Catolicismo

Soy un milagro de Teresa de Calcuta

Un cooperante, una enfermera y un periodista que compartieron su tiempo con la hoy santa relatan a LA RAZÓN cómo les cambió la vida tras aquel encuentro.

La Madre Teresa con Penélope Cruz
La Madre Teresa con Penélope Cruzlarazon

Un cooperante, una enfermera y un periodista que compartieron su tiempo con la hoy santa relatan a LA RAZÓN cómo les cambió la vida tras aquel encuentro.

A medida que se fue involucrando en su cruzada contra la pobreza, más celebridades se acercaron a Teresa de Calcuta, seducidos por su personalidad y tenacidad. Ahí está Lady Di, con la que compartió confidencias, despidiéndose ambas de este mundo con apenas cinco días de diferencia. O, ya en nuestras fronteras, el ex Mecano Nacho Cano, que, junto a su entonces pareja Penélope Cruz, llevó a cabo la misión que le requirió la santa: «Utiliza tu fama para acercar a los pobres a los que te conocen». Sin embargo, muchos otros rostros, más anónimos, fueron protagonistas de su particular punto de inflexión después de que Teresa pasara por sus vidas. Cierto es que dos milagros permitirán hoy su canonización. Sin embargo, hay muchos otros que pasaron más desapercibidos y de los que dan fe tres personas que relatan a LA RAZÓN su experiencia junto la «madre de los pobres».

«Fui bautizado, aunque llevaba muchos años apartado de la Iglesia. Pero creía en su labor. Fue hace más de 20 años. Trabajaba en un banco internacional y pedí la excedencia para ir a la India en una aventura de cooperación. Fue muy duro. Pero conocí a una persona maravillosa. Me sentí en contacto con Dios. Recuperé mi fe», afirma José María Márquez, que, tras su experiencia de seis meses en Calcuta, fundó la ONG África Directo y pasó ocho meses en el continente. «De este encuentro nació todo», subraya. No en vano, allí conoció también a Manuel Moreno, entonces un guardia de seguridad que estaba de cooperante y con el que fundó la ONG. «En una ocasión, Teresa estaba rodeada de famosos y gente popular que fue a verla. Sin embargo, notó la presencia de Manuel y se ‘‘lanzó’’ a por él».

José María pagaba «25 pesetas» por noche en los albergues más baratos de la Sudder Street de Calcuta, comía en plena calle... Reconoce que, al principio, «no entendía» a las Misioneras de la Caridad. «Teresa nos pedía que les cogiéramos las mano a los enfermos cuando fallecían, para que no se sintieran solos. Yo no veía resultados en aquello. Lo comprendí después. No era un proyecto de cooperación, era amor por los necesitados. Veía en ellos el rostro de Jesús. Era un modo de encontrarte cara a cara con Dios».

La enfermera María Nieves, que colaboraba con Cáritas, fue en agosto de 1996 a Calcuta junto a su marido, José Luis Ferrando. Era la ilusión de sus vidas. «Fuimos de voluntarios durante tres semanas. En la puerta de la misión había un cartel que ponía ‘‘in’’ o ‘‘out’’, indicando si la madre Teresa estaba o no. Y la mayoría de veces estaba. Estuvimos en el proyecto de Prem-Damm, que era específico para discapacitados físicos y mentales. Cada mañana, allí estaba con todos», recuerda María. Allí habló con ellos, les preguntó de dónde venían, les regaló unas pequeñas medallas de la Milagrosa... «A mi marido y a mí nos dijo que, como pareja, era importante que rezáramos juntos. También nos dijo que tenía la inquietud de viajar a China, porque allí había muchos necesitados», afirma.

Para María «fue la compasión hecha carne. Demostró una voluntad contra viento y marea. para llevar a cabo su obra. Todavía me emociona el pensar que la pude abrazar. Me cambió, me hizo ver que para ayudar no hace falta irse al tercer mundo». Tanto la enfermera como Márquez recuerdan la anécdota de la empresa internacional que quería proveerla de lavadoras para su misión. Sin embargo, Teresa las rechazó. «Véndalas. Y, con el dinero, abriré un centro en Laos».

María vivió momentos inolvidables. Recuerda a una mujer ciega a la que asistió y que le reconocía sólo por el tacto. Incluso admite como «regalo» la sarna que contrajeron tanto ella como su marido. Ambos quisieron volver un año después, pero tuvo que cancelar el viaje. Teresa había fallecido.

A principios de la década de los ochenta la misionera era una gran desconocida para buena parte de la sociedad. El periodista y escritor José Luis González-Balado recuerda haber escuchado por primera vez su nombre en boca de Pablo VI. «En un viaje a India dijo que le iba a dejar su coche para que llevara a cabo su obra universal de amor. Ella no lo quiso: lo rifó y dio el dinero a los pobres», afirma González-Balado. Casualidades del destino, su primer encuentro con Teresa tuvo como nexo su Seat 127. Después de que el cardenal Tarancón invitara a la santa por primera vez a nuestro país en 1980, González-Balado y su mujer se ofrecieron para ejercer de «chóferes» e ir a recogerla al aeropuerto de Barajas. Tenía previsto establecer una modesta fundación en Madrid. «Recuerdo que traía comida que le había sobrado en el avión. Jamás tiraba nada. Con mi esposa visitó los barrios más pobres de Madrid, como El Pozo del Tío Raimundo. En un comedor de la calle Huertas sirvió ella misma a los pobres. A las monjas que la acogieron esos días les dijo: ‘‘No esperen a que lleguemos nosotras. Hagan ustedes todo lo posible para ayudar aquí a los necesitados’’».

Biógrafo de Teresa, tuvo más encuentros. Incluso posibilitó la primera entrevista entre la santa y la Reina Sofía. «Fue la persona más sincera que conocí. Cambió mi modo de pensar. Su espíritu no sólo contagió a los cristianos. Es santa para todo el mundo».