Opinión

Pandemia, lo que decimos algunos mayores (sin complejos)

"El injusto reparto de los cuidados y trabajos domésticos, esenciales para la sociedad pero invisibilizadas y precarizados es una de las causas"
"El injusto reparto de los cuidados y trabajos domésticos, esenciales para la sociedad pero invisibilizadas y precarizados es una de las causas"Javier EtxezarretaAgencia EFE

Adiferencia de la pandemia del 18 (la mal llamada «gripe española», una pandemia «contra» jóvenes) la covid ha afectado de manera grave, y con frecuencia letal, a personas mayores de 65 años y a casos de co-morbilidad (que llamo «Vulnerables»).

Y esta configuración como pandemia «contra mayores» no ha variado –excepto por su menor letalidad– durante los dos largos años de incidencia. Por esa razón los profesores Martin Kulldorff, Sunetra Gupta, Jay Bhattacharya y el casi un millón de simpatizantes que los hemos acompañado en su, ya legendaria, declaración Great Barrington (https://gbdeclaration.org/) se han centrado desde el comienzo en la «protección» focalizada en los vulnerables (la llamada focused protection).

La línea divisoria entre Vulnerables y No Vulnerables permitía siempre hacer una gestión fina que habría salvaguardado la normalidad social, económica y cultural («business as usual» para No Vulnerables) y habría salvado a muchos Vulnerables (mediante una hyperfocused protection para Vulnerables)

Ni las Administraciones Públicas, ni la ciencia oficial plantearon a tiempo ni ejecutaron una estrategia realmente congruente y contundente para la defensa eficaz de los Vulnerables. De haberse planteado correctamente una estrategia pro-Vulnerables se habrían adoptado –oportunamente y como mínimo – algunas medidas, como las que destaco a continuación:

· La Administración debió, para empezar, dibujar un mapa de riesgos para los Vulnerables y programar un plan estratégico para la protección – mental y física– plena de los Vulnerables.

· Para evitar el contacto de Vulnerables con posibles portadores:

· Los Vulnerables debieron tener acceso telemático a una atención médica y psicológica y la Administración debió facilitar el hardware, el software y la formación necesaria.

· La Administración debió ejercer una vigilancia desde el primer día sobre las residencias de ancianos, clausurando las que no posibilitaran el aislamiento de los residentes; regulando la ubicación y convivencia con los Vulnerables: prohibiendo visitas y contacto directo con familiares o posibles portadores y verificando la salud de los empleados y personal sanitario de las residencias. Primó el oscurantismo y la falta de iniciativa.

· En el supuesto de que los Vulnerables convivieran con familiares menores de 65 años, los Vulnerables debieron tener acceso a viviendas separadas durante las fases de gran morbilidad. En contrapartida la Administración debió promulgar – desde criterios de solidaridad– legislación de urgencia para dar acceso a los Vulnerables a vivienda independiente, reservándose el derecho a intervenir segundas residencias. La prohibición de venta de viviendas sociales en la nueva legislación de la vivienda será un gran acierto.

· Los Vulnerables debieron gozar de un horario reservado aunque limitado en establecimientos comerciales, en parques y en jardines y debieron recibir atención primaria en centros especializados o en horas habilitadas para los vulnerables.

· Los Vulnerables debieron tener acceso libre y gratuito a mascarillas y geles desinfectantes.

· Los Vulnerables debieron tener derecho a recibir a domicilio sus pedidos de víveres y medicinas. La Administración debió imponer ese servicio a los establecimientos comerciales de barrio y de zonas residenciales.

· Los Vulnerables debieron –y debieran todavía, ¿a qué esperan las Administraciones para imponerlo?– estar eximidos de guardar colas o turnos generales en todos los establecimientos públicos y privados, incluyendo los sanitarios.

· Una zona del transporte público debió reservarse para personas vulnerables.

· En la fase crítica debieron prohibirse visitas de amigos y familiares a Vulnerables, salvo en espacios abiertos o seguros, o porque existieran sistemas de purificación o cuando se acreditara la carencia de riesgo mediante prueba PCR o de antígenos. En todo caso siempre debió facilitarse el contacto en espacios abiertos y seguros. El cierre de parques y jardines fue, en este contexto, una medida tan desacertada y lesiva para los Vulnerables como acertada fue la apertura de terrazas en la Comunidad de Madrid.

Los citados son algunos ejemplos de lo que se pudo hacer, y no se hizo –y algo podría hacerse todavía–, por la Administración.

En el escenario de normalidad con hiper-protección focalizada propuesto por Great Barrington (que yo matizaría como focused hyper-protection) una razonable inmunidad colectiva se hubiera alcanzado sin grandes costes existenciales y muy bajos costes psicológicos en un plazo breve y se hubiera evitado el holocausto psíquico y espiritual que han sufrido nuestras sociedades y que pervivirá durante largo tiempo con secuelas de depresión, desconcierto y más suicidios.

Un buen número de firmantes de la Declaración de Barrington pensamos entonces, y seguimos pensando, que ese colectivo de menores de 65 años debió continuar con su rutina habitual, recibiendo naturalmente las vacunas cuando estuvieron disponibles. Tampoco estuvo justificada la prohibición de asistencia a funerales y sepelios a No Vulnerables. Esta prohibición ha sido una de las medidas más crueles, injustificables y lesivas de la pandemia.

En síntesis, la hiper-protección focalizada en los Vulnerables –tan brillantemente planteada por la profesora Gupta y sus colegas– hubiera significado:

· La continuación de la vida económica, social y cultural para todos los menores de 65 años sin patologías.

· La supervivencia de muchas empresas familiares.

· El ahorro de muchas vidas de mayores de 65 años desde una gestión puntual, temprana y prioritaria con autoridad y eficacia de la focused protection.