Los sanitarios, ante la tercera ola: “Estamos como en marzo; hemos perdido el control”

Los sanitarios, ante la tercera ola: “Estamos como en marzo; hemos perdido el control”

Exhaustos y desengañados, algunos denuncian sentirse “vendidos, ya nos falta material y recursos”

Dicen que cuando amenaza tsunami, el mar se retira poco antes y una calma tensa lo invade todo. El viento sopla diferente y en el aire flota un ambiente extraño. Esta misma sensación de amenaza la están viviendo miles de sanitarios de toda España. Como con la ola gigante, los indicadores de alarma están al rojo vivo. Entramos en la tercera fase de la pandemia del coronavirus, ¿sabremos hacerlo mejor esta vez?

Guillén del Barrio tiene 31 años y lleva casi seis años trabajando en la Urgencia del madrileño Hospital La Paz. Su estado actual es de gran preocupación, por un lado, y de enorme cansancio, por otro: «Tengo una sensación negra, nos han dejado vendidos. Ya estamos viendo que nos falta material y personal y las medidas que se están tomando solo empeoran la situación».

El portavoz del Movimiento Asambleario de Trabajadores de Sanidad (MATS) ve cada día cómo se aproxima el pico de esta tercera ola que todos habrían querido evitar o, al menos, hacer más progresiva. En su hospital ya se están llenando las salas en planta y están a punto de volver a abrir el gimnasio como hicieron durante la primera y segunda oleada. Una diferencia que aprecia esta vez Guillén es que los pacientes no Covid aumentan al mismo ritmo que los afectados por coronavirus, algo que no se produjo antes.

Quizá tenga que ver con que enero es un mes complicado siempre en la Urgencia, lo que contribuye a que la tormenta sea perfecta. Por este mismo motivo, él se teme que la tercera curva será más empinada que las anteriores. «Lo veo en primera persona, el crecimiento es evidente: si hace dos semanas hacías 15 pruebas de Covid en un día y dos personas daban positivo, hace dos días la proporción era de 24 pruebas y ocho infectados, uno de cada tres», explica este enfermero en conversación telefónica.

Es verdad que ahora no se parte de cero, que hay enseñanzas de estos casi diez meses en la trinchera sanitaria que están incorporadas: «Hay cosas que tuvimos que inventarnos en marzo, como habilitar espacios distintos para acoger a los pacientes. Improvisamos una vez y no tendremos que volver a hacerlo». Pero la experiencia acumulada no resta un ápice de amargura cuando «ves errores que se repiten, como haber levantado el pie durante las Navidades».

Un ingresado por Covid en el Hospital Gregorio Marañón
Un ingresado por Covid en el Hospital Gregorio MarañónRuben mondeloLa Razón

El estado mental de muchos sanitarios en esta larga y dura batalla contra la Covid 19 se ha resentido y varios hospitales han puesto a su disposición ayuda psicológica. Este enfermero de La Paz reconoce que «pensaba que lo había gestionado mejor, pero la verdad es que hasta solo dos meses lloraba cuando hablaba de lo que hemos pasado. Fue durísimo tener a tantos pacientes agonizando, pidiendo tu ayuda, y tú sin poder hacer nada por ellos». Recuerda con horror cómo cada vez que entraban de turno había muchos más pacientes que el día anterior, enfermos a los que no podían ni acercarse hasta colocarse todo el material de protección. Y cómo tenían que decidir quién vivía y quién moría. Igual que en una guerra.

Una doctora del Gregorio Marañón contaba en estas mismas páginas durante la segunda oleada del virus que cuando salía a dar un paseo por el barrio y veía los bares llenos le daba un vuelvo el corazón. Se imaginaba que en un par de semanas los tendría a todos en su planta. No hay duda de que esto se veía venir, pero nadie ha tenido la audacia, o el arrojo, de evitarlo.

Según Luis Puente, jefe de Servicio de Neumología del Marañón, este nuevo embate de la Covid 19 llega después de las reuniones familiares igual que la segunda ola siguió a las vacaciones de verano. No obstante, él aún confía en que sea más leve que la del otoño «y no llegue a colapsar los servicios sanitarios, aunque aún no sabemos qué ocurrirá». Puente considera que los sanitarios «nos enfrentamos al virus con menos temor, pero sigue siendo una enfermedad que da una carga enorme de trabajo». Lo que es seguro es que las cifras no mienten. Según fuentes sanitarias, el Marañón tiene ahora mismo 120 pacientes Covid; antes del día de Navidad no llegaban a 80.

En el Hospital Ramón y Cajal también contienen la respiración ante el tsunami que se les echa encima. Raquel Besse, 33 años y más de seis como médico adjunto de Medicina Interna, asegura que «tenemos la misma sensación que en marzo, no que en septiembre. Esto se nos ha ido de las manos, hemos perdido el control y tenemos todo el cansancio acumulado de varios meses». Ella, por poner un ejemplo, solo ha podido coger este año doce días de vacaciones.

Además, toda la solidaridad de la primera etapa, cuando «hasta los cirujanos y los traumatólogos nos ayudaban», ha dado paso a un axioma de que el coronavirus «es un problema de los servicios médicos y generales». A esto se añade, además, que muchos recursos «se están movilizando hacia el Zendal, pero no son sustituidos, así que somos menos médicos para más pacientes». Aunque Raquel cree que la gravedad de marzo aún no se ha replicado, sí reconoce que «hay guardias en las que acabas firmando cinco o seis partes de defunción».

La saturación médica amenaza muy seriamente comunidades como la valenciana, desde donde no dejan de llegar desde hace unos días llamadas de auxilio. Javier Millán, jefe del Servicio de Urgencia del Hospital de la Fe y presidente de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes) en la Comunidad Valenciana, cree que la situación se asemeja peligrosamente a la vivida en marzo. Cada día se confirman 4.000 nuevos contagiados, cuando en la primera ola no llegaban a 700.

Es cierto que entonces el número de pruebas que se realizaban eran mucho menor, pero también que el avance de la enfermedad está disparado: «El día cuatro de enero había 2.080 pacientes hospitalizados en toda la comunidad, en marzo llegaron a 2.189. Estoy seguro de que ya hemos rebasado en número a la primera ola». Los ingresados en UCI también se aproximan a aquellos días terribles del comienzo de la crisis; hace solo cinco días llegaban a los 331, cuando la mayor cifra de marzo se quedó en 389.

Sin embargo, Millán no cree que estemos en la tercera ola porque aún no hemos logrado quitarnos de encima la de septiembre. Teme seriamente que en las próximas semanas seamos testigos del colapso del sistema, la temida línea roja. Defiende que el personal seguirá trabajando a la altura de lo que se espera de ellos pese al manifiesto agotamiento y la «decepción» que les ha causado el ministro Illa por su renuencia a reconocer a la Urgencia como especialidad.