A un año del comienzo de la pandemia, este catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid reconoce que fue uno de los que se equivocó. Cuando aún no había terminado febrero, Ángel Gil de Miguel no pensó “que fuéramos a vivir todo esto”, pero ya a principios de marzo su mensaje cambió radicalmente. Vio lo que se nos venía encima. Al principio de la crisis sanitaria fue uno de los expertos en asesorar al gobierno madrileño junto a otros dos académicos. Ahora le da pánico ver la prisa que nos estamos dando en aflojar las restricciones y le parece increíble “que lo hayamos olvidado todo de nuevo”.
-¿Cree que es el momento de empezar la desescalada?
-Lo que estoy viendo me da pánico, claro. Estamos más cerca de una cuarta ola de la pandemia de lo que la gente cree. Hay que estar muy seguros y ser muy prudentes, hemos de garantizar primero una caída clara de contagios por debajo de 200 casos por cada 100.000 habitantes, que es lo mínimo que se puede pedir para la desescalada. ¡Venimos de un millar! Alemania tiene el límite puesto en 50. Ahora mismo, solo Baleares y Canarias bajan de los dos centenares y se debe a su confinamiento insular.
-¿Puede volver a crecer la curva?
-Los repuntes se pueden volver a dar, están ahí. Lo acabamos de ver después de las Navidades, que propiciaron la subida de casos. Mientras no haya un volumen muy alto de vacunación habrá que tener cuidado. Afortunadamente, las vacunas son eficaces para la cepas británica y brasileña, también parece que para la surafricana. Pero nos pueden dar un susto.
-¿Cuál sería para usted ese nivel óptimo de inmunización?
-En torno al 40 por ciento; es que ahora no llegamos ni al 10%. Es muy pronto para pensar en relajar las medidas. El mensaje ahora debería ser prudencia, prudencia y prudencia. Lo contrario es una bomba de relojería. Además, hay que aprovechar que ya nos hemos acostumbrado a tener una movilidad relativa.
-¿Sigue sobrecargado el sistema sanitario?
-Hay que bajar las cifras y mantenerlas ahí dos o tres semanas para asegurarnos, si no el sistema sanitario volverá a saturarse pronto. Hay que tener en cuenta también todo lo que esa sobrecarga implica al margen de la Covid: el retraso en las cirugías, en el diagnóstico oncológico... Los médicos asistenciales están agotados, se merecen poder descansar, reflexionar sobre cómo están haciendo las cosas, no tantos aplausos. La Semana Santa nos podría venir bien a todos para eso.
-¿Qué siente cuando oye eso de que hay que salvar la Semana Santa?
-Salvar la Semana Santa puede significar fastidiar el verano y el calendario de vacunación. Estamos más cerca de volver a equivocarnos de lo que nos pensamos. No se debe hablar de flexibilizar las medidas, me parece un error. Habría que quitar el término desescalada del debate. Además, si se produce una cuarta ola favoreceríamos las mutaciones y que haya nuevas variantes. Hay que ser tremendamente prudentes para tratar de controlar la pandemia porque el virus no lo vamos a erradicar. Mientras haya un reservorio animal, como ocurre en las aves con la gripe aviar, no hay posibilidad de que desaparezca.
-¿Volveremos a tropezar con la misma piedra?
-En la Comunidad de Madrid los casos más numerosos tienen entre 15 y 24 años. Son jóvenes que, aunque ingresan menos en los hospitales y tienen un índice de mortalidad mucho más bajo, sí que contagian. A los padres, a los abuelos... No se puede bajar la guardia. Se está precipitando todo tanto que me da pánico que tengamos que volver a lamentarnos. Parece mentira que la tercera ola nos haya pillado con el pie cambiado, ha habido más muertes que en la segunda. No sé cómo se nos puede olvidar todo tan rápido. Ojalá me equivoque.