Semana Santa
Una fe que empapa a golpe de saeta
El Jueves Santo da un respiro a las procesiones y miles de jóvenes se vuelcan en Pascuas rurales
Tregua en Sevilla. Un Jueves Santo con la mirada en el cielo, pero con los pasos en la calle. Las Cigarreras, los Negritos... Y la Madrugá. Saetas que no cesan en toda Andalucía. Expresión de una piedad popular desbordante, que mira hacia la sobriedad interior en Zamora, en Ávila, en Valladolid. Las procesiones se suceden en cada rincón de nuestro país. Nadie se queda en casa. Pies descalzos por promesas cumplidas o por peticiones. La crisis sobrevuela. Pero no quita la fe. Más bien, interroga. Lo confirma Antonio Ayuso, el presidente del Cabildo de Cofradías de Murcia, donde Salzillo se luce. Lo difícil que se ha puesto para muchos llegar a fin de mes ha hecho que algunos cofrades no hayan podido pagar las cuotas. Pero, al fin y al cabo, se trata de vivir en una Hermandad. De llevar a hombros a un Cristo de la Caridad que no entiende de recibos impagados. «Siguen teniendo los mismos derechos y obligaciones, a la espera de tiempos mejores», asegura Antonio, que ha visto cómo los nazarenos han aumentado en esta Semana Santa.
Las calles se llenan, también las parroquias para asistir a los oficios. Miles de jóvenes se movilizan estos días para romper con su rutina y vivir la Pascua alejados del ruido de la ciudad. Unos, en comunidades como Pueblo de Dios, en Huelva, buscando la esencia del Evangelio. Otros, intentado responder a la nueva evangelización promovida por Benedicto XVI. Más de 750 jóvenes y familias del Regnum Christi se han movilizado para echar una mano a 22 párrocos de pequeños pueblos en 10 provincias. «En estos pueblos en los que en el día a día no ocurren cosas extraordinarias, donde da la sensación de que somos pocos y de que todo se estuviera apagando, la llegada y la presencia de las familias misioneras ayuda a fortalecer y revitalizar la fe de las personas sencillas», comenta el padre Ángel Luis, párroco en Las Hurdes. Y la gente del campo responde. Con un cochinillo, un potaje.
O torrijas. Cuatro millones se cocinan en los fogones de la Comunidad de Madrid durante estos días. Y MariCarmen lo sabe bien. Más de mil vendió ayer por la mañana en «La Casa de la Torrija». Con un sorbito de vino dulce. «Las probó el Papa Francisco cuando se escapaba de Alcalá». Benditos dulces. Que Dios también se encuentra entre los pucheros. Lo decía Santa Teresa.
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