JMJ de Río
Una minoría creativa
Cada vez que se celebra la Jornada Mundial de la Juventud, ésta suscita siempre un gran interés. En este momento, sin embargo, surgen algunas preguntas respecto a ella: ¿por qué, en este tiempo de secularización rampante, los jóvenes dan la bienvenida tan generosa a las invitaciones entusiastas del Papa? ¿Por qué dedican tanto espacio los medios de comunicación a este asunto? ¿Y por qué la Iglesia los mira con tanta esperanza? Tal vez la respuesta más inmediata es que la JMJ siempre produce gran novedad y sorpresa, maravillando, porque los propios jóvenes son una novedad en el mundo, son portadores de frescura y de nuevas esperanzas acerca del futuro. Por tanto, es necesario preguntarse en primer lugar lo que en realidad es la JMJ(...).
El Papa Wojtyla estaba convencido de que para los jóvenes de hoy en día estos eventos alrededor del sucesor de Pedro son talleres en los que nace la fe, madura y crece, ya que son lugares especiales de diálogo, muy importantes, entre la Iglesia y las nuevas generaciones (...). Luego, en la misma longitud de onda, su sucesor Benedicto XVI en la JMJ ha visto «una verdadera cascada de luz y esperanza», una «nueva evangelización en su lugar» en la que los protagonistas son los jóvenes. Él describió la JMJ como un «remedio contra la fatiga de la fe» –pensando especialmente en las nuevas generaciones del mundo occidental– y «lugares» donde nace una «nueva manera de ser cristiano rejuvenecida y llena de entusiasmo y alegría de la fe».
Ahora es el turno del Papa Francisco, que, inmediatamente después de su elección, el Domingo de Ramos de 2013, anunció con entusiasmo para seguir los pasos de sus predecesores en este viaje de los jóvenes de todo el mundo: «La JMJ es una celebración de la fe», dijo (...).Una creencia que se refleja en las páginas de su primera encíclica: «Todos vemos cómo, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, los jóvenes muestran la alegría de la fe, el compromiso de vivir una fe más profunda y generosa... (Lumen fidei, 53) (...).
En casi treinta años de vida de la JMJ, se han generado muchos frutos espirituales y se han tocado los corazones de millones de personas en todos los continentes. En primer lugar, ha contribuido a la aparición de una nueva generación de jóvenes que se enfrente a la fe y a la Iglesia de una manera nueva: es la «generación de la JMJ», chicos y chicas que están muy lejos de los estereotipos con que son retratados por los medios de comunicación. Son jóvenes que tienen el valor para hacer frente a las cuestiones esenciales de la vida, tales como la cuestión de Dios. Por esto se habla de una «revolución silenciosa» que se produce en los jóvenes gracias a los encuentros mundiales.
Pero a pesar de que implican a masas siempre muy numerosas, todavía son una minoría. Sin embargo, se trata de una «minoría creativa», crucial para el futuro del mundo y de la Iglesia. Otros frutos tangibles de la JMJ son las conversiones reales que se derivan de la participación en estas reuniones, cambios de vida radicales, las opciones dirigidas al sacerdocio, a la vida consagrada o al matrimonio cristiano(...).
El Santo Padre, en los primeros cuatro meses de su pontificado, ha demostrado que los jóvenes son una prioridad para él y en sus intervenciones es posible trazar las líneas generales de este proyecto. En primer lugar, ha demostrado ser un verdadero maestro de la comunicación con ellos, con estilo sencillo y práctico, incisivo, con un lenguaje que puede estar cerca de los jóvenes. En segundo lugar, se ha podido identificar un importante hito: el encuentro abierto joven con Cristo, que está lleno de misericordia y que nunca se cansa de perdonar. Un tercer aspecto se refiere a su insistencia en que los jóvenes, los discípulos de Cristo, deben tener un «gran corazón», como dijo el 7 de junio a los alumnos de escuelas jesuitas, y agregó que se debe «aprender a ser generoso», que implica no tener miedo de las grandes cosas en la vida para poder alcanzar los grandes ideales, mantener vivo «el deseo de lograr grandes cosas para responder a lo que Dios pide de nosotros, y para ello, hacer las cosas bien todos los días, todas las acciones diarias, compromisos, reuniones...».
Además, para el Papa Bergoglio los jóvenes deben tener el valor de ir contra la cultura dominante de hoy y estar orgullosos de hacerlo con la ayuda del Señor. Necesitan saber que en realidad son un signo de contradicción en esta sociedad cada vez más secularizada. Además, la misión pastoral del Papa con los jóvenes contiene una apremiante invitación a caminar, a no parar y a no tener miedo de caer (...).
Finalmente, el último punto: un discípulo de Cristo es un pueblo misionero, y los jóvenes están llamados a ser los verdaderos protagonistas de la proclamación del Evangelio al mundo de hoy. En esta línea también se ocupa de la solicitud apremiante del Papa Francisco: «Los jóvenes tienen que decir al mundo: es bueno seguir a Jesús... es bueno salir de sí mismos a las afueras de la existencia del mundo llevando a Jesús». Y aquí entramos propiamente en el tema específico de la JMJ de Río, que será estrictamente misionera: «Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones» (cf. Mt 28, 19).
En resumen, cada Pontífice lleva un respirar nuevo, por lo que después de unos meses, ya hemos esbozado el plan claro y preciso de la pastoral del Papa Francesco para los jóvenes. En su primera encíclica se ha servido del texto preparado por Joseph Ratzinger, por lo que la JMJ Río es una obra a cuatro manos: es Benedicto XVI quien eligió providencialmente América Latina y Brasil para guiar el proceso de preparación con su mensaje del 12 de octubre de 2012, cuatro meses antes de su renuncia. Y precisamente la presidirá el primer Papa del continente latinoamericano, donde la JMJ vuelve de nuevo un cuarto de siglo después del día histórico de Buenos Aires, la primera celebrada lejos de Roma.
*Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos
(Texto cedido por «L'Osservatore Romano»)
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