Nueva reforma papal

La cruzada de Francisco contra el tradicionalismo, a examen

Los liturgistas respaldan la decisión del Papa de reducir a la mínima expresión la conocida como misa tridentina: “No es una enmienda ni total ni parcial a Benedicto XVI”

Francisco, en la misa celebrada en la cripta de San Francisco de Asís
Francisco, en la misa celebrada en la cripta de San Francisco de AsísVATICAN MEDIA HANDOUTEFE

Al Papa argentino se le ha agotado la paciencia. Las licencias se han acabado después de las oportunidades dadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI a los movimientos tradicionalistas, especialmente con los cismáticos lefebvrianos, para intentarles recuperar para el rebaño romano, ante sus negativas de aceptar las novedades del Vaticano II. Así lo puso este viernes de manifiesto Francisco este viernes al aprobar el motu proprio ‘Traditionis custodes’, que limita al extremo la celebración de la conocida popularmente como misa tridentina, o lo que es lo mismo, aquella que, con matices históricos, se celebra en latín, de espaldas a los fieles... Tan solo permitirá que se siga este rito con determinadas exigencias de los obispos locales y solo se admiten como válidos los libros litúrgicos promulgados por Pablo VI y Juan Pablo II. Jorge Mario Bergoglio justifica con un informe la Congregación para la Doctrina de la Fe, fruto de una encuesta universal entre los obispos. Tal y como desvela Francisco, ha verificado una deriva de algunos grupos católicos para “construir oposiciones que hieren a la Iglesia y obstaculizan su camino, exponiéndola al riesgo de la división”.

“La decisión de Francisco ni es una enmienda a la totalidad a Benedicto XVI ni una enmienda absoluta de su motu proprio ‘Summorum Pontificum’”, sentencia Juan Manuel Sierra, profesor en la especialidad de liturgia de la Universidad San Dámaso de Madrid, que despeja cualquier duda sobre un Benedicto XVI anclado al pasado: “Basta recordar su última intervención como Papa ante el clero romano, donde centra su intervención en las constituciones ‘Sacro Santum Concilium’ y ‘Lumen Gentium’. En mi opinión, fue su forma de afirmar la validez e importancia de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II”.

“La liturgia es algo vivo que ha evolucionado y evolucionará: si un rito va cambiando en el tiempo, es una evolución. Si subsisten en el tiempo dos formas distintas, en realidad da lugar a dos ritos litúrgicos y eso es lo que intenta frenar el nuevo documento. El Papa dice que la expresión del rito romano es la posterior al de Vaticano II, aunque se permitan determinadas celebraciones de forma excepcional”, remarca este liturgista de largo recorrido que entre 2011 y 2013 fue oficial de la Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Tal y como advierte el Santo Padre, Sierra también cree que “la liturgia es lo que más se ve cuando hay problemas pero detrás hay problema dogmático y eclesiológico que se manifiesta en la liturgia, pero el problema no es litúrgico”. Es más, no duda en expresar que era necesario “salir al paso del ‘esnobismo’ de algunos que han nacido ayer y que quieren celebrar la misa por el rito extraordinario”. “¿Quién puede tener nostalgia?”, se pregunta. “Alguien mayor que ha vivido y se ha educado en otro tiempo, sí. De lo contrario, no le veo mucho sentido”. Por eso, apostilla que cuando un Papa acomete una reforma, no lo hace porque haya dormido mal una noche, es porque verdaderamente tiene argumentos”.

“Se trata de un discernimiento que ha hecho él y que tiene derecho a hacer, porque forma parte de su misión apostólica. Esto afecta solo a con qué Misal se celebra el rito romano y no a otros ritos que existen en la Iglesia”, avala Juan Luis Lorda, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, que apostilla: “Desde mi punto de vista toda esta problemática procede de que, en algunos lugares, los deseos del Concilio Vaticano II para renovar la liturgia se aplicaron con poco tacto y mucho desorden. Esto hirió a los sectores cristianos más tradicionales y en parte los malquistó con el Concilio. Es una pena porque es injusto. Todavía es necesario sanar este proceso”. Por ello, considera que, “si no fuera por esto, el asunto carecería de problemas”. En cualquier caso, subraya que “más importante que estas legítimas y respetables diferencias son la unidad de la Iglesia con el Papa, que es principio de unidad, y con el misterio de la eucaristía que se celebra, de muchas maneras, según la voluntad del Señor”.

Aun así, Lorda indica que no todo lo que se presenta como misa tridentina es misa tridentina. Así, recuerda que la lengua oficial de la Iglesia es el latín: “Siempre se puede celebrar en latín, como en cualquier otra lengua, el rito actual y no hace falta ningún permiso”. De la misma manera, también detalla que, “aunque está recomendado que en los templos se ponga el altar cara al pueblo, en muchas ermitas o capillas no está o no puede estar y se puede celebrar perfectamente”. Le sucedió, por ejemplo, al propio Papa en la eucaristía que celebró hace casi un años en la cripta de San Francisco de Asís, donde firmó su encíclica ‘Fratelli tutti’.