Los Ángeles
Scorsese: «No me aterroriza la mafia, sino quien no tiene un código moral»
Auge y caída de un criminal. Scorsese repite tema pero cambia de escenario en «El lobo de Wall Street», que desde ayer opta a cinco Oscar, entre ellos mejor Película, Dirección y Actor Protagonista, para Leonardo DiCaprio, con el que forma ya uno de los tándem más sólidos de Hollywood
La nueva pareja de moda en Hollywood está formado por Leonardo DiCaprio y Martin Scorsese, un dúo monumental que estrena «El lobo de Wall Street». Ayer mismo, los académicos corroboraban que la química funciona con cinco candidaturas a los Oscar. No es la película más nominada del año, pero las cinco categorías son de las «gordas»: Mejor Película, Director, Actor Protagonista (DiCaprio), Actor de Reparto (Jonah Hill) y Guión Adaptado. Con el director, icono de una época, tuvimos oportunidad de hablar en Nueva York sobre su pasión por Leonardo, su próximo filme, «Silence», y sobre todo, la codicia, fuente en la que bebe «El lobo de Wall Street». La cinta cuenta la historia de Jordan Belfort, uno de los mayores timadores que han pasado por la bolsa. El empresario estadounidense, de 51 años, que en la cúspide de su fortuna se enorgullecía de ganar 9,5 millones de euros en un día, fue acusado de malversar 146,5 millones de sus inversores.
-¿Qué le ha llevado a repetir con Leonardo DiCaprio y Robert de Niro?
-Es un tema de confianza. Nos sentimos seguros los unos con los otros, sabía que iban a hacer un buen trabajo. Por supuesto surgen desacuerdos, pero, al final, todo se arregla. Mientras las ideas sean interesantes voy a tratar de llevarlas a cabo, soy un director que escucha para conseguir un buen resultado. A veces no opino igual que DiCaprio, pero le dejo probar lo que cree que es mejor para esa escena. Siempre es un problema quién controla la película. En los años 70, muchas veces el control lo tenían o el director o el actor. Algunos intérpretes han sido grandes directores, como Orson Welles. Siempre me provocó timidez trabajar con actores que yo sentía que querrían controlar la película. Alguien como De Niro no lo hacía: tenía todo el poder y sin embargo no quería hacerlo. Y Leo es igual que Robert: confía en mí. No sólo es confianza por el control del filme, sino a un nivel artístico.
-¿Le molesta que la imagen que tiene Leo afecte a su éxito?
-Si lo sigues repitiendo, va a seguir ocurriendo. Siempre es lo mismo con cada película que hago con él. Fue De Niro quien me lo recomendó por primera vez: elegí ver «¿A quién ama Gilbert Grape?» y pensé que era un documental, luego vi «Titanic» y después conseguí que rodara conmigo «Gangs of New York». Creo que ha demostrado suficientes veces su talento. Lo considero un actor excelente.
-Este filme es pura tragedia.
-Estoy completamente de acuerdo.
-¿Ha exagerado el mundo en que vivimos?
-No. No exagero nada. De hecho, sólo es la superficie de lo que estaba ocurriendo en esta historia. He tratado de meter al espectador en el tornado de la mente del personaje que gira, gira y gira. No importa nada más.
-¿Quería mostrarnos el retrato «kitsch» de estos personajes que de la nada se vuelven ricos?
-Por supuesto. El dinero de familia es una situación de privilegio, de clase, lo que no quiere decir que todos sean villanos, aunque algunos definitivamente lo son. Mi película tiene una parte divertida, pero al mismo tiempo es dura, áspera porque nace de la ira que provoca ver la codicia que hoy existe.
-Los corredores de bolsa se parecen a los miembros de la mafia de sus filmes...
-Tienen la misma mentalidad, desde luego. Pero la mafia es la mafia. Lo que me aterroriza son aquellos que no tienen un código moral.
-Ha hablado del control del filme y, tal y como se ha financiado, usted se ha quedado con el control absoluto...
-Sí, por supuesto. Ahora mismo tengo una buena relación con Paramount Pictures y también con HBO. Ambos me dan mucha libertad.
-¿DiCaprio y Scorsese forman ya un poderoso tándem de Hollywood?
-La nuestra es una relación de trabajo que funciona muy bien. Ya cuando hicimos «Shutter Island» empezaron a hablar de una marca. Nosotros vamos a seguir colaborando juntos siempre y cuando tengamos el material adecuado. No por el simple hecho de rodar con Leo vamos a hacer cualquier cosa. Decidimos juntos qué porycetos queremos hacer. Él suele traerme guiones. Lo mismo ocurre con De Niro, con quien espero hacer muy pronto una nueva película.
-¿Rodar en digital le ha cambiado?
-No. He filmado algunas escenas en digital porque ya no puedo esperar a la iluminación por el presupuesto.
-Hablemos de «Silence», su siguiente proyecto...
-Cuando era niño estaba siempre enfermo, no podía salir a jugar con otros chicos. Era un vecindario muy duro, al que todos los alcohólicos iban a morir, y el único lugar al que se le debía un poco de respeto era la iglesia que se encontraba en la esquina de mi calle. Me fascinaba la paz que allí encontraba, y el misterio, por supuesto. Conocí a un cura que entonces tenía 18 años y se convirtió en mi mentor. Él sigue vivo ahora, tiene 86, creo, y nos enseñó muchísimo. Allí descubrí la vocación de sacerdote, la verdadera llamada, el entendimiento. Fui al seminario, pero me invitaron a marcharme. Luego me involucré en el cine. El cine y la Iglesia fueron mi camino espiritual y el libro de Shûsaku Endô tiene eso de lo que hablo.
CON EL CINE MUDO
Además de un genial cineasta, Scorsese es un enamorado de la historia de su profesión y, como tal, uno de los nombres más activos en defensa de la preservación de las películas antiguas. De los años del cine mudo tan sólo se conserva el 18% de lo que se rodó. «El cine es un arte que tiene cien años y, personalmente, creo que el celuloide ha desaparecido. Se ha terminado. Ahora ya es otra cosa. La gente no va a las salas como iba en 1955 o en 1970, a ver una película el fin de semana», explica. «Hay más oportunidades, pero me produce tristeza que una vieja tradición se pierda. No hay razón para no preservar esas películas y presentárselas a una generación más joven. Vengo de una época en la que las cintas se tomaban en serio. Con los años le he mostrado muchas antiguas a mi hija».
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