Semana Santa
Vivir la Pasión a los pies del Calvario
Los peregrinos reviven con la minoría cristiana la muerte y resurrección de Cristo en Jerusalén
Un mosaico de orígenes e idiomas confluyó ayer en Jerusalén en Jueves Santo, al llegar a la ciudad peregrinos de diferentes confines del mundo, quienes sumándose a los cristianos locales, se sienten privilegiados al señalar los días sagrados en el lugar de los hechos.
El punto principal de atención durante toda Semana Santa es el Santo Sepulcro, hacia el cual salen las distintas procesiones por la Vía Dolorosa, cuyas últimas cuatro estaciones se hallan dentro del imponente santuario. El lugar, en el que antiguamente había un templo pagano, es considerado clave como sitio venerado por el Cristianismo, desde el siglo VI, en la época del Emperador Constantino. Su importancia radica en el hecho de que según la fe cristiana, allí se encuentra el Calvario –donde murió Jesús–, la piedra sobre la que fue ungido antes de dársele sepultura y el sitio de la Resurrección. Hay quienes inclusive llaman al santuario, en lugar de Santo Sepulcro, Basílica de la Resurrección. Hoy los católicos forman parte, junto a ortodoxos y protestantes, de la minoría cristiana.
Ayer, ya temprano a la mañana, el patriarca Latino de Jerusalén Monseñor Fuad Tuwal, jefe de la Iglesia católica en Tierra Santa, entró al Santo Sepulcro, encabezando la Misa de la Cena del Señor y la ceremonia del Lavatorio de los pies.
«La gente tiene un poco de miedo a venir porque impresiona», dice a LA RAZÓN Gabriela Villarreal , una peregrina nacida en Uruguay y residente desde hace 15 años en España. «Yo hago esta noche la vigilia en el Santo Sepulcro porque es la única noche que se puede hacer adoración al Santísimo sobre la tumba donde estuvo nuestro Señor.Pero la verdad es que la primera vez me lo pensé tres veces, porque no poder salir hasta el día siguiente, da algo... uno no sabe».
Esos temores, esta joven peregrina ya los ha superado y su viaje actual a Jerusalén es el décimo tercero que realiza desde el primero en el 2002.
Junto a ella está María Antonia, de Santander, que a sus 88 años no se cansa y cuenta orgullosa que peregrina a Tierra Santa desde 1964 y viene tres veces al año. «Cuando vine por primera vez esto era Jordania y pude llegar al Santo Sepulcro cruzando una frontera con sacos rellenos y metralletas, pero sin sentir temor porque Dios está conmigo. Ahora esto es Israel y yo me siento muy segura. En ninguna parte del mundo me siento más segura que en Jerusalén», comenta sonriente.
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