Río de Janeiro
Sin motoristas para proteger a la comitiva
Lo ocurrido el lunes en Río de Janeiro, durante el traslado del Papa Francisco desde el aeropuerto hasta el Palacio Presidencial, donde se le tributó el recibimiento oficial, evidenció, al menos por lo que se vio en televisión y las pocas imágenes aéreas que se ofrecieron de los momentos más críticos, graves fallos de seguridad. Algunos pensarán que no se puede vivir de forma permanente con la hipótesis de un atentado, o el ataque de un loco o fanático de otra religión, pero en el mundo en que vivimos hay que tenerlo en cuenta. Las caravanas de automóviles en las que viajan personalidades deben seguir un itinerario previamente fijado y que, se supone, ha sido objeto de un concienzudo estudio por parte del servicio de seguridad. Al menos, así lo recomiendan los manuales al uso. Los espectadores que contemplaban las imágenes del traslado del Papa Francisco pudieron observar cómo la comitiva se metía, en un determinado momento, en un auténtico atasco con el agravante de que la ruta estaba bloqueada por decenas de autobuses, cuya presencia allí debían conocer los responsables de seguridad (¿o no?). Inexplicablemente, la comitiva no accedió a los carriles centrales de la avenida, aunque fuera en sentido contrario a la ruta. Al disponer del grupo de motos, que, circulando con la suficiente anticipación, despejan la vía y taponan los cruces con otras calles, el problema hubiera quedado resuelto. Sin embargo, no se hizo así y, durante diez interminables minutos, decenas de personas, entre los que, en algún momento se podían observar exaltados, se acercaban al coche del Santo Padre. En los momentos de mayor desconcierto, se echaba en falta la presencia de agentes uniformados (como las UIP o los GRS de nuestra Policía y Guardia Civil) que, de haber formado parte de la comitiva, podían haber improvisado, en segundos, cordones de seguridad en torno al Santo Padre de entre 20 y 40 miembros, según las fuerzas disponibles. La situación habría sido, sin duda, muy distinta. A miles de kilómetros y con la sola imagen de la televisión, la sensación que se ofrecía era de improvisación, total desconcierto y todo ello en un país, que, además de la Jornada Mundial de la Juventud, tiene por delante los Juegos Olímpicos y el Mundial de Fútbol. En la Copa Confederaciones, con motivo de las protestas sociales, se montaron dispositivos para proteger los estadios, pero un responsable de seguridad que se precie no puede creer que la amenaza le llegará de algo anunciado, sino más bien del factor sorpresa que utilizan siempre terrotistas. El desplazamiento del Santo Padre desde el aeropuerto al Palacio Presidencial formaba parte de lo que los especialistas llaman «caravanas formales». No era secreta, sino que su paso se transmitía a todo el mundo. Los manuales recomiendan que al frente se sitúe un coche piloto y, tras él, un coche adicional por si hay averías. La cápsula de seguridad debe estar formada por un coche guía en el que viajan especialistas con mando suficiente para cambiar el itinerario o tomar otra decisión en caso de peligro. Después, un coche de avanzada, el de la personalidad y otro de escoltas. Se debe contar con automóviles de control, especialistas médicos, información y los de cierre con los uniformados. Cuando se va a corta velocidad, los escuadrones de caballería cumplen una misión relevante.
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