repercusión de ejemplaridad enorme.

- Ha mencionado el relativismo, ¿los españoles han aprendido a mirar con madurez este episodio de la historia?

–Creo que no, no siempre se tiene un concepto de historia claro. Cuando la historia se quiere hacer con ideología y no con documentos, se prostituye y se relativiza absolutamente todo. Hay personas que tienen esta visión y eso hace que piensen que la historia comience cuando ellos han llegado a la vida pública. Es absurdo. Nuestra historia es larga y un país sin raíces es un país sin futuro.

- El Papa Francisco fue precisamente defensor de algunos mártires de la dictadura argentina.

–Ha sido un gran defensor, testigo auténtico del Evangelio en esa situación, teniendo que pasar por circunstancias difíciles. Sin ese derramamiento de sangre, ha gustado el martirio en tantas ocasiones... Incluso cuando ha sido acusado de todo lo contrario de lo que estaba haciendo, porque lo que defendía era la justicia, la paz, el derecho y la convivencia. En toda su ejecutoria ha demostrado ser fiel a su vocación y a su ministerio.

- Hoy en el siglo XXI también hay mártires, aunque tengan otro apellido.

–Raros es el mes en el que no recibimos noticia de algún sacerdote, religioso o laico en este sentido. Personas que sólo tenían un pecado: ser cristianos. Hoy en día en muchos lugares se hace difícil vivir como cristiano: parece que todas las leyes están en contra, que seguir el Evangelio está obsoleto, que es extravagante. Se configura así un martirio no sangriento, que lleva a dejar la vida a pedazos teniendo que mantenerse fiel.

- ¿El martirio de lo cotidiano?

–Sin duda alguna, a cuentagotas. San Bernardo ya decía que su gran sacrificio era mantenerse fiel en la vida cotidiana. Y ahí está el desafío: ser fiel en la familia, en el trabajo, en las costumbres, en los criterios evangélicos que van guiando la vida...

- ¿Qué mártir le ha llegado?

–El grupo de claretianos mártires de Barbastro. Me ha impresionado el heroísmo de estas jóvenes, con una fe limpia y clara, sin resentimientos, dando gracias a Dios y perdonando a los que les iban a fusilar.