Coronavirus

Rebrotes: La segunda oportunidad de la Covid-19

Diferentes expertos coinciden en que «los rebrotes van a suceder» y que el próximo está «muy cerca». Aunque el verano pueda aplacarlo, «en otoño puede volver a aumentar»

En España estamos viviendo, desde que se levantó el estado de alarma, las mismas situaciones que en la primera semana de marzo
En España estamos viviendo, desde que se levantó el estado de alarma, las mismas situaciones que en la primera semana de marzoÁlex ZeaEuropa Press

Un país del sur de Europa comienza a experimentar los siguientes síntomas. En diez días se ha apreciado un crecimiento acelerado de los casos de contagio por COVID-19 registrados. De hecho, en algunas jornadas de la última semana, de un día para otro los casos han estado cerca de duplicarse. El número de pacientes fallecidos ha aumentado. Afloran focos de la infección dispersos por todo el territorio nacional con nuevos brotes cada 24 horas. Existen algunos brotes que sugieren que hay trasmisión comunitaria (por ejemplo, personas que visitan a un paciente en un hospital y luego acuden a una residencia). No existe tratamiento totalmente eficaz contra la infección. La vacuna está lejos aún de lograrse.

¿Es esta una definición que podría responder a la situación vivida en España la primera semana de marzo de 2020? Sin duda, sí. Pero en realidad es la definición de lo que en España estamos viviendo desde que se levantó el estado de alarma. La última semana de nuestras vidas se parece demasiado a la primera semana de la catástrofe. ¿Vamos a cometer los mismos errores que entonces? Ante el goteo de casos de nuevos focos que aparecen en nuestro país en lo últimos días, la respuesta que la mayoría de los expertos consultados dan es siempre la misma. El virus sigue activo, el verano puede aplacarlo pero no eliminarlo, los focos seguirán aflorando y es más que esperable una segunda ola.

El virus sigue «muy activo»

El último en sumarse a esta tendencia de opinión ha sido el subdirector general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Ranieri Guerra, cuyas palabras deberían ser tomadas como la voz de alarma que echamos de menos desde esa misma institución al comienzo de la pandemia. «El coronavirus se comporta siguiendo la hipótesis que habíamos planteado. La comparación es con la gripe española, que se comportó exactamente como la COVID-19: descendió en verano y retornó ferozmente en septiembre y octubre, causando 50 millones de muertos durante la segunda ola». El mandatario de la OMS ha querido advertir que «el genoma viral sigue siendo el mismo. La tendencia epidémica es previsible. El descenso del verano es previsible. También sucedió con la gripe de 1918. Pero no queremos que los cuidados intensivos se llenen nuevamente por culpa de un rebrote».

El principal problema al que nos enfrentamos en este momento es el descenso aparente de los datos clínicos de la enfermedad. Las UCI se vacían, los hospitales empiezan a desalojar sus plantas covid, el número de muertos no parece agobiar a las autoridades y la población comienza a hacer vida normal. Pero el virus sigue ahí fuera. De hecho, según algunos expertos, quizás con más virulencia de la que creemos. La viróloga del CSIC, investigadora del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa es tajante: «El virus sigue muy activo. Una segunda ola está cerca. No sabemos cuál de los brotes que ahora estamos experimentando puede ser el que se nos vaya de control, pero podría tratarse de cualquiera».

Las decenas de focos que han aflorado en la última semana pueden leerse con una mirada optimista: significan que los controles están funcionando y los sistemas de alerta son capaces de detectar y aislar a tiempo los nuevos brotes. Pero también siguen un patrón que invita a la prudencia: demasiado dispersos por la geografía nacional, con intervalos muy cortos entre brote y brote y con gran riesgo de expansión dadas las circunstancias actuales que permiten la movilidad de los ciudadanos.

«Las segundas olas de las pandemias no son ciencia ficción, ocurren en la realidad», declaró Melania Álvarez, consejera de Derechos Sociales y Bienestar del Principado de Asturias (una de las pocas comunidades, por cierto, que reaccionaron junto con la de Madrid, con medidas preventivas propias antes del estado de alarma). El virus nos ha dado la oportunidad de volver a la «casilla de salida». Pero ahora (como en el viejo juego del Monopoly en el que el jugador ganaba una cantidad cuando volvía a pasar por la salida) estamos mejor preparados. Tenemos una población educada por imperativo de las circunstancias a guardar medidas de seguridad, usar mascarilla y cuidarse de los contagios. Y un sistema sanitario quizás más preparado. La OMS alertó al comienzo de la pandemia de que Europa había derrochado el tiempo y la experiencia que nos había legado el caso chino. Ahora no deberíamos volver a ser irresponsables con rebrotes. «Nos enfrentamos a meses de mucha incertidumbre», ha declarado el portavoz de la Sociedad Española de Medicina General y de Familia, Lorenzo Armenteros. «Los rebrotes se van a suceder. Un cumpleaños, un funeral o un encuentro en un centro sanitario pueden prender la mecha». «Tenemos miedo y no nos podemos relajar», asegura María José García, portavoz del sindicato de Enfermería SATSE.

Territorios fuera de control

Predecir cuándo va a suceder un rebrote no es fácil. Depende de muchos factores. El primero es el propio virus, que sigue siendo un gran desconocido. El estudio genético del SARS-CoV-2 ha permitido establecer que, aunque es un patógeno diferente al que provocó la gripe del 18, su comportamiento en oleadas puede ser similar. Otro factor es nuestro comportamiento. Como asegura Salvador Macip, virólogo de la Universidad de Leicester, «si aumentan mucho las situaciones de riesgo, las posibilidades de un rebrote importante aumentan. Juega a nuestro favor la temperatura y el aire libre, que parece que disminuye el riesgo de contagio, pero en otoño puede volver a aumentar».

Todo parece indicar que los rebrotes son inevitables, pero ¿son incontrolables? La inmensa mayoría de los expertos reconocen que la mejor arma para combatirlos es el seguimiento, rastreo y detección en tiempo real de los casos. Y eso se llama test. Uno de los puntos débiles de la respuesta de España al inicio de la pandemia fue la falta de apuesta oficial por los tests masivos. Hoy seguimos empeñados en la misma política restrictiva: Fernando Simón continua empeñándose desde su púlpito (ya no diario) en relativizar la importancia de los test. «Hacerlos a los turistas en origen no controla los brotes», dice. Pero lo cierto es que Pekín, la víctima del último gran rebrote global, parece haberlo controlado tras hacer más de 2,5 millones de tests en unos poco días.

Fuera de nuestras fronteras el virus crece sin control. La OMS ha alertado de que seguimos generando récords de contagios y de muertes en el mundo cada semana. Grandes zonas como Brasil, EE UU, India o Irán pueden calificarse sanitariamente territorios fuera de control. En estas circunstancias, si existe un punto débil en la situación de la vieja Europa son sus fronteras. Hay más virus fuera que dentro, más peligro fuera que dentro. Es más probable que los virus entren a Europa que salgan de ella. El punto de entrada del virus no es otro que los aeropuertos y los puertos. Y en el caso de España, el aeropuerto de Madrid es la puerta abierta a la mayor parte del tránsito de ciudadanos que proceden de las zonas fuera de control. Los rebrotes interiores son preocupantes. Pero la importación de virus puede ser, sencillamente, desastrosa.

Dentro de nuestras fronteras, existen algunos puntos sensibles que hay que cuidar especialmente. El epidemiólogo del Imperial College, Neil Ferguson, los ha comunicado con claridad: instalaciones de producción de alimentos, colegios, centros de trabajos que reinician la jornada habitual… Según sus palabras, «hoy podemos perseguir desesperadamente cada uno de los brotes como un juego de aquí te pillo aquí te mato. Pero la auténtica amenaza llegará después del verano».

En los años 70 toda una generación de españoles se vio marcada por el programa de televisión sobre educación vial de Paco Costas «La segunda oportunidad». La cabecera del programa mostraba un accidente de tráfico acompañado de la voz en off «el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra». Si algo tiene un rebrote es, por definición, que se trata de juna segunda oportunidad. ¿Verían el programa Fernando Simón y el ministro Illa cuando eran jóvenes?