Coronavirus

Estado de emergencia capilar

Las peluquerías reabrieron sus puertas con mamparas y sin revistas, pero con la agenda completa hasta junio

Ni los tintes quedan como en la foto de la caja, ni resulta tan fácil cortarse el flequillo a lo Jane Birkin, aunque se siga al pie de la letra el tutorial de Youtube. Después de siete semanas de confinamiento, ayer, por fin, se abrieron las peluquerías para atender la avalancha de emergencias capilares provocadas por el aburrimiento y la necesidad de no verse tan feo ante tanta desgracia.

Una vez comprobado que las tijeras de cocina no sirven para hacer un desfilado y que, quizá, hubiera sido mejor dejarse las canas, se entiende mejor que el Gobierno quisiera declarar las peluquerías servicio esencial en el Estado de Alarma. «Cuando oí por la televisión que podían abrir este lunes, dije: ‘‘Reina, voy a ser tu primera clienta’’», cuenta Adelaida Varón, mientras Mónica Roldán le llena la cabeza de papel de plata.

Todavía no se ha demostrado cómo, pero los peluqueros tienen el gran poder de desarmar a quien se sienta en su sillón para que exponga sus intimidades como si fuera el diván de un psicólogo. «Puede que estuviera un poco histérica con un preadolescente en casa durante el confinamiento... Entre eso y que estaba dejando de ser rubia, me veía como Brujilda», reconoce esta mexicana, que no dejó pasar ni cinco minutos desde que Pedro Sánchez anunció la apertura de los salones para coger cita.

El de Mónica Roldán ya tiene la agenda llena hasta junio. «Me llevan llamando desde la tercera semana de confinamiento», asegura esta peluquera con más de 30 años de experiencia. «Que cuándo pensaba abrir, me decían.... con algunas he hecho consulta por videollamada y enviado tintes por correo. Era lo único que podía hacer». En la peluquería de Gema Casal el teléfono no para de sonar y ella pide paciencia.

El protocolo de apertura para la fase cero de desescalada solo permite un cliente por profesional, que debe acudir con cita previa, así que «ahora solo puedo coger como máximo seis, cuando antes del virus atendía el doble». La vuelta a la actividad no ha sido fácil. Después de enormes pérdidas tras un cierre tan prolongado, «encima he tenido que hacer una gran inversión para abrir con todas las garantías de seguridad y comprar mamparas y material desechable».

Por eso otros muchos locales no han podido abrir. La Alianza de Empresarios de Peluquería de España teme la desaparición del 42% . «Lo hemos pasado mal, pero nos recuperaremos», confía Casas. «Yo estaba deseando venir», tercia Carmen Aguirre, una vecina del barrio. A mitad de confinamiento probó con la opción del «spray que colorea las canas» hasta que no vio más opción que el tinte del Carrefour. «He venido a que me apañen lo que me hice», admite entre risas.

El antidepresivo de la belleza

La demanda exagerada de servicios de peluquería y salones de belleza no puede considerarse una frivolidad. Porque en tiempos de crisis aumenta la facturación del sector. La belleza puede ser un antidepresivo y un chute de autoestima para hacer frente a las adversidades. Pero, también, «buscamos arreglarnos para recuperar la normalidad», apunta el decano del Colegio de Sociólogos de Asturias, Jacobo Blanco.

También influye la idiosincrasia española: «Somos un país que gasta mucho en el cuidado exterior, vivimos mucho hacia la calle y nos gusta mostrar nuestra mejor cara. En los países católicos, a diferencia de los protestantes, una cosa es lo que se enseñe de puertas para afuera y otra lo que ocurra en la intimidad, por eso tenemos persianas». Además, hay que tener en cuenta, prosigue Blanco, que en España «siempre se ha intentado aparentar. Ahora que viene una crisis, más todavía»