Francisco, nuevo Papa
«Todos fuera»
Desde el «extra omnes» al «habemus papam», la elección cumple unos requisitos ineludibles
El ahora Papa emérito Benedicto XVI estableció en 2007 que el nuevo Pontífice sería elegido siempre con los votos de los dos tercios de los electores. Pero antes de su renuncia hizo otras modificaciones, sobre todo en lo relacionado con la posibilidad de anticipar el cónclave y en las sanciones por la violación del secreto absoluto.
La primera misa
El primer día se celebra una misa en la Basílica de San Pedro y por la tarde deben reunirse en la Capilla Paulina del Palacio Apostólico. Desde allí, irán «en solemne procesión– invocando con el canto del Veni Creator la asistencia del Espíritu Santo– a la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico, lugar y sede del desarrollo de la elección».
El juramento
Una vez en la Sixtina, en presencia de quienes han participado en la procesión, los cardenales electores emitirán el juramento. El cardenal decano leerá la fórmula completa en nombre de los allí reunidos. En ella se recoge en primer lugar la obligación de «observar fiel y escrupulosamente» las prescripciones que establece la Constitución, para después prometer, obligar y jurar que «quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el munus petrinum de pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede».
La fórmula concluye haciendo hincapié en el cumplimiento del secreto de «todo lo relacionado de algún modo con la elección».
Leído el juramento, cada cardenal elector, según el orden de precedencia, lo ratificará con una fórmula más sencilla: «Y yo –seguido de su nombre– prometo, me obligo y juro». Con las manos sobre los Evangelios añadirá: «Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano».
Extra omnes
Hecho el juramento, expuesto el tema de meditación y repartidas las papeletas de votación, el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias pronunciará la expresión «¡Extra omnes!». Y todos los ajenos a las asamblea deberán salir de la Capilla. El último cardenal diácono será el encargado de cerrar por primera vez las puertas de la capilla. Benedicto XVI dispuso un estricto control a los locales donde se desarrollará la elección o las celebraciones litúrgicas. Estos son la Casa de Santa Marta y, de modo especial, la Capilla Sixtina, cerradas a las personas no autorizadas. Exigió que las actividades oficiales del Vaticano «deben regularse, en dicho período, de modo que se asegure la reserva y el libre desarrollo de todas las actividades en relación con la elección» del Pontífice». Estableció que se deberá cuidar, con la ayuda de los Prelados Clérigos de Cámara, que nadie se acerque a los cardenales electores durante el traslado desde Santa Marta al Palacio Apostólico Vaticano.
La violación del juramento
Benedicto XVI endureció el castigo para quienes violen el juramento del secreto absoluto. Las personas que presentes en el cónclave –enfermeros, servicios de comedor y limpieza, médicos, religiosos para escuchar confesiones, vicecamarlengo, ceremonieros, etc.– serán sancionadas con la pena de excomunión.
Antes de las votaciones
Después de recitar las pertinentes oraciones, el cardenal decano toma la palabra para aclarar las dudas sobre las normas y reglas establecidas por la Constitución, «pero sin que a nadie le esté permitido modificar o sustituir algunas de ellas». Si nada lo impide, se pasará inmediatamente a iniciar la elección.
Votación por escrutinio
En la Universi Dominici Gregis se declararon abolidos los modos de elección por aclamación o inspiración, o por compromiso. Así, el artículo 62 reza que «la forma de elección» será de ahora «únicamente per scrutinium». Esto es, por votación individual y secreta.
El preescrutinio
Los ceremonieros entregan por lo menos dos o tres papeletas a cada elector. Las papeletas tienen forma rectangular y llevan escritas en la parte superior las palabras: «Eligo in Summun Pontificem», dejando la parte inferior en blanco para que, en secreto, el elector escriba claramente «con caligrafía lo más reconocible posible, el nombre del que elige, evitando escribir más nombres, ya que en ese caso el voto sería nulo». Después, se dobla la papeleta dos veces.
En seguida se elige por sorteo entre los cardenales electores tres escrutadores, tres encargados de recoger los votos de los enfermos –infirmarii– y tres revisores, que controlan las papeletas durante el «postescrutinio». Este sorteo es realizado públicamente por el último cardenal diácono, quien extrae los nueve nombres de quienes desarrollarán tales funciones.
El voto
Por orden de precedencia o antigüedad, cada elector deposita su voto en una urna cubierta en un plato situada en el altar, pronunciando el siguiente juramento: «Pongo por testigo a Cristo Señor, el cual me juzgará, de que doy mi voto a quien, en presencia de Dios, creo que debe ser elegido». Si algún cardenal no pudiera acercarse al altar, un escrutador recogerá la papeleta mientras hace el juramento. Del mismo modo, los infirmarii acudirán a la estancia de los electores enfermos para que el cardenal deposite su voto en una caja cerrada con llave.
El escrutinio
Una vez introducidas todas las papeletas en la urna, se mezclan, y un escrutador procede a contarlas colocándolas en otro recipiente. Si el número de papeletas no se corresponde con el número de electores, hay que quemarlas todas y proceder a una segunda votación. Cuando el número de votos y el de votantes sí coinciden, el primero de los escrutadores «toma una papeleta, la abre, observa el nombre del elegido y la pasa al segundo escrutador, quien comprobando a su vez el número del elegido, la pasa al tercero, el cual la lee en voz alta e inteligible, de manera que todos los electores presentes puedan anotar el voto en una hoja». A medida que las lee, el tercer escrutador las perfora con una aguja en el punto que se encuentra la palabra «Eligo» y les inserta un hilo, para conservarlas con seguridad, atando sus extremos.
El Vaticano presentó el martes las tres urnas que serán empleadas: la primera estará destinada a introducir los votos con el nombre del próximo Papa; la segunda se utilizará para recoger los votos una vez escrutados; la tercera será para recoger los votos de aquellos cardenales que no puedan acudir en persona a la Capilla Sixtina.
Una pausa
En la primera tarde del cónclave solo tendrá lugar un escrutinio. Si la votación no es fructífera, se deben realizar dos votaciones tanto en la mañana como en la tarde de los días siguientes. En caso de que pasen tres días de escrutinio sin resultado, las votaciones se suspenden por un día como máximo para una pausa de oración, libre coloquio entre los votantes y una breve exhortación espiritual hecha por el primer cardenal del Orden de los Diáconos. A continuación, se reanudan las votaciones y, después de siete escrutinios, se hace una nueva pausa. Este ritmo se repetirá otras dos veces más y se puede llegar hasta las 30 votaciones.
Elección con dos tercios
Elección con los dos terciosEl ahora Papa Emérito Benedicto XVI modificó la norma establecida por su antecesor. En el Motu Proprio «De Aliquibus Mutationibus», estableció que el nuevo Papa será elegido siempre con los votos de los dos tercios de los electores.
La nueva normativa establece que cuando llegue el turno de voto de los dos cardenales más votados, éstos no podrán participar en la votación y deberá respetarse la mayoría de dos tercios.
El postescrutinio
Finalizado el recuento, se alcanza entonces la tercera fase o postescrutinio, que se abre con el control de las papeletas por parte de los revisores. En el caso de que alcance los dos tercios necesarios, «se tiene por canónicamente válida la elección del Romano Pontífice». Los escrutadores, con ayuda del secretario del Colegio y de los ceremonieros, proceden a quemar todas las papeletas además de los escritos hechos por los cardenales durante la votación y el recuento.
Las fumatas
Por primera vez en un cónclave se emplearán dos estufas en la Sixtina para tratar de evitar confusiones por el color de la fumata. Se quiere evitar así que haya problemas para distinguir el color del humo. En las elecciones de Juan Pablo II y Benedicto XVI hubo posibilidad de confusión, pues al principio el humo salió gris.
Un sobre sellado
Al finalizar cada sesión, el camarlengo redactará un escrito que deberá ser aprobado por los purpurados asistentes, donde se recogerá el resultado y que será entregado en un sobre sellado al futuro Papa. No será abierto a no ser que el Sumo Pontífice lo permita.
¿Quiénes son excomulgados?
Serán excomulgados aquellos cardenales electores que, durante el proceso de votación, perpetrasen el crimen de la simonía, esto es, que vendan su voto, que hagan pactos sobre la elección del Sucesor o propongan el veto contra algún cardenal siguiendo el encargo de una autoridad civil.
La aceptación del elegido
El último de los cardenales diáconos llama al aula de elección al secretario del Colegio de los Cardenales, al maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y a dos ceremonieros. En ese momento, el cardenal decano, o el primero de los cardenales por orden de antigüedad, pide el consentimiento al elegido con la siguiente pregunta: «¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice?». Con la aprobación recibida, se le pregunta entonces qué nombre quiere utilizar («¿Cómo quieres ser llamado?»).
La Constitución no contempla la posibilidad de que el elegido no acepte su nuevo cometido ni plantea procedimiento alternativo.
Termina el cónclave
El maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias ejercerá de notario y levantará el acta de la aceptación del nuevo Pontífice y el nombre que ha tomado, teniendo como testigos a los dos ceremonieros. Aquí se da por finalizado el cónclave, salvo que el nuevo Sumo Pontífice disponga otra cosa.
El elegido será ordenado obispo si no lo es e inmediatamente adquirirá «la plena y suprema potestad sobre la Iglesia universal», ejerciéndola como nuevo obispo de la Iglesia romana, verdadero Papa y Cabeza del Colegio Episcopal.
«Habemus papam»
Los demás cardenales le rinden homenaje, le prestan obediencia y juntos dan gracias a Dios. Cumplidas las formalidades que marca el Ordo Rituum Conclavis, el cardenal protodiácono anunciará desde el balcón de la Basílica la elección del nuevo Papa al pueblo reunido en la plaza de San Pedro empleando la siguiente fórmula en latín: «Nuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam» («Os anuncia una alegría: Tenemos Papa»). El nuevo Pontífice se presenta ante el mundo e impartirá la bendición «Urbi et Orbi».
Tres precedentes breves
A tenor de la duración de los tres últimos cónclaves, podría preveerse que el que tendrá lugar estos días no debería prolongrase excesivamente. El cónclave del que salió elegido Juan Pablo I apenas duró un día: del 25 al 26 de agosto de 1978; el que dio el papado a Juan Pablo II se inició el 14 de octubre de 1978 y finalizó el 16; por último, el de Benedicto XVI, comenzó el 18 de abril de 2005 y terminó al día siguiente.
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