Francisco, nuevo Papa

Un «tercerón» en Álcala de Henares

Francisco pasó por las aulas del Colegio San Ignacio de Loyola de la ciudad complutense entre septiembre de 1970 y abril de 1971

Estancias para una vida de recogimiento. El hermano Amancio mostró con orgullo las estancias de la residencia y habitaciones donde pudo haber dormido el Papa. Ubicadas en la misma cuarta planta de entonces, mantienen también el tamaño modesto de aquellos años.
Estancias para una vida de recogimiento. El hermano Amancio mostró con orgullo las estancias de la residencia y habitaciones donde pudo haber dormido el Papa. Ubicadas en la misma cuarta planta de entonces, mantienen también el tamaño modesto de aquellos años.larazon

Nunca antes la ciudad de Alcalá de Henares se sintió tan hermanada con el Vaticano como ayer. Y es que nunca hasta ahora un Papa había estudiado en sus aulas y paseado por sus calles. La estancia de Francisco I en la ciudad complutense sólo fue de un año, pero suficiente para que ayer fuera escenario obligatorio de periodistas, turistas y curiosos. El Colegio San Ignacio de Loyola mostraba con orgullo las pruebas del paso del Pontífice por sus salas desde septiembre de 1970 a abril de 1971. Lola Herranz, directora del colegio, explicaba a LA RAZÓN que se enteró «sólo unas después de la elección, porque se corrió la voz por todo Alcalá».

Los únicos hermanos que coincidieron con Jorge Mario Bergoglio, el hermano Ucendo y el hermano Agapito, daban testimonio de su recuerdo. «Era una buena persona, muy sencilla», explicaban.

El recién nombrado Papa Francisco I llegó a tierras madrileñas un año después de ser ordenado sacerdote; sin embargo, fue aquí donde terminó su formación de jesuita. Era un «tercerón», como se conoce en la Compañía de Jesús a quienes realizan la tercera aprobación (último paso en la carrera), que consiste en retomar la espiritualidad y practicar un mes de servicio. Quien habla es el hermano Ucendo, que vive desde el año 1968 en la residencia de los jesuitas del centro de San Ignacio de Loyola. Explicaba a LA RAZÓN que Bergoglio «tenía fama de austero», aunque añadía que «en aquel momento lo que más llamaba la atención era su apellido». Ucendo añade que volvería a ver a Francisco I años más tarde, cuando fue nombrado obispo, pero «en aquella ocasión sólo vino por un par de días».

El antiguo provincial de la Compañía de Jesús, José María Fernández-Marcos, también recordaba ayer su paso por Alcalá: «Coincidimos en la Congregación de Procuradores Generales en 1987 y en luego en Argentina, en 1996. Es un hombre que ya hablaba muy bien. Sigue siendo próximo y sencillo, muy inteligente y tengo el recuerdo de que siempre que podía visitaba a los más necesitados». «Estoy seguro de que cambiará muchas cosas», apunta Fernández-Marcos.

La residencia de la Compañía de Jesús se convirtió ayer en un museo de Francisco I. El hermano Amancio, el bibliotecario y responsable del archivo histórico exponían con placer el único documento que atestigua la estancia del Papa en Alcalá . «Se trata de un catálogo con los oficios que mandan a las curias», explica. Su dedo apuntaba el nombre, «mira, ahí está, Jorge Mario Bergoglio, junto al resto de sus compañeros». Fotos no existen, «sólo hay de los que estudiaban Filosofía antes de que la facultad se trasladase a Madrid. El año que llegó el Papa, 1970, fue el primer año en que aquí se hacía la tercera aprobación y por eso apenas hay documentos», añaden.

A sólo unos pasos de las habitaciones está la capilla donde rezaba. «Abajo está la principal, pero ellos solían venir aquí porque les pillaba al lado de los cuartos», muestra Amancio. El antiguo altar del Noviciado de Aranjuez, con los santos de la Compañía de Jesús rodeando a Cristo fue testigo de sus plegarias. Las aulas y la sala de recreo, donde Francisco I –»antes sólo Jorge»– escuchaba música y charlaba con los compañeros siguen exactamente igual. Apenas unos pocos cuadros adornan las salas donde estudiaba junto a sus compañeros de curso. Las mesas, sillas y armarios que hasta ahora se antojaban un poco viejos son ahora un orgullo que mostrar.

Un testigo directo de esos meses es también el jesuita zaragozano Jesús María Alemany, ganador del Premio Derechos Humanos por su defensa de la paz en 2011. «Entonces no era el Papa, era Jorge. Fue hace mucho tiempo, cuando hicimos la última fase de preparación, que consistía en volver a las raíces, plantearnos por qué éramos jesuitas. Leíamos los documentos fundacionales y cambiábamos impresiones». Su recuerdo sobre Jorge Mario responde al de un hombre «que hablaba suave, era afable, cercano, pero firme en sus convicciones». «Como hemos visto con su oposición a la presidenta Kirchner por la desigualdad en Argentina», declara Alemany. Si hay dos cosas que le preocupaban, insiste el jesuita, fueron "profundizar en la espiritualidad y la lucha contra las desigualdades sociales. La justicia social». «Será un Papa renovador», coinciden todos.